Por ALEIDA DURAN Revista Contacto, Diciembre 3
El pasado 1 de diciembre, el Partido Comunista de Cuba recomendó
autorizar la celebración de la Navidad en esa nación del Caribe.
Ya se había celebrado en diciembre de 1997, pocas semanas antes de la
llegada de Su Santidad Juan Pablo II a territorio cubano, pero sólo por
esa ocación. Ahora podría ser para siempre.
La Navidad, sin dudas la celebración más importante para los
cubanos durante casi cinco siglos, fue prohibida por decreto gubernamental en
1969, con el pretexto de que era necesario trabajar sin descanso para lograr 10
millones de toneladas de azúcar al concluir la zafra de aquel período,
en 1970. Esa meta no se logró, ni la continuidad de las Navidades
tampoco, por casi tres décadas.
Desde entonces, nunca más se permitió su celebración
hasta 1997. Durante todos esos años, quienes la celebraban, muchas veces
a escondidas, eran acusados de tener "debilidades ideológicas",
y su futuro en empleos y centros de estudio se volvía incierto.
Las Navidades de 1959, cuando Castro llegó al poder, fueron hermosas
a pesar de que durante ese año se habían presentado señales
inquietantes: demasiados fusilamientos, las primeras confiscaciones de
propiedades, la misteriosa desaparición del comandante Camilo Cienfuegos,
quien con Castro y el argentino Ernesto "Che" Guevara, había
conformado la trilogía de comandantes jefes de la revolución, y la
condena a 20 años de prisión del comandante Húber Matos,
jefe militar revolucionario de Camagüey.
Las sospechas angustiaban a muchos, pero la mayoría de la población
continuaba subyugada por Castro: "Fidel, ésta es tu casa", se
leía en decenas de puertas en cada ciudad.
En los primeros días de diciembre, Castro había tratado de
eliminar una imagen supuestamente "ajena a Cuba": Santa Claus. Sería
sustituida por una figura similar a la de la clásica caricatura cubana de
Liborio: un "guajiro" (campesino) vestido de guayabera, sombrero
campesino y barba, a quien llamarían Don Feliciano. No fue posible:
chicos y mayores rechazaron a Don Feliciano.
El día 24, sin orden ni listado, camiones militares recorrieron los
barrios pobres entregando paquetes de alimentos navideños: carne de
puerco, frijoles negros, arroz, turrones, golosinas.
Y la Nochebuena resultó perfecta: la temperatura ligeramente fresca;
el cielo, de un azul oscuro profundo, despejado y cuajado de estrellas; la luna,
brillante. Alrededor de las mesas bien provistas, se reunieron las familias. Más
tarde, los más religiosos acudieron a la misa de media noche en iglesias
profusamente iluminadas. Otros se fueron de fiesta. Fiestas sin el terror del
estallido de bombas colocadas en cabarets y sitios públicos por miembros
del Movimiento 26 de Julio, ahora en el poder, las cuales habían
ensombrecido las fiestas de los años inmediatamente anteriores al 31 de
diciembre de 1958.
Cómo era la Navidad
La Navidad anterior al proceso castrista era el momento más esperado
por los cubanos. Aquellas Navidades en las que ciudades y pueblos se vestían
de fiesta desde el 23 de diciembre, con mercados que parecían ferias,
donde las familias compraban las vituallas para la celebración: el
puerco, cuyo tamaño dependería del número de comensales,
los frijoles negros, la yuca, mucho ajo, las gallinas de Guinea de plumaje gris
salpicado de motas blancas, o los pollos; el vino tinto, las toronjas para hacer
dulce, las guayabas o los dulces de guayaba ya elaborados, el queso blanco y el
amarillo, los turrones de yema, de Jijona, de almendras, de Alicante.
En la noche continuaba la fiesta: los chicos revoloteando alrededor de la
madre, quien adobaba el puerco y ponía a remojar en agua los frijoles
negros.
En la mañana del 24, muy temprano comenzaba el asado, casi siempre a
cargo del padre, los tíos y primos, los hijos varones mayores y algún
amigo.
