MADRID, España.- El cubano Yendys Amengor Perovani, de 38 años, salió de Cuba con 25 rumbo a Argentina, país donde se labró un camino y ahora cuenta con su propio negocio en el sector inmobiliario, del que dice sentirse orgulloso.
Amengor Perovani viajó a Argentina gracias a una carta de invitación de su primo hermano Maykel, con el que estuvo viviendo durante su primer tiempo allí.
En Cuba trabajaba como informático en el Ministerio de Informática de Cuba, pero según relató en entrevista con el medio argentino Infobae, comenzó a sentirse “encerrado”.
Al llegar al país suramericano, el cubano, natural de Cárdenas, Matanzas, se dedicó a dar clases de baile, animar fiestas de cumpleaños y a hacer shows de salsa.
Para poder dar clases de salsa, explicó, tuvo que aprender a marcar los pasos, “porque una cosa es bailar y otra cosa, enseñar”.
Sobre esta primera etapa recuerda: “El cubano irradia alegría, la motivación de estar feliz, buscar en lo negativo, lo positivo. Y eso creo haber transmitido en las animaciones. En una fiesta podían estar todos comiendo sentados tranquilos hasta que llegaba el morocho, como dicen acá y empezaba todo el mundo a brincar, a bailar, a sentir alegría, a sacarse la corbata”.
Estas clases, además de ser su sustento durante tres años, le aportaron conocer mucha gente, que luego se convirtieron en clientes, o contactos para conseguir clientes, en el sector inmobiliario.
“Hoy estoy en un negocio que se mueve con base de contactos. Si no hubiese dado clases de salsa, mi negocio no estaría en el nivel que está ahora, en el sentido que se mueve nada más por relaciones. Como inmigrante era muy difícil arrancar un mundo donde no había tenido amistades de chico. Ese 1, 2, 3 (los pasos de baile) me permitió fomentar y hacer crecer mi empresa. Hago operaciones en bienes raíces con gente que me llama y la primera palabra que me dicen es `¿Te acuerdas de mí? Era tu alumno´”, comenta en ese sentido.
Además, argumenta que con las personas que conoce de las clases, “tiene el 50 % casi de su negocio resuelto. Las personas vieron cómo yo era y la esencia de uno es una sola. La forma de manejarse, el trato, el nivel. Mis clases en promedio tenían entre 60 y 100 alumnos”.
Aunque comenzó en el negocio de bienes raíces en el 2012, fue en el 2017, antes de nacer su hija Isabela, que decidió abrir su propia empresa: “Me dije que tenía que salir bien sí o sí. Llegaba mi hija y tenía que darle de comer. Quería ser independiente”.
Poco a poco su trabajo fue haciéndose conocido a través del “boca a boca, las referencias, y en pasos cautelosos”.
Actualmente su negocio marcha como se había propuesto, y considera que su mayor logro fue haberlo logrado solo, desde cero, en un país totalmente nuevo para él.
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