Julio 31, 2001
Memoria contra el olvido
Víctor Domínguez, Lux Info Press
LA HABANA, julio - Ahora que todos aplaudimos el remozamiento y reapertura
del Museo Nacional de Bellas Artes, en el preciso instante que decenas de
artistas e intelectuales contemplan con admiración la majestuosa obra, se
aparece Kundera para recordarme que la lucha contra las dictaduras es la lucha
de la memoria contra el olvido.
Y ese olvido está aquí. Institucionalizado. Tratando de ganar
seguidores. Serpenteante entre el espejismo de un espacio monumental y la pared
carcomida, pero aún fuerte, de la intolerancia. Y por eso es hora de
recordarle a Pedro de la Hoz -y "el martillo", como le llaman los
artistas condenados al ostracismo- que miente con conocimiento de causa cuando
escribe que la creación de las últimas hornadas de pintores,
grabadores y escultores representadas en el museo no sólo dan testimonio
de altísimas y reconocidas calidades, sino también de la más
absoluta libertad de expresión garantizada por la política
cultural de la revolución.
En cuanto a las calidades, bien. Pero respecto a las libertades, baste con
señalar que su "tolerante" política cultural impide la
circulación del libro "Ojo, pinta: pintores cubanos en el período
especial", del poeta y periodista Raúl Rivero. No permite al artista
Carlos Manuel Soto Delgado exponer algunas de sus cuarenta piezas repartidas en
tres series temáticas como "La otra cara de la medalla", "Orichas"
y "Tipos habaneros", que le han causado acoso por parte de la
Seguridad del Estado, al intentar promocionarlas a través del Proyecto de
Arte Alternativo Cubano (PAAC), perseguido por ese organismo represivo. Y, además,
prohíbe que Ernesto Adrián Monzón realice su muestra
personal "Del eros y otros monstruos", y presente su perfomance "Dos",
catalogado como transgresor al mezclar erotismo y política con textos bíblicos
tomados del Cantar de los Cantares y música de fondo de Schubert,
Donizetti, Gonzalo Roig, además de cantos gregorianos y la banda sonora
del filme de Scorcese "La última tentación de Cristo".
Es preciso detener la desmemoria. Urge acallar ese lenguaje supuestamente
abierto que impide la libre apreciación de un fenómeno que golpea
la libertad creativa.
No es justo leer impasibles que -según Rafael Acosta de Arriba,
presidente del Consejo Nacional de las Artes Plásticas- "exponer en
estas salas contribuirá a establecer jerarquías artísticas",
cuando todos sabemos que también, y sobre todas las cosas, se jerarquizará
la proyección ideológica del autor y de su obra.
¿O es que las obras de los jóvenes artistas matanceros Javier
Dueñas y Carlos Miguel Oliva no tenían ningún valor estético
cuando fueron consideradas no apropiadas por especialistas de la Fototeca de
Cuba, al recrear historietas con personajes de la historia cubana y otras
lecturas imaginadas por los lectores?
Se necesita rescatar la memoria. Acabar con el olvido. Remitirse a la
publicación mensual editada por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas
y leer, en la página cinco del número de mayo pasado, el trabajo "La
marginación del pensamiento y el happy end de un evento", escrito
por Elvia Rosa Castro.
Allí, entre otras cuestiones, se dice que durante la celebración
del V Coloquio Nacional de Artes Plásticas, efectuado en Matanzas, se
realizó un debate donde se reclamó el respeto de lo diferente en
cuanto a opiniones, a lo plural y la tolerancia. Se mostró una "provocadora"
instalación de José Hidalgo en la que podía leerse "Blancos
sí, Negros también", y Rosa Castro llegó a la conclusión
de que el pensamiento, que es premisa indispensable para cualquier acción,
continúa marginado.
Estos hechos, suficientes para reconocer el descontento de muchos artistas
cubanos por el acoso a que son sometidos dentro de "las libertades"
defendidas por De la Hoz -y "el martillo"- en el periódico
Granma, fueron sellados con un mensaje de ¿estupor? enviado por el
periodista cuando expresó: Rufo, aún se bajan cuadros de las galerías.
Estas aportaciones a la vigencia de una censura aplicada ante supuestos desvíos
ideológicos de las artes plásticas de la isla, no son nada
sospechosas de haber sido escritas por los "contrarrevolucionarios" de
la revista Encuentro de la Cultura Cubana, dirigida y editada en el exilio por
el escritor Jesús Díaz y otros artistas e intelectuales cubanos en
la diáspora.
Porque aún cuando las autoridades lo tratan de ocultar, se escuchan
voces. Todavía se siente el crujir de pinceles pisoteados, de óleos
condenados al suicidio del nunca jamás por su mensaje. Aún se
angustia el mar por la bandada infinita de artistas cubanos hacia el exilio.
Pero ha parido gemelos la memoria en las calles rotas de la isla, y allí
se ocultan y florecen mini-galerías alternativas que, como cunas y
espadas para los que al pensar bien pintan mejor, sirven de antídotos
contra el olvido.
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