Las Nochebuenas en el campo, o en las casas de pueblo donde había
patio de tierra, eran las mejores. Los hombres abrían un hoyo en la
tierra y en él preparaban el horno convirtiendo en brasas trozos de
madera seca o delgados troncos de arbustos. Sobre éstos, hojas de
guayaba. Por aquello del sabor. En los bordes del hoyo se colocaba el puerco,
atravesado por una puya que los hombres hacían girar lentamente, mientras
algunos de ellos tomaban frecuentemente traguitos de vino o de ron o cerveza,
bajo la mirada vigilante de las mujeres para que "no se pasaran".
En la noche, la larga mesa alrededor de la cual se sentarían
familiares y amigos. "En mi casa nos reunimos 15". "Pues en la mía
éramos 35", contarían después. Cada quien se ufanaba
de haber reunido el mayor número de comensales.
"¡Ah! ¡Qué Navidades aquéllas, compadre!",
comenta ahora Angel Alfonso, quien después se "alzaría"
en las lomas del Escambray, sería capturado y pasaría 15 años
encarcelado. "¡Cómo las extraño!".
Todo parecía normal, pero bajo las capas superficiales tenía
lugar el primer contacto entre Moscú y La Habana, en febrero de 1960.
Como resultado, en julio, llegaron a la isla más de 20 mil toneladas de
armamento.
"Como la mayoría de los otros, el cambio de la Navidad no fue súbito,
sino progresivo", cuenta Alfredo Avello, profesor del Kean College, de New
Jersey, quien fue seminarista en Cuba durante siete años. Avello no llegó
a profesar como sacerdote, pero se ha mantenido cercano a la Iglesia.
Recuerda que fue en 1960 cuando el padre Germán Lense creó el
movimiento "Con la Cruz y con la Patria", compuesto por católicos
prácticos que favorecían la revolución.
"La mayoría de ellos terminaron siendo comunistas", dice
Avello.
Lense se enfrentó a la Iglesia y fue suspendido por el Obispo de La
Habana, monseñor Evelio Díaz, pero quien formuló el anuncio
fue monseñor Eduardo Boza Masvidal, ordenado obispo ese año. Boza
se colocó en la mirilla del gobierno.
Las tensiones entre el gobierno y la iglesia crecían. Fue ése
el año de la intervención de las escuelas católicas por el
estado; el año en el que la Iglesia de Cuba emitió tres cartas
pastorales de advertencia. El año en que alrededor de un millón de
personas acudieron al último Congreso Eucarístico de Cuba,
celebrado ese otoño en La Habana.
El año en el que se celebraban las "segundas Navidades Libres",
bastante distintas a las anteriores. Con el título "Jesús del
Bohío" se representaba la Navidad en la marquesina de la estación
de radio CMQ, en La Habana. Los tres Reyes Magos eran Castro, el Ché y
Juan Almeida, el único hombre de raza negra en una alta posición
dentro de la revolución. Ellos llevaban como regalos la Reforma Agraria,
la Reforma Urbana y el Año de la Educación, que sería el próximo.
"Comenzaba a comentarse que los curas eran 'falangistas' y que 'la
gusanera' se metía en las iglesias", señala Avello.
En 1961 se produjo la invasión de Bahía de Cochinos, cuyo
fracaso erradicó las ilusiones de una gran parte del pueblo cubano. Fue
también el primer año negro de la Iglesia Católica.
Boza, quien había sido párroco de la Iglesia de Nuestra Señora
de la Caridad, acudió a ésta para acompañar a los
feligreses en la procesión planeada para celebrar la fiesta de la patrona
de Cuba, el 8 de septiembre.
"A punto de sacar de la iglesia la imagen de Nuestra Señora de
la Caridad del Cobre para pasearla en procesión, un grupo de provocadores
profería insultos frente a la iglesia, contra los católicos y
contra Mons. Boza", cuenta Avello, testigo presencial.
Se suscitó un prolongado incidente. Finalmente, un joven miembro de
la Juventud Católica resultó muerto en la balacera desatada por
los milicianos, relata Avello.
Más tarde, el gobierno diría que el muerto había sido "un
joven comunista, víctima de disturbios provocados por los gusanos
contrarrevolucionarios".
El 17 de septiembre, Mons. Boza y más de un centenar de sacerdotes y
religiosas eran expulsados de Cuba. Las Navidades fueron tensas y discretamente
celebradas por los cristianos.
