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Abril 11, 2006

Nefasto El Refranólogo Boza (I)

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, Cuba - Abril (www.cubanet.org) - Los refranes, como el amor y la gripe; el trompón y la risa, la calvicie y los celos, la burla y la nariz, no constituyen un patrimonio exclusivo de ninguna nación. Pero sucede que cada pueblo los tamiza, desboca, reduce, aplasta y afinca en sus desvelos como símbolos de identidad.

Por eso, como graduado en refranes populares, chismes de esquinas, filosofía de solar y otras especialidades de la literatura oral de mi país, pondré a consideración de los lectores los resultados del estudio realizado para el Atlas de la Cultura Popular Tradicional Cubana.

Con el objetivo de demostrar lo subversivos que puedan ser algunos refranes amparados en los supuestos conceptos de sabiduría y experiencia, precaución, perseverancia, desprecio y egoísmo, discriminación y burla al negro, entre otros que atentan contra el normal desarrollo de la sociedad y los valores éticos y sociales del cubano, realizaré el desmontaje de algunas calumnias imperiales camufladas en la inocencia o gracia de un refrán.

Sin acudir al acertado término tribunicio Crisol de la Nacionalidad, o el cultismo "expresiones y léxico de colorido local en el carácter polisémico del refrán", les desglosaré todos los que considere útiles para la preparación del pueblo, más allá de los diversionistas y groseras manipulaciones mostradas en estos trancazos de la filosofía popular.

Si vamos a los agrupados en experiencia y sabiduría, encontraremos algunas joyas del intelecto popular, la licenciatura del azadón y la maestría de la monta y doma de camellos ruteros en Ciudad de La Habana que, sin embargo, están lejos de la realidad actual de la Isla.

¿Cómo es posible que en un país donde una parte significativa de la clase trabajadora secunda en una laboriosa y sistemática tarea de corrupción a muchos dirigentes administrativos, políticos y sindicales, al parecer con el objetivo de desmontar el sistema social de la nación para reciclarlo, tenga cabida un refrán como "El machete del haragán nunca tiene filo"?

¡¿Habráse visto tamaña incongruencia, similar infamia en un concepto que desdice la realidad cubana sin ruborizarse?!

¿Es justo calificar de haragán a un trabajador capaz de llevarse varios contenedores de planillas Juramento de Baraguá, No a la corrupción, Abajo el desvío de recursos, para envolver coquitos de a peso en las esquinas y así ayudar a sus colegas sub-empleados, pero firmes en el cumplimiento del horario laboral a ver si aparece algo que trasladar a casa?

¿Se puede llamar holgazanes a quienes han saqueado con actitud laboriosa y luego de ingente y sostenido esfuerzo durante 47 años millones y millones de pesos de las arcas del país, ya sea a través del tráfico de semillas, equipos electrodomésticos, medicamentos o secado de bombas de petróleo para distribución y venta de los necesitados?

¿Haraganes quienes no cesan de trabajar en el desmantelamiento y canibaleo juicioso de autos, empresas, centros asistenciales, industrias, escuelas, fábricas, círculos infantiles y todo lo que se mueve, levante, arrastre, vuele, acueste, navegue y deje dinero?

¿Vagos los que permanecen de ocho a dieciséis horas mano sobre mano, mano sobre pomo de pintura de uñas, mano sobre objeto mal colocado, mano sobre nalga de secretaria telefónica, mano sobre fichas de dominó y mano sobre planillas de reafirmación y compromiso para el aprovechamiento de la jornada laboral?

Es ultrajante escuchar que la "cultura laboral socialista" está en crisis en Cuba, como expresara Alfredo Morales Cartaya, ministro de Trabajo y Seguridad Social de la Isla.

Y más aún leer sus expresiones de que "tenemos una asignatura pendiente, y es cómo hacer que la gente trabaje con conciencia y eficiencia".

¿Alguien en su sano juicio puede apoyar tamaña tergiversación de lo que acontece en el sector laboral cubano?

¿Un revolucionario auténtico aceptará una expresión tan lejos de la verdad como la que atribuye la causa del problema a "la falta de agresividad del movimiento sindical" y, peor aún, a la poca utilización por los gobiernos locales de los mecanismos de control del Poder Popular en los territorios para tener en jaque permanente esta dañina desidia?

