CUBANET

Diciembre 4, 1998

Cuba en Navidad: Hubo 28 Años de Prohibición y 500 de Celebración

Por ALEIDA DURAN
Revista Contacto, Diciembre 3

El pasado 1 de diciembre, el Partido Comunista de Cuba recomendó autorizar la celebración de la Navidad en esa nación del Caribe. Ya se había celebrado en diciembre de 1997, pocas semanas antes de la llegada de Su Santidad Juan Pablo II a territorio cubano, pero sólo por esa ocación. Ahora podría ser para siempre.

La Navidad, sin dudas la celebración más importante para los cubanos durante casi cinco siglos, fue prohibida por decreto gubernamental en 1969, con el pretexto de que era necesario trabajar sin descanso para lograr 10 millones de toneladas de azúcar al concluir la zafra de aquel período, en 1970. Esa meta no se logró, ni la continuidad de las Navidades tampoco, por casi tres décadas.

Desde entonces, nunca más se permitió su celebración hasta 1997. Durante todos esos años, quienes la celebraban, muchas veces a escondidas, eran acusados de tener "debilidades ideológicas", y su futuro en empleos y centros de estudio se volvía incierto.

Las Navidades de 1959, cuando Castro llegó al poder, fueron hermosas a pesar de que durante ese año se habían presentado señales inquietantes: demasiados fusilamientos, las primeras confiscaciones de propiedades, la misteriosa desaparición del comandante Camilo Cienfuegos, quien con Castro y el argentino Ernesto "Che" Guevara, había conformado la trilogía de comandantes jefes de la revolución, y la condena a 20 años de prisión del comandante Húber Matos, jefe militar revolucionario de Camagüey.

Las sospechas angustiaban a muchos, pero la mayoría de la población continuaba subyugada por Castro: "Fidel, ésta es tu casa", se leía en decenas de puertas en cada ciudad.

En los primeros días de diciembre, Castro había tratado de eliminar una imagen supuestamente "ajena a Cuba": Santa Claus. Sería sustituida por una figura similar a la de la clásica caricatura cubana de Liborio: un "guajiro" (campesino) vestido de guayabera, sombrero campesino y barba, a quien llamarían Don Feliciano. No fue posible: chicos y mayores rechazaron a Don Feliciano.

El día 24, sin orden ni listado, camiones militares recorrieron los barrios pobres entregando paquetes de alimentos navideños: carne de puerco, frijoles negros, arroz, turrones, golosinas.

Y la Nochebuena resultó perfecta: la temperatura ligeramente fresca; el cielo, de un azul oscuro profundo, despejado y cuajado de estrellas; la luna, brillante. Alrededor de las mesas bien provistas, se reunieron las familias. Más tarde, los más religiosos acudieron a la misa de media noche en iglesias profusamente iluminadas. Otros se fueron de fiesta. Fiestas sin el terror del estallido de bombas colocadas en cabarets y sitios públicos por miembros del Movimiento 26 de Julio, ahora en el poder, las cuales habían ensombrecido las fiestas de los años inmediatamente anteriores al 31 de diciembre de 1958.

Cómo era la Navidad

La Navidad anterior al proceso castrista era el momento más esperado por los cubanos. Aquellas Navidades en las que ciudades y pueblos se vestían de fiesta desde el 23 de diciembre, con mercados que parecían ferias, donde las familias compraban las vituallas para la celebración: el puerco, cuyo tamaño dependería del número de comensales, los frijoles negros, la yuca, mucho ajo, las gallinas de Guinea de plumaje gris salpicado de motas blancas, o los pollos; el vino tinto, las toronjas para hacer dulce, las guayabas o los dulces de guayaba ya elaborados, el queso blanco y el amarillo, los turrones de yema, de Jijona, de almendras, de Alicante.

En la noche continuaba la fiesta: los chicos revoloteando alrededor de la madre, quien adobaba el puerco y ponía a remojar en agua los frijoles negros.

En la mañana del 24, muy temprano comenzaba el asado, casi siempre a cargo del padre, los tíos y primos, los hijos varones mayores y algún amigo.