En 1962 los alimentos navideños se vieron ya restringidos por la
imposición de la libreta de racionamiento que han sufrido los cubanos
desde entonces. Ya no se vendían arbolitos de Navidad en las tiendas,
aunque se podían comprar a vendedores ambulantes. Todavía las
tiendas tenían algunos juguetes para quienes hacían largas filas
(colas). El racionamiento se agudizó en 1964, y desparecieron del mercado
artículos que antes eran comunes hasta para los más pobres,
producidos o cosechados en la propia Cuba.
En 1968 se produjo "la ofensiva revolucionaria" con la eliminación
de los pequeños comercios y los vendedores ambulantes, lo cual redujo aún
más la celebración de la Navidad, que se llevaba a cabo ya mucho más
en las iglesias que en los hogares. Y en 1969 se produce la prohibición.
El escritor Vicente Echerri, autor de varios libros y ex estudiante de
Teoleogía Sagrada en el Seminario Episcopal de Matanzas, Cuba, asegura
que la Navidad es mucho más que una conmemoración religiosa:
celebra la instauración de una nueva era, un nuevo tiempo, un nuevo
estilo en las relaciones entre los seres humanos.
"Quienes han pretendido que el pueblo olvidara esa fecha, son los
mismos que han querido que el pueblo se olvide de sus derechos", afirma
Echerri.
Todo indica que desde el principio, el gobierno de Castro tenía el
propósito de erradicar las creencias religiosas por medio del
materialismo científico, objetivo que se concretó en el Primero
Congreso del Partido Comunista de Cuba, a mediados de los 70.
El Manual de Historia del Mundo Antiguo que se enseñaba hasta hace
muy poco a estudiantes de secundaria, y aún a niños de 10 años
de edad, lo explica así:
"Hace alrededor de dos mil años se difundieron rumores sobre la
existencia de Cristo, supuestamente hijo de un dios, pero la ciencia ha probado
que Cristo nunca existió. Muchas gentes, sin embargo, creyeron en las
leyendas que se relataban sobre él".
"Transcurridos 500 ó 600 años, alguien inventó la
fecha del supuesto nacimiento de Cristo y los que creían que esto era
cierto empezaron a contrar el tiempo a partir de entonces".
Pero a mediados de la década de los 80, luego de una persecución
religiosa que abarcaba a todos los sectores cristianos, Castro busca la
solidaridad de América Latina y se da cuenta de que a medida que se
acerca el fin del siglo XX, esta región se va convirtiendo en el primer
continente cristiano, dado el número de sus fieles. Se impone ofrecer una
imagen de tolerancia religiosa. Y se produce un acercamiento de las esferas
oficiales cubanas con sectores religiosos extranjeros. Castro recibe en 1985 al
cardenal Joseph O'Connor, de Nueva York.
El gobierno inicia una ofensiva de apertura religiosa, hacia el exterior,
incluyendo una amplia publicidad a "Fidel y la Religión", el
libro de Frai Betto en el que Castro cuenta anécdotas, habla de sus
estudios con los jesuítas, de la misa. Prácticamente legitimiza a
Cristo.
Era, sin embargo, la época en que, según dijo a la Agence
France Press el entonces secretario de la Conferencia Espiscopal y vicario de La
Habana, monseñor Carlos Manuel de Céspedes, los jóvenes que
entraban al culto por primera vez preguntaban, señalando a Cristo en la
cruz: "¿Quién es ése?".
En enero pasado, durante la homilía de Su Santidad Juan Pablo II en
la Plaza José Martí, un gigantesco Corazón de Jesús,
colgaba del edificio de la Biblioteca Nacional de Cuba.
Hace pocos meses, el líder del Movimiento Cristiano Liberación,
Oswaldo Payá Sardiñas, declaró en Cuba que nada había
cambiado allí desde la visita papal. Sin embargo, el cardenal Jaime
Ortega, arzobispo de La Habana, ha asegurado lo contrario en una reciente visita
a Europa.
En un editorial publicado a mediados de este año, la revista Contacto
comentó que la Iglesia cubana debía definir si en realidad sólo
busca un espacio para sí misma, o para todos los cubanos, ya que en Cuba
prevalece la ausencia de todos los derechos y libertades fundamentales.
Mientras tanto, a Cuba vuelve la Navidad. ¿Podrán celebrarla en
las penitenciarías los prisioneros de conciencia? Nadie lo sabe todavía. |