Mayo 21, 2002
Carter, Cuba y el refrán del bodeguero
Víctor Manuel Domínguez, Lux InfoPress
LA HABANA, mayo (www.cubanet.org) - Muchos pensaron que a James Carter no le
preocupaba el futuro de los cubanos. No tiene familiares en la isla, decían,
vive a noventa millas y ojos que no ven, corazón que no siente. Pero no
le importó que las autoridades cubanas le hablaran de las 403 escuelas
que cuentan con maestros hasta para de uno a cinco niños, del noveno
grado de promedio alcanzado por todos los cubanos y de otras realidades que si
bien no se pueden negar, son cuestionables por el propósito para el que
fueron concebidas: el adoctrinamiento comunista.
Se dio cuenta de que todo el arsenal de bibliotecas comunitarias,
universidades para todos, programas de computación en las aulas y la
masificación de la cultura en general, sólo responden a la batalla
de una idea diseñada para perpetuar un sistema marginador de otras
corrientes educacionales y estéticas sin contar con el apoyo popular.
Además, tuvo el valor de no hacer suyo el refrán del bodeguero
que dice diariamente "hoy no fío, mañana sí", y
de no asumir como propio el lema revolucionario que hace 43 años anuncia
desde su estancamiento: El presente es de lucha; el futuro es nuestro. Porque ¿cuál
futuro?, ¿cuándo llegará?, se han preguntado varias
generaciones de cubanos que ya no tienen tiempo para disfrutarlo, no obstante
las reiteradas promesas.
Para responder a estas preguntas; Carter sólo tuvo que pensar en el
elevado número de jóvenes que abandonan la isla, discernir por qué
ante tantas "facilidades" sociales asoman sus orejas peludas la
drogadicción, el proxenetismo, el robo y otros actos de corrupción
nacidos en la denominada etapa revolucionaria. Y como si fuera poco se reunió
con algunos sectores de la oposición para demostrar que no son fantasmas,
que existen en realidad y que tienen tantas ideas, derechos y posibilidades de
hacer algo bueno por la patria como lo han hecho quienes pretenden anular su
existencia.
No creyó ni por asomo en la cocina local con carnes rojas, pollo
Mayombe y pescado a la plancha, entre otros componentes de un menú
desterrado de la isla y cambiado por un estuche de masa vegetal abominable,
fetos de calamares en su tinta y uno que otro envío de huevos como única
opción de proteínas para los cubanos.
Aunque se debe tener en cuenta que Carter se alojó en un palacete al
que no tienen acceso los nativos, visitó escuelas donde no asisten los
chicuelos de Jesús María, La Timba ni Colón, y tuvo acceso
a unos medios de comunicación sólo visitados por quienes comulguen
con el comunismo o de alguna manera le hagan el juego propagandístico. En
sólo veinte minutos el ex mandatario norteamericano desmontó el
escenario que le habían diseñado para su visita y rechazó
el menú de manjares dudosos elaborados sin el consentimiento de las mayorías.
En el Aula Magna de la Universidad de La Habana sonaron como bombas sus
palabras que pedían el respeto a la libertad de expresión, de
asociación, el derecho a elegir a los dirigentes con libertad, así
como la autorización de la visita del relator especial de la ONU y a que
representantes de la Cruz Roja Internacional recorran las cárceles de la
isla.
Nada, que Jimmy Carter no creyó en todo lo que ofrecieron ante sus
ojos y, contrario al refrán del bodeguero, apostó porque la
Historia de Cuba comience hoy a caminar hacia delante.
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