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Marzo 29, 2006 La columna de Nefasto Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - Para dar continuidad a la serie de notas informativas y comentarios que demuestren a los descreídos la total libertad de expresión que tenemos los periodistas cubanos ya sea desde el Granma, el Juventud Rebelde, Trabajadores, o ésta, su preferida redacción La bola incendiaria, pondré a consideración de los lectores un artículo donde la verdad aflora como el marabú, sin que la censura lo corte con el machete de la intolerancia. Sin más, los dejo frente a un trabajo profundamente crítico sobre los avatares y libertades de la libre expresión en el país. Réquiem por un caído La muerte de un hombre bueno siempre señala el camino hacia el cementerio. Y la del malo también. Eso, si no desaparecen en combate, naufragan en el mar o sucumben entre las llamas de un frigorífico. Pero la muerte de un inconforme con todo lo mal hecho, de un rebelde con causa, un revoltoso de estación de trenes y de ómnibus, en fin, de un revolucionario a carta cabal, es menos llevadera, más cruenta, cuando el deceso es producto de una artera obstrucción intestinal. El fallecimiento de Telesforo Miniet, alias "Chicho Bola", dejó un profundo vacío no sólo en nuestras almas, sino también en la cocina de su viuda Eufrasia de la Caridad Cuesta, quien, a brazo partido y ojos amoratados, sacó adelante un "matrimonio" de 25 años, premiado con el dulce desastre de dos hijos pendencieros, acogidos al buen vivir dentro de la cárcel gracias a la revolución. "Chicho Bola", sobreponiéndose al golpe sufrido cuando le intervinieron el prostíbulo "El pim pam pum de fuego", se montó al carro de la revolución por la volqueta, y fue un ejemplo digno de imitar en cuanta tarea o responsabilidad asumiera hasta el día antes del ajiaco mortal que nos lo arrancó. Crítico profundo de la falta de cubos y de sogas para bajar al pozo que abría para sustituir una letrina desbordada, Chicho jamás claudicó ante quienes le exigían silencio y compostura, acusándolo de desacato por decir "ese calvo" a un miembro del Partido Comunista municipal, acto de valor que si bien era justo porque el susodicho no tenía ni un pelo en la cabeza, ponía en peligro las transformaciones éticas de una nueva era revolucionaria, donde hasta los cocolisos pueden andar sin sombrero. Pero nuestro panegírico a quien ganara un título de Vanguardia Nacional por su desempeño al frente de una alta cocina ubicada en la cima de la Loma del Gato, no está dirigido sólo a recordar los grandes méritos de quien en más de una ocasión se atrevió a decir que el almuerzo era un salcocho, el transporte un desastre y el salario una ilusión, sino también al grado de tolerancia mostrado por la revolución ante uno de sus más enconados y peligrosos críticos. Es tan magnánima la obra, tan certero el camino y tan segura la fuerza de la revolución, que alcanzan y sobran los dedos de una mano para señalar las veces que se llamó a capítulo al compañero Chicho por el lenguaje subversivo de algunas de sus expresiones. Pero la trayectoria cuenta, la entrega acredita, y siempre que alguien va más allá de lo correcto, se le permite una rectificación, un donde dije digo dije Diego, y otros actos defensivos que lo pueden exonerar de ir a la cárcel. Jamás olvidaré la tarde que se paró radiante en medio de una asamblea de producción y servicios, y sin más acá ni más allá le dijo al secretario general del sindicato que todo lo dicho era mentira, pues el suministro de panes desechables del hotel turístico para los trabajadores de la construcción no era estable; los materiales jamás estaban a pie de obra y se les podía encontrar frente a las viviendas o en el patio de algunos dirigentes o de sus queridas, y la fecha de entrega del edificio era una utopía, imposible de hacer coincidir con la efemérides del combate de Hierba Mala, ya que la mala hierba que crecía en el centro aún no había soltado ni un disparo en la construcción. Muchos de los detractores de la libertad de expresión en Cuba pensaron que lo fusilaban; otros que sería encarcelado sin juicio, y algunos que sería expulsado del centro de trabajo. Pero nada. El respeto a la opinión crítica no está divorciado de nuestro proyecto, y a Chicho sólo se le condenó a no participar jamás en una asamblea, renunciar al sindicato, entregar el carné del partido, olvidarse de la jaba de estímulo, y esperar la jubilación cazando gorriones en el patio de la empresa, bajo la supervisión inmediata del ideológico del partido y el organizador del sindicato. Este acto de tolerancia y respeto a la libertad de expresión mostrado por los dirigentes y administrativos del centro laboral de Chicho, lo hizo reconocer su desvío ideológico, su perversión clasista y la deuda de rencor que arrastraba desde que se le quitó el prostíbulo, por lo que aceptó como premio a su arrepentimiento un reloj despertador y una bicicleta china, estímulos a sus más de cuarenta años de trabajo. Y hoy lo ven ahí, en ese féretro de pinotea, homenajeado por sus colegas de trabajo, y víctima, no de la intolerancia de su gobierno, sino del halo subversivo de ñames importados, de la traidora acritud de una yuca lucia, y de la falta de sedición de una carne tan vieja donada por Noé a los damnificados del huracán Esperanza. ¿Existe o no existe la libertad de expresión en Cuba? En espera del juicio, atentamente y desde la redacción de La bola incendiaria: Nefasto Boza. LUX INFO-PRESS CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente. | |
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