Diciembre 7, 2001
Entre Marx y sus despojos
Víctor M. Domínguez, Lux Info Press
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) - La asignación de fondos para
el desarrollo de la cultura en Cuba, pasa en estos momentos por la
reestructuración y puesta en marcha de mecanismos de estímulos a
diversas manifestaciones del arte o vinculadas a él, con la intención
de poner freno a una gestión ineficiente que se ha convertido en
vitalicia por múltiples razones.
La necesidad de incrementar ingresos al sector, disminuyendo costos y gastos
a niveles permisibles, así como la sistematicidad en el trabajo de
control para que los recursos financieros y materiales lleguen a los destinos
previstos, son abordados en diferentes talleres y reuniones a lo largo y ancho
del país sin que se alcancen los objetivos trazados sobre la marcha.
La puesta en vigor de un programa que prioriza la atención a
especialistas y cuadros del sector en las áreas económicas, así
como la entrega del Premio Anual de Economía de la Cultura al más
destacado, resultan insuficientes para contrarrestar las deficiencias que
arrojan la mayor parte de las auditorías y poner fin a la inestabilidad
que muestran las instituciones culturales y las agrupaciones artísticas
no vinculadas al turismo.
Los diversos análisis sobre el impacto que ha tenido en la cultura
cubana la crisis por la que atraviesa el país, junto a los actos de
reconocimiento a los gestores del control económico dentro del sector
cultural, si bien han despertado el interés de los participantes en el
programa, la centralización económica y política a la hora
de poner en práctica lo acordado, resulta desestimulante por carecer de
verdaderos incentivos.
Por otra parte, las fisuras abiertas por el dólar en muchos
mecanismos establecidos para lograr la supuesta equidad mediante el empleo del
peso cubano, han generado una ola de descontento entre numerosos artistas, técnicos
y administrativos, al sentirse excluidos de una prebenda que beneficia a muy
pocos.
Los problemas como el intrusismo profesional protagonizado por casas
disqueras y productores cinematográficos provenientes del extranjero, el
deterioro y deformación de valores éticos cuando la meta de
incrementar ganancias genera dólares, así como los diversos
enfoques y retrocesos para la puesta en práctica de la Resolución
87, que autoriza el pago de dólares a los trabajadores de medios radiofónicos
y audiovisuales, convierten en irreconciliables las posiciones entre los
economistas de la cultura y los protagonistas del hecho artístico, y
reafirman el caos existente en cuanto al control de ingresos, costos y gastos,
provocados por una política emergente, aunque con prioridades ideológicas.
El propósito de que los participantes en esta cruzada entre las
necesidades materiales y la espiritualidad asuman coincidentemente que temas
como el salario, el empleo, las condiciones laborales y la atención al
hombre deben partir de bases ideológicas y contribuir a eternizar la
revolución, impide la estabilidad de un proyecto que como todos los
generados en el país excluye desde sus intereses los derechos de los
trabajadores.
Las promesas y compromisos para que artistas, gerentes, funcionarios y todos
los que laboran en el sector impidan con su esfuerzo que el interés
monetario se adueñe del alma de la cultura nacional, es como el canto
frustrado de una sirena muda en medio de las olas de la globalización, al
no ajustar el rumbo hacia la libertad de mecanismos que, sin poner en riesgo las
raíces de la identidad cubana, contribuyan al mejor desenvolvimiento de
quienes desde su talento y humildad social hacen cultura cada día sin
recordar a Marx ni a sus despojos.
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