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Septiembre 16, 2003 Los marineros de la nao cautiva LA HABANA, septiembre - Aún con los pies adoloridos por las constantes marchas en defensa de la revolución cubana; sin nada para quitarse la tinta de los dedos que refrendaron la irrevocabilidad del socialismo, y con la voz desgarrada de forma permanente por gritar ante todos "¡Viva la revolución!", miles de cubanos viven preparados para abandonar la Isla. El poliespuma, por su precio, mantiene categoría de la langosta termidor del hotel Cohiba. Los viejos tablones de las casas, las gomas de tractor, el limón y las sales biliares son más buscados por los residentes de Cuba que la famosa herencia de los Contrera. Nada los detiene. Ni las advertencias de las emisoras que transmiten hacia Cuba desde Estados Unidos, ni la histeria y manipulación oficial que pondera la felicidad de permanecer en la Isla, y mucho menos los agoreros términos sobre lo que afrontarán al llegar a las entrañas del monstruo. Los cubanos sueñas con levar anclas. Llamadas telefónicas interprovinciales, telegramas urgentes, reuniones de familia, canjes y ventas al minuto, conforman un panorama surrealista dentro de un país cuyos habitantes "reniegan" de la nación y del sistema hacia el que pretenden emigrar. Ni Rodrigo de Triana supera el alcance visual de quienes se apostan frente al Malecón para dar el grito de alerta cuando aparezcan las supuestas embarcaciones. Magallanes se quedaría corto ante la pericia de los reglanos, el tesón de los guanabacoenses y el arte marinero de los pobladores de Cojímar, prestos a poner proa hacia Estados Unidos. El navegante Cristóforo Colombo es un niño de meses al lado del viejo "Jupiña", con su innovada brújula de madera, paseada de mano en mano en San José de las Lajas, al primer aviso de una escapada por mar. La flota se prepara aunque no haya armador, fecha para zarpar, carezca de Almirante, y las naos fabricadas con recortes de madera, hojas de zinc y otros materiales desechables no puedan ser echadas al agua por temor al encarcelamiento de las tripulaciones. ¿De dónde sacan los cubanos la manía del éxodo? ¿De Radio Martí? No. ¿De la Ley de Ajuste Cubano? Mucho menos, pues no la conocen. La sacan de la desesperación ante el cierre del último resquicio constitucional para solicitar cambios económicos, políticos y sociales en la Isla. De las amenazas de acabar con la posibilidad de emigrar hacia los Estados Unidos legalmente, recibir las remesas familiares y perder el contacto con el único sueño que los mantiene a flote en medio de una crisis terminal. El síndrome de la fuga y el tentempié de la imaginación se desbordan y acallan las voces razonables que llaman a la cordura. Atrás quedan los desgarramientos de la estampida por el puerto del Mariel, los días procelosos y los cadáveres flotantes en la ruta hacia los campos de concentración instalados en la Base Naval de Guantánamo para los náufragos del socialismo cubano. Por Manatí, Caibarién y otros puntos de la Isla, los grumetes se animan unos a otros ante la permanente posibilidad de una nueva y definitiva aventura. Mientras la radio cubana culpa a las emisoras miamenses del ambiente de éxodo que recorre la Isla, la realidad indica que las causas son la ineficacia y la prolongación de un sistema del que "sólo se salvan los que saben nadar", como dijera el profeta Cataneo, integrante del trío Taicuba. La falta de libertades, el recrudecimiento de los problemas económicos y la represión y asfixia social imperantes en Cuba a toda hora son los principales catalizadores de un afán de navegación que sólo tiene un rumbo: el Norte. Pablo Neruda, quien mucho supo de la poesía de la desesperación, de las metáforas de una crisis y de los versos humanos separados en hemistiquios para la inmensidad del mar y el empujón malvado de los hombres, puede aconsejar, desde un fragmento de poema, a todos los marineros de la nao cautiva en aguas del Caribe: Anduve como vosotros, escarbando LUX INFO-PRESS CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente. |
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