Las Nochebuenas en el campo, o en las casas de pueblo donde había patio de tierra, eran las mejores. Los hombres abrían un hoyo en la tierra y en él preparaban el horno convirtiendo en brasas trozos de madera seca o delgados troncos de arbustos. Sobre éstos, hojas de guayaba. Por aquello del sabor. En los bordes del hoyo se colocaba el puerco, atravesado por una puya que los hombres hacían girar lentamente, mientras algunos de ellos tomaban frecuentemente traguitos de vino o de ron o cerveza, bajo la mirada vigilante de las mujeres para que "no se pasaran".

En la noche, la larga mesa alrededor de la cual se sentarían familiares y amigos. "En mi casa nos reunimos 15". "Pues en la mía éramos 35", contarían después. Cada quien se ufanaba de haber reunido el mayor número de comensales.

"¡Ah! ¡Qué Navidades aquéllas, compadre!", comenta ahora Angel Alfonso, quien después se "alzaría" en las lomas del Escambray, sería capturado y pasaría 15 años encarcelado. "¡Cómo las extraño!".

Todo parecía normal, pero bajo las capas superficiales tenía lugar el primer contacto entre Moscú y La Habana, en febrero de 1960. Como resultado, en julio, llegaron a la isla más de 20 mil toneladas de armamento.

"Como la mayoría de los otros, el cambio de la Navidad no fue súbito, sino progresivo", cuenta Alfredo Avello, profesor del Kean College, de New Jersey, quien fue seminarista en Cuba durante siete años. Avello no llegó a profesar como sacerdote, pero se ha mantenido cercano a la Iglesia.

Recuerda que fue en 1960 cuando el padre Germán Lense creó el movimiento "Con la Cruz y con la Patria", compuesto por católicos prácticos que favorecían la revolución.

"La mayoría de ellos terminaron siendo comunistas", dice Avello.

Lense se enfrentó a la Iglesia y fue suspendido por el Obispo de La Habana, monseñor Evelio Díaz, pero quien formuló el anuncio fue monseñor Eduardo Boza Masvidal, ordenado obispo ese año. Boza se colocó en la mirilla del gobierno.

Las tensiones entre el gobierno y la iglesia crecían. Fue ése el año de la intervención de las escuelas católicas por el estado; el año en el que la Iglesia de Cuba emitió tres cartas pastorales de advertencia. El año en que alrededor de un millón de personas acudieron al último Congreso Eucarístico de Cuba, celebrado ese otoño en La Habana.

El año en el que se celebraban las "segundas Navidades Libres", bastante distintas a las anteriores. Con el título "Jesús del Bohío" se representaba la Navidad en la marquesina de la estación de radio CMQ, en La Habana. Los tres Reyes Magos eran Castro, el Ché y Juan Almeida, el único hombre de raza negra en una alta posición dentro de la revolución. Ellos llevaban como regalos la Reforma Agraria, la Reforma Urbana y el Año de la Educación, que sería el próximo.

"Comenzaba a comentarse que los curas eran 'falangistas' y que 'la gusanera' se metía en las iglesias", señala Avello.

En 1961 se produjo la invasión de Bahía de Cochinos, cuyo fracaso erradicó las ilusiones de una gran parte del pueblo cubano. Fue también el primer año negro de la Iglesia Católica.

Boza, quien había sido párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Caridad, acudió a ésta para acompañar a los feligreses en la procesión planeada para celebrar la fiesta de la patrona de Cuba, el 8 de septiembre.

"A punto de sacar de la iglesia la imagen de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre para pasearla en procesión, un grupo de provocadores profería insultos frente a la iglesia, contra los católicos y contra Mons. Boza", cuenta Avello, testigo presencial.

Se suscitó un prolongado incidente. Finalmente, un joven miembro de la Juventud Católica resultó muerto en la balacera desatada por los milicianos, relata Avello.

Más tarde, el gobierno diría que el muerto había sido "un joven comunista, víctima de disturbios provocados por los gusanos contrarrevolucionarios".

El 17 de septiembre, Mons. Boza y más de un centenar de sacerdotes y religiosas eran expulsados de Cuba. Las Navidades fueron tensas y discretamente celebradas por los cristianos.

En 1962 los alimentos navideños se vieron ya restringidos por la imposición de la libreta de racionamiento que han sufrido los cubanos desde entonces. Ya no se vendían arbolitos de Navidad en las tiendas, aunque se podían comprar a vendedores ambulantes. Todavía las tiendas tenían algunos juguetes para quienes hacían largas filas (colas). El racionamiento se agudizó en 1964, y desparecieron del mercado artículos que antes eran comunes hasta para los más pobres, producidos o cosechados en la propia Cuba.

En 1968 se produjo "la ofensiva revolucionaria" con la eliminación de los pequeños comercios y los vendedores ambulantes, lo cual redujo aún más la celebración de la Navidad, que se llevaba a cabo ya mucho más en las iglesias que en los hogares. Y en 1969 se produce la prohibición.

El escritor Vicente Echerri, autor de varios libros y ex estudiante de Teoleogía Sagrada en el Seminario Episcopal de Matanzas, Cuba, asegura que la Navidad es mucho más que una conmemoración religiosa: celebra la instauración de una nueva era, un nuevo tiempo, un nuevo estilo en las relaciones entre los seres humanos.

"Quienes han pretendido que el pueblo olvidara esa fecha, son los mismos que han querido que el pueblo se olvide de sus derechos", afirma Echerri.

Todo indica que desde el principio, el gobierno de Castro tenía el propósito de erradicar las creencias religiosas por medio del materialismo científico, objetivo que se concretó en el Primero Congreso del Partido Comunista de Cuba, a mediados de los 70.

El Manual de Historia del Mundo Antiguo que se enseñaba hasta hace muy poco a estudiantes de secundaria, y aún a niños de 10 años de edad, lo explica así:

"Hace alrededor de dos mil años se difundieron rumores sobre la existencia de Cristo, supuestamente hijo de un dios, pero la ciencia ha probado que Cristo nunca existió. Muchas gentes, sin embargo, creyeron en las leyendas que se relataban sobre él".

"Transcurridos 500 ó 600 años, alguien inventó la fecha del supuesto nacimiento de Cristo y los que creían que esto era cierto empezaron a contrar el tiempo a partir de entonces".

Pero a mediados de la década de los 80, luego de una persecución religiosa que abarcaba a todos los sectores cristianos, Castro busca la solidaridad de América Latina y se da cuenta de que a medida que se acerca el fin del siglo XX, esta región se va convirtiendo en el primer continente cristiano, dado el número de sus fieles. Se impone ofrecer una imagen de tolerancia religiosa. Y se produce un acercamiento de las esferas oficiales cubanas con sectores religiosos extranjeros. Castro recibe en 1985 al cardenal Joseph O'Connor, de Nueva York.

El gobierno inicia una ofensiva de apertura religiosa, hacia el exterior, incluyendo una amplia publicidad a "Fidel y la Religión", el libro de Frai Betto en el que Castro cuenta anécdotas, habla de sus estudios con los jesuítas, de la misa. Prácticamente legitimiza a Cristo.

Era, sin embargo, la época en que, según dijo a la Agence France Press el entonces secretario de la Conferencia Espiscopal y vicario de La Habana, monseñor Carlos Manuel de Céspedes, los jóvenes que entraban al culto por primera vez preguntaban, señalando a Cristo en la cruz: "¿Quién es ése?".

En enero pasado, durante la homilía de Su Santidad Juan Pablo II en la Plaza José Martí, un gigantesco Corazón de Jesús, colgaba del edificio de la Biblioteca Nacional de Cuba.

Hace pocos meses, el líder del Movimiento Cristiano Liberación, Oswaldo Payá Sardiñas, declaró en Cuba que nada había cambiado allí desde la visita papal. Sin embargo, el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, ha asegurado lo contrario en una reciente visita a Europa.

En un editorial publicado a mediados de este año, la revista Contacto comentó que la Iglesia cubana debía definir si en realidad sólo busca un espacio para sí misma, o para todos los cubanos, ya que en Cuba prevalece la ausencia de todos los derechos y libertades fundamentales.

Mientras tanto, a Cuba vuelve la Navidad. ¿Podrán celebrarla en las penitenciarías los prisioneros de conciencia? Nadie lo sabe todavía.ƒ




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