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Noviembre 16, 2004 Dos escritores cubanos al tiro Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Si los escritores cubanos fueran a ser calificados a partir de un tiro de dados en el cubilete, Leonardo Padura y David Mitrani serían un par de ases, o cuando menos una carabina en toda la noche. No sólo porque sus respectivas obras hayan ido in crescendo temática y cualitativamente entre censuras, tabúes, doctrinas y cánones al uso totalitario diseminados por la política cultural cubana como minas antipersonales contra los irreverentes de una ideología casi monolítica -flexible sólo cuando le conviene a las autoridades- sino también por la tenaz decisión de alejarse de todo tipo de poder para evitar el compromiso que los reduzca al vasallaje. En sendas entrevistas concedidas por los autores a diferentes medios y en distintas fechas, coincidieron al reflejar una postura crítica contra todo sometimiento que no sea al mundo de la creación literaria, aunque esta posición no los distancie de la realidad político social que padece la Isla, calificada de acuerdo a los matices como convulsa, anquilosada, en retroceso, pero siempre bajo la tiranía o la coerción del dogma. Padura, dueño y señor de causas y azahares que hicieron fuera expulsado de El Caimán Barbudo por problemas ideológicos y enviado a trabajar durante seis años a Juventud Rebelde como castigo por su desvío, también tuvo que cumplir misión en Angola para purgar una insubordinación contra el credo revolucionario. Sin amilanarse por estas violaciones a su derecho a pensar y expresarse libremente, Padura es el autor de una tetralogía que devela en cada libro la sordidez, el oportunismo y la censura institucional agazapada en supuestos valores éticos que sin embargo atentan contra las libertades de los cubanos, ya sea como entes sociales o como individuos. En su novela Máscaras, Premio Café Gijón a la novela negra, concedido en España, y una de las que componen lo que ha denominado Las Cuatro Estaciones -junto a Vientos de Cuaresma, Pasado Perfecto y Paisaje de Otoño- el escritor asume desde la ficción las historias reales de personajes como Lezama Lima, Virgilio Piñera o Antón Arrufat, que fueron marginados durante tanto tiempo y de una manera tan dramática en los años 70, al decir del autor. A través de esta visión iconoclasta de un credo político-ideológico nacido de una lucha por mantener el control sobre vidas y haciendas de los cubanos, a pesar de ocasionarle sanciones, etapas de ostracismo y otros males derivados de la censura, Leonardo Padura Fuentes ha logrado consolidar su obra y obtener el reconocimiento de relevantes editoriales, como la española Tusquet, además de ganar si no el respeto al menos la momentánea tranquilidad de escribir desde su país sin que aparentemente nadie lo presione. Los delincuentes y otros tipos de marginales de sus obras no son los estereotipados negritos o contrarrevolucionarios en boga dentro de Cuba, sino los hijos de papá u otros personajes que se rozan con la nomenclatura, expresó en ocasión de una entrevista.
Por su parte, David Mitrani, el polémico autor de Cuentos para Adúlteros, se sobrepuso a la censura inicial y a la incomprensión, y ha ido tejiendo una serie de relatos en sus libros Modelar el Barro, Santos Lugares y la novela Ganeden, que le proporcionaron el Premio Internacional Anna Segher por el conjunto de su obra, otorgado por la Academia de Artes de Berlín y la Fundación que lleva el nombre de la escritora. También fue acreedor por su libro Los Malditos se Reúnen del Premio Alejo Carpentier, considerado el más importante que otorga el Instituto Cubano del Libro. David Mitrani ha obtenido además lauros en el género de poesía, hecho que le permite ampliar su espectro literario y los perfiles críticos de un mundo que siempre ha sido hostil contra quienes se apartan de las líneas trazadas. Considerado un autoexcluido del mundillo intelectual cubano, ya sea porque considera no hacer buenas migas con otros escritores o porque su obra ha despertado expectativas que van más allá de lo convencional, Mitrani se considera un escritor sólo comprometido con principios que considera justos y no con ningún poder. Preguntado sobre qué significado tiene para él ser un intelectual, el autor del censurado libro Cuentos para Adúlteros dice que "el intelectual escritor es el mismo escritor, pero sin máscaras. El escritor a secas funciona en cualquier ámbito, así sea en la inmundicia; el intelectual se pronuncia ante asuntos delicados, todos muy emparentados con la política, su lenguaje es sensato". Asimismo, considera que "el intelectual es moral, al menos eso trata de hacernos ver, acata el comportamiento exigido, habla de un modo correcto, aunque no precisamente claro, y es incapaz de empañar su imagen actuando como sus personajes o como su narrador". Este concepto desdeñoso sobre el intelectual presuntamente está dado por considerar que son más fáciles de comprar a través del compromiso, hecho que hace su discurso endeble en ocasiones, a veces completamente desatinado y en la mayoría de los casos acorde a las circunstancias que más lo beneficien en su viaje de placer hacia las supuestas élites progresistas y pensantes. Como colofón a este concepto, Mitrani afirma que "en definitiva, una vez que el intelectual está comprometido con algún tipo de poder deja de ser veraz, porque ya no es libre de expresarse". Estas opiniones sobre el peligro del poder expresadas por Paduray Mitrani no impiden sin embargo la incursión desmitificadora en figuras de la historiografía cubana, hechos acaecidos en el pasado y en el presente, situaciones sociales explosivas y una visión objetiva de una realidad edulcorada de forma coral por la mayoría de los escritores cubanos. Dispuestos a cruzar las sutiles armas del arte literario contra el poderoso armamento de la censura en un régimen totalitario, ambos escritores no rehuyen debates, presentaciones públicas, edición de algunos de sus libros y otros actos que no comprometen, hasta el presente, su decisión de apartarse del poder como centro generador de sumisos y pusilánimes amanuenses políticos. Cual un reflejo de lo que puede suceder a quienes en la actualidad deciden mantener su pensamiento y expresión libre de cadenas políticas eslabonadas desde el poder omnímodo, Padura pone en boca de Félix Varela la enumeración de las vicisitudes y glorias que encontraría en su futuro de gran poeta José María Heredia. En las primeras páginas de La Novela de mi Vida, Varela dice a Heredia: "Usted va a sufrir la envidia de los hombres, va a oír juicios devastadores, va a sentir desprecio y rencor, y seguramente va a ser traicionado muchas veces, aunque también escuchará elogios y será querido y laureado. (…) Llegará un día en que lo querrá utilizar, querrán comprar sus versos y su inteligencia…" ¿Será una simple premonición o tendrá puntos de contacto con los autores? Mucho de esto se ha cumplido, el resto está por ver en la vida personal y literaria de estos dos ases o carabinas al tiro en la larga noche de la censura, en el cubilete de la política cultural cubana. LUX INFO-PRESS CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente. |
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