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Noviembre 11, 2004

Yo, el mejor de todos

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Me dicen globo inflado, advenedizo, tentempié, el relevista loco, rey desnudo y sobre todo, chavito.

Piensan que mi reinado será efímero, como antes lo pensaron del de mis creadores, y miren, se han cogido el billete con la puerta a lo largo de 45 años, pese a que hemos pataleado entre rublos, yuanes, costillas de puercos jíbaros, tabacos, rones, guerreros, médicos, entre algunos símbolos monetarios buenos para nada y varias de las modalidades "en especie" con las que pagamos nuestras deudas.

Pero nada, aquí estoy, con más moral que Moralito, y deseoso de humillar a ese maldito dólar que aunque nos sacó y nos seguirá sacando las castañas del fuego se convirtió en un dispensador de cualidades patrias, estatus social, motivo para ir a prisión, salvador de cazuelas demudadas por el frío y la ausencia de algo serio para cocinar, así como razón para que muchas de nuestras jóvenes -demasiadas- se bajaran la saya y otras cosas con premura inaudita.

Y desde hoy, ocho de noviembre, el rey soy yo, aunque me quede grande el traje, la gente haga un rictus de desprecio cuando se habla de mí, me oculten en lo profundo del bolsillo, rueguen a Dios porque vuelva la verdura del dólar, y hagan planes y contraplanes a la hora de cambiarme.

Como sabemos que muchos preferirían perder diez centavos de dólar antes que aceptarme o tenerme entre sus cosas importantes, decidimos que desde hoy sólo se puede vivir conmigo. Se acabaron los tiempos de:

- Por favor, no me dé el vuelto en chavitos.

- Pero significan lo mismo, señor mío.

- Sí, será lo mismo, pero no igual. Así que déme dólares, que yo viajo, invierto, preparo mi futuro y este globo inflado sólo flota desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí.

Así como éstas he tenido que oír tantas expresiones de desprecio, palabras denigrantes, gestos de burla, rictus de asco -aunque les sirviera para comprar una pastilla de Frental que sólo cuesta en nuestro país el equivalente a 1.05 de dólar- que decidí obligarlos a soñar conmigo, a traerme siempre como una bendición, pues de ahora en adelante, desde un perfumito de dudosa calidad hasta una lámpara de salón, una junta para el refrigerador, un meruco para el baño o una foto rápida para enviar al Correo del Amor de Internet -conocido como el Cazador de Pepes (y Pepas) o La Rueda de la Fortuna- tendrán que contar conmigo.

Voy a ver qué se hacen esas rupias arrogantes que nunca quisieron conocerme, cual si fueran tan sagradas como las vacas que vuelven resbalosas con sus deshechos las calles de Nueva Delhi: los latos chelines con sus monóculos brumosos haciéndose los lores en los suburbios de Surrey, o los fascistas marcos alemanes, que jamás osaron compartir conmigo una Bavaria ni aún después del derrumbito del Muro de Berlín.

Ahora que los necrófilos de mi país anunciaron que el dólar ha muerto, y levantan mi mano victoriosa declarándome único heredero de una soberanía monetaria sin par en la historia del universo, yo, el chavito, como símbolo inequívoco de un comunismo triunfador, juro seguir cobrándosela a quienes me despreciaron.

Le pasaré la cuenta a ese insolente franco francés, soporte financiero de las campañas difamatorias contra mi gobierno, lo mismo frente a la embajada cubana que bajo el Arco de Triunfo, flotando sobre el Sena y hasta a la sombra de la Torre Eifel junto a un grupúsculo de desafectos a una democracia que sólo tiene alrededor de 300 guerrilleros políticos y de conciencia encarcelados, incluidos los inocentes setenta y cinco que nos han puesto el banco a la deriva.

Además, nunca olvidaré que soltó una carcajada para mi cara borrosa, mi papel desechable y mi tinta sin brillo cuando intenté adquirir un simple dulcecito en una de las tiendas exclusivas para extranjeros en mi soberana patria, llamada Le Pain de París.

Tampoco escaparán de mi desprecio ese borrachín del florín holandés y la frígida corona danesa, que pasaban a mi lado sin mirarme en las bóvedas del Banco Central de Cuba, lo mismo que la aristocrática libra esterlina inglesa, tan elitista y la vi en un sarao bailando samba con un cruceiro brasileño invitados por el escudo portugués.

Y nada de arreglitos con mis ex socios de la Europa del Este, quienes después de acogerme como a un huerfanito en el seno de su campaña por esa guanajería del bien común nunca llevado a la práctica, se divorciaron del rublo y se vuelven locos por trasvestirse en monedas duras como el euro, el dólar y el yen japonés, al igual que yo, pero ellos producto de un cambio radical y no a partir de la indecencia, el oportunismo, la falsedad y la frecuencia de mis veleidades estratégicas para sobrevivir día tras día.

Llegó la hora de que el advenedizo se haga fuerte -al menos en teoría- surtidor de sueños nacionales aferrados a la memoria del dólar usurpador, invasivo, que colonizaba ansias y satisfacía deseos de un pueblo deseoso de comerse un pedazo de carne, usar desodorante o comprar un librito de cuentos y unas libretas de las donaciones que llegan al sistema educacional más justo y gratuito del mundo.

Mi arribo al poder con la muerte del dólar traerá nuevos triunfos a un pueblo aguantador como ninguno, feliz por decreto, fiel con sólo sentir las bayonetas del miedo desfilando en las plazas, en las zonas de residencia, en los centros de trabajo, en la radio y la televisión, a ritmo del son entero de una marcha triunfal.

Conmigo podrán adquirir un quintal de arroz cuando no esté a tres pesos la libra; decenas de litros de leche el día que le bajen el precio y no sea sólo para niños menores de siete años, y tantas cosas más que el dólar será un mal recuerdo.

Me dirán señor al igual que al dólar y a esos billetes extranjeros que antes me despreciaron y ahora estarán junto a mí en todo movimiento que implique venta, compra y cambios en esa fascinante aventura financiera de sentirse importante aunque uno no lo sea.

Lástima que no pueda salir más allá de las aguas territoriales a sembrarles guerrillas monetarias, motines financieros, fraudes bancarios, monedas falsas y otros artilugios del arte del subvertir pagando.

Pero no importa, ya mi pueblo es feliz, pues aunque tenga que pagar 27 devaluados pesos por mí -como mismo lo hacía con el dólar- ahora todo queda en casa.

Como pueden ver, aunque sepa que soy un globo inflado, un advenedizo, un tentempié, un relevista loco, un rey desnudo, un chavito y, sobre todo, un placebo político, yo, el mejor de todos, soy el rey.

El soberano de un sistema financiero donde según el oráculo de la mesa redonda "la marcha fúnebre para el dólar en el comercio interno cubano ha sido entonada, su entierro ha sido decretado, el peso convertible levanta sus brazos en señal de victoria", aunque hasta los necrófilos danzan en esa falsa tumba en espera de una pronta resurrección.

LUX INFO-PRESS
Agencia Cubana Independiente de Información y Prensa
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