HISTORIA
Si
España tuvo su Platero, Santa Clara tuvo su Perico
(II)
SANTA CLARA, diciembre (www.cubanet.org)
- Observando detenidamente hoy la estatua del
burro Perico, en un lugar no muy céntrico
de la ciudad, me detengo a meditar y filosofar
por unos minutos. Por Santa Clara han pasado personalidades
importantes de la historia y de la cultura, desde
Carusso hasta Máximo Gómez. La lista
sería interminable pero ninguno, excepto
la ilustre Marta Abreu de Estévez, oriunda
de esta villa, hizo algo notorio por Santa Clara.
Ella tiene su estatua y Perico también;
la primera es hermosa y está ubicada en
el céntrico Parque Vidal, la segunda es
inmerecida por sus diezmados valores arquitectónicos
y pésimo mal gusto, al ser diseñada
y construida con gruesas chapas de metal.
Pero... ¿qué pasaría si
Perico viviera actualmente en Santa Clara? La
historia de Perico parece hoy sacada de la ciencia
ficción; los más jóvenes
no admiten como un pueblo entero se preocupaba
y amaba tanto a un animal, cuando en estos tiempos
el amor se ha perdido. Las lágrimas derramadas
por un enfermo o ante la muerte de un familiar
parecen salir de los ojos de un cocodrilo. Muchos
se alegran de que suceda lo peor para ampliarse
en la casa, no tener que atenderlos o sencillamente
heredar la vivienda o dos sillones de la sala.
Al otro día cuando regresan del cementerio
las fotos de la pared son sustituidas por altoparlantes
que anuncian la fiesta con música rap,
discoteca o la timba cubana. Ante estas condiciones
ultramodernas, ¿qué podría
esperar Perico?
Posiblemente lo único que hubiera podido
hacer en estos días el inteligente animal
sería pasearse por las calles aún
adoquinadas de la ciudad. Ante la ausencia de
tráfico, perfectamente podría aprender
a sortear las bicicletas, los bicitaxis, los carretones.
Claro, Perico tendría que tener mucho cuidado
con las personas inescrupulosas, que ahora abundan
en mayor número y perfidia. Quizá
saliera a la calle un solo día entes de
terminar degollado y vendida sus carnes en el
mercado negro a precio exorbitante. Estoy convencido
también de que jamás saldría
a la calle con un cartel criticando a la revolución
o al tirano; ésa sería su mayor
desgracia antes de ir a parar a la boca de los
leones del "zoo" municipal.
No sé si el gobierno de Santa Clara permitiría
al burro penetrar en las áreas del céntrico
Parque Vidal, convertido en un "monumento
al equilibrio ecológico". Allí
los niños pudieran disfrutar con el animal
jugando con él, aunque no puedan obsequiarles
caramelos porque ellos los niños tampoco
los tienen. ¿Cuál sería entonces
el sustento del solípedo en esta ciudad
que respira modernidad sin tenerla?
Manos amigas que le cedan la cuota de cinco onzas
de pan diaria quedan muy pocas, aunque almas caritativas
siempre hay. Aunque con lo selectivo del paladar
de Perico pienso que él rechazaría
este pan de pésimo olor y sabor.
Para encontrar el agua cristalina que beber tendría
que recorrer grandes distancias hacia las afueras
de la cuidad. La que viene del acueducto tiene
sabor a renacuajo, a peces podridos y el color
es achocolatado. Los ríos Bélico
y Cubanicay son en la actualidad dos ejemplos
fehacientes de la mayor contaminación ambiental,
y de la cerveza ni hablar. De pésimo sabor,
el líquido estomacal refrescante, de color
amarillento a veces elaborada de extractos de
fruta bomba, sólo se puede consumir en
el área del Sandino o en la época
de carnavales. Caliente tampoco se la bebería
Perico.
En fin, han transcurrido 56 años de la
desaparición física del animal,
y Santa Clara ya no es la misma. Quizá
el inteligente burro hoy terminaría como
miles de ancianos; olvidados en un lecho de paja
esperando la muerte necesaria.
Perico realmente merece un monumento mejor. Fulgueiras
ahora se debate entre la monotonía diaria
y la incertidumbre por el acoso del escultor de
Perico, tanto en la puerta de su casa como en
la editora de Vanguardia. Para ser honesto, con
toda la sinceridad del mundo me atrevo a afirmar
que siendo Perico un animal, hizo más por
Santa Clara y los santaclareños que otras
figuras, a quienes sí le han construido
esculturas de dimensiones colosales.
Pasarán los años, los gobiernos,
quizás los siglos y aunque no se edite
un buen libro sobre el infatigable andador de
las adoquinadas calles de Santa Clara, su asnal
fisonomía continuará paseando en
la fantasía de los niños y en la
memoria de sus padres, que se encargarán
de transmitir la historia a las nuevas generaciones.
cnet/46
Si España
tuvo su Platero, Santa Clara tuvo su Perico (I)
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