MIAMI, Estados Unidos. — El 7 de diciembre de 1896 se produjo la caída en combate en Punta Brava (La Habana) del mayor general Antonio Maceo y Grajales, una de las grandes figuras de las gestas libertadoras en Cuba.
No son pocos los apuntes sobre la muerte de Maceo. Sin embargo, la historiografía oficial refleja la muerte del Titán de Bronce como una efeméride más en el calendario nacional, sin ofrecer muchos más detalles sobre los que sucedió antes, durante y después del trágico suceso.
Sobre los días que antecedieron a la muerte de Maceo escribió el investigador cubano Raúl Aparicio Nogales: “Maceo ha caminado mucho y está agotado. Tiene fiebre. Le duelen todas las heridas y los ordenanzas le friccionan las piernas para aliviarlo. Le contraría no encontrar los hombres y los caballos que esperaba a su llegada, pero sabe que con haber salido de Pinar del Río y estar