Quien manifiesta criterios tan a la ligera sobre los simples devaneos cíclicos que afectan al sector laboral en el país, ¿será un Gran Maestro de Ajedrez sometido a jaque perpetuo en un final de peones contra alfil y caballo en ambos extremos del tablero? ¿O un ministro de Trabajo y Seguridad Social que después de ubicar a la clase trabajadora a la vanguardia de la revolución, ahora confunde los destacados mecanismos de una obra destructiva con signos de ineficiencia, desidia, desinterés y otras caídas de presión en la disciplina y la productividad pese a la vertiginosa subida del salario?

Además, ¿cómo aceptar sin que la ira nos llene y nos desborde un criterio de suma gravedad como el que dice "la oreja peluda del desorden y el desaprovechamiento de la jornada de trabajo, asoma cada día en centros de producción y servicios del país"?

¿Acaso no se aprobó en junio de 2005 el Reglamento General de Relaciones Laborales que extirparía de raíz supuestas holgazanerías y algunos estropicios causados en la economía nacional por un puñado de trabajadores desviados?

¿No quedó demostrada la eficacia del mismo cuando de los 3,500 centros de trabajo investigados a finales del año pasado en todo el país, sólo el 76 por ciento mantenía serias deficiencias y violaciones de dicho reglamento, según reveló la Oficina Nacional de Inspección del Trabajo?

Si la respuesta de los trabajadores a las normas del reglamento es a todas luces positiva como reflejó la investigación, ¿qué razones tiene para preocuparse la clase dirigente del país? ¿Cómo poner en duda el nivel de disciplina y la capacidad productiva de quienes han puesto a Cuba en el selecto parque de locomotoras de la economía mundial por el sostenido y elevado crecimiento de su PIS o Producto Interno Social?

Sean cuales sean las causas de tantas contradicciones, estamos en desacuerdo con todo lo que desmerite el buen aprovechamiento de la jornada para robar mostrado por muchos trabajadores cubanos, así como su eficiencia en alcanzar metas más altas en el desvío de recursos, y la proba concientización en diversificar las causas para matar la guanaja, es decir, aparentar que hace sin hacer nada.

Ante una realidad tan manifiesta, y en espera de nuevos e injustos ataques contra el desenvolvimiento de la clase trabajadora cubana y sus artífices en la dirigencia sindical, pongamos puntos suspensivos sobre el tema y continuemos el viaje por el refranero popular cubano.

Por todo lo antes expuesto, y dada la necesidad de combatir cada calumnia que nos salga al paso, debemos seguir adentrándonos en el mensaje subliminal de algunos refranes que no sólo distorsionan nuestra realidad, sino también pretenden cambiarla a través del veneno semántico, la ponzoña verbal y el bebedizo halagüeño.

¿Puede alguien poner en duda la vitriólica maldad de un refrán que sugiere anteponer la peligrosa velocidad que trae la manía de razonar por cabeza propia, al cumplimiento del deber generado por órdenes ajenas a nuestra voluntad, pero apacibles, lentas, al trote sin relinchar, como el que dice: Pensamiento llega primero que caballo?

¿No ven asomadas ahí el hacha de un vikingo danés, el arcabuz de un colonizador español, o la lanza de un príncipe bantú en esta falsa herencia del pensamiento individual sobre el dócil concepto de horda, llegada a nuestras costas y sembradas en nuestra sangre quién sabe a través de qué genes mezclados en noches tormentosas sobre la cubierta de un skuta nórdico, en la proa de una carabela ibérica, o en la barraca de un lote de esclavos en un ingenio de Vuelta Abajo, respectivamente?

En un país donde el pensamiento es coral, las órdenes unidireccionales y el acatamiento unánime, nada ni nadie puede correr más, y mucho menos llegar primero que el caballo, símbolo de la fortaleza, la testarudez y la noble brutalidad de los cubanos.

Aclarado el asunto, demostrada con creces la manipuladora subversión ideológica que puede tener un refrán por mucha sabiduría o experiencia que aparente -como en los casos El machete del haragán nunca tiene filo, y Pensamiento llega primero que caballo, de forma respectiva-, analizaremos otros que también disfrazados de conocimiento sano y un largo bregar por la vida, destilan un veneno tergiversador capaz de crear espasmos y devaneos hasta en la más lúcida mollera de un íntegro revolucionario.

LUX INFO-PRESS
Agencia Cubana Independiente de Información y Prensa
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