ECONOMIA
A
una década del autoempleo en Cuba (III)
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Salvador
Valdés Mesa era el ministro de Trabajo
y Seguridad Social hace diez años, cuando
el estado se vio en la necesidad de dictar el
Decreto Ley 141, y a él, desde las filas
de la nomenclatura oficial le correspondió
presentar y defender ese proceso.
Y no podía ser de otra manera. La cifra
de desempleados y subempleados ascendía
dramáticamente, y mes tras mes la caldera
social acumulaba más y más presión
con el peligro de estallar. La ley vino a representar
la válvula capaz de soltar el vapor en
exceso y evitar la explosión. Así
lo entendió el ex ministro y así
lo expuso.
Dos años después, cuando se autoriza
la participación de algunos profesionales
en esta modalidad de trabajo, en una entrevista
al diario Granma, Valdés Mesa respondió
a la pregunta de cuáles eran las perspectivas
que veía para el autoempleo: "Ampliar
y consolidar esta actividad. Ganar en experiencia
para perfeccionar todo lo legislado. Estoy seguro
que en el camino habrá cambios que consoliden
y hagan más efectiva esta alternativa de
empleo". Y concluyó: "Crecerá
en la medida que lo sepamos conducir bien".
Muchos creyeron que esa forma de trabajo llegaba
para quedarse definitivamente. Pero no todos en
las altas esfera pensaron así. No era interés
de la alta dirección política que
el cuentapropismo fuera una opción o alternativa
ante el trabajo dirigido y ofertado por el estado.
Salvador Valdés Mesa no sobrevivió
como ministro al período especial.
Pese a que el aporte al presupuesto nacional
a través de los impuestos no es nada despreciable,
no se hace mención alguna de forma directa
a su potencialidad y desarrollo, ni siquiera como
agradecimiento por lo que significó en
los años más duros de la crisis.
Ningún dirigente o la prensa hace referencia
a ello, a no ser para señalar los ejemplos
negativos que se detectan y condenan.
En algo no se equivocan los gurúes gubernamentales.
El cuentapropismo permitió el desarrollo
de la iniciativa privada, individual, libre de
intromisiones estatales. Miles de familias vieron
cómo, con un trabajo honesto y legal, podían
mejorar sus vidas muy por encima del ideal propuesto
por esta sociedad, como mérito al trabajo
y no a una filiación o participación
política.
Antes para muchos el neoliberalismo era una herejía
y hoy lo ven como una posibilidad real para resolver
los problemas de la sociedad y estimular el trabajo
creativo, humano, sin interferencias políticas.
Bebieron el cáliz de la libertad económica,
y ya no pueden vivir sin ella.
La negativa a toda costa de permitir sindicatos
o asociaciones gremiales de estos trabajadores
responde al temor de no poder tenerlos bajo control
y que constituyan instituciones de una sociedad
civil democrática y vigorosa.
Los cuentapropistas son propietarios de sus medios
de producción y su contribución
directa al presupuesto nacional a través
de los impuestos les confiere una personalidad
productiva legal que no se puede negar. Por eso
la actividad se limita a lo sumo a la esfera familiar.
No se permite el trabajo ajeno, al asalariado
dependiente del "patrón capitalista".
Por eso llamarlos "trabajadores" es
un eufemismo para evitar designarlos como propietarios
de negocios familiares.
La represión que sobre ellos se ejerce
forma parte de la que se desarrolla contra toda
la sociedad civil cubana. El gobierno totalitario
aspira a revertir la situación y regresar
a la época de control absoluto de la sociedad,
y con ello desarticular nuevamente el autoempleo
como forma independiente de trabajo individual.
Pero no será fácil, porque ya no
tiene a los aliados que pagaban mantener una política
que hoy no existe, y la misma dinámica
de la contradicción existente entre el
consumo social y la producción privatizada
llevará a la única y verdadera solución,
bajo la realidad objetiva de que la producción
estatal es mucho menos eficiente que la producción
privada. cnet/27
A
una década del autoempleo en Cuba (II)
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