Julio 9, 2001
La palabra que salva
Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press
LA HABANA, julio - Los espacios abiertos por la Iglesia Católica de
Cuba para informar y debatir sobre temas vedados a la población en
general son vistos con recelo por las autoridades del país, ante la
aceptación pública de un proyecto independiente de las esferas de
opinión del gobierno cubano.
El carácter de las informaciones aparecidas en la revista Palabra
Nueva, abordadas sin omisiones prejuiciadas por ideologías
institucionales, corrientes sectarias, ni fe religiosa, resulta suficiente para
que sean marginadas de los medios de comunicación del estado, por temor a
un mensaje que desmonta desde la veracidad todo un engranaje dogmático
diseñado a partir de un credo político supuestamente
incuestionable.
El premio Medalla de Oro de la Unión Católica Internacional de
la Prensa (UCIP) que en 1998 fue otorgado a esta publicación del
Departamento de Medios de Comunicación Social de la Arquidiócesis
de La Habana, sentó las bases para un despliegue cualitativo que se venía
gestando desde su primera salida en 1991.
El significativo reconocimiento, obtenido por su labor en "promover la
libertad de prensa y constituirse en un espacio de participación y
expresión del pueblo cubano, en medio de las dificultades del contexto",
como reza en los documentos acreditativos del premio de la UCIP, se ha
convertido en un mayor compromiso de trabajo para divulgar la realidad de una
sociedad en crisis.
Con puntos de contacto en un precepto de San Pablo que dice "El amor a
Cristo nos apremia", y en la frase martiana "Es el amor quien ve",
el colectivo de Palabra Nueva y sus colaboradores se han dado a la tarea de
rescatar los personajes y temas más candentes de la cubanidad omitida,
con el propósito de integrarlos al caudal indivisible de la nación.
Secciones como Figuras Relevantes de la Nacionalidad, Segmentos, Cultura y
Arte, por sólo citar algunas donde aparecen numerosas personalidades
borradas del acervo cultural cubano por el mensaje de sus obras o pensamientos,
reflejan la línea editorial de una revista que, pese a su carácter
mensual, el sobrio diseño y la falta total de promoción a través
de los medios de comunicación masiva del país, gana seguidores en
cada una de sus ediciones.
Otro de los espacios ganados a la censura oficial por la Iglesia Católica
cubana es el aula Fray Bartolomé de las Casas, adjunta al templo
capitalino San Juan de Letrán, que cada último jueves de mes sirve
de sede para que las diferentes corrientes de opinión circulen e interactúen
desde sus múltiples tendencias.
Convertido en un espacio perturbador por abordar la integración y
participación ciudadana a partir del sentido de pertenencia a un
colectivo humano donde la marginación voluntaria o la exclusión
forzosa han sido evidentes, los participantes asumen y diseccionan sus más
agudas interioridades en busca de un proyecto de identidad cultural que no esté
limitado por razones políticas.
Esta modalidad del espacio abierto para el debate civilizado entre quienes
profesan diversas opiniones, aunque inquietante para los defensores de una
continuidad en el estancamiento social donde predomina una sola idea, un solo
criterio, una sola voz que ordene y mande cual si condujera a un rebaño
de corderos, aporta muchas consideraciones y nuevos enfoques en un contexto que
cambia ante el derrumbe de los paradigmas ideológicos del poder.
El hallazgo de nuevos caminos para encauzar los derroteros del devenir histórico
de la nación, así como el rescate de propuestas cívicas
omitidas por presentar otra opción más allá de las
autorizadas por el gobierno, constituyen un paso adelante en la integración
de los conceptos patria, cultura e identidad como símbolo unívoco
de un espacio ganado a la censura en el ámbito nacional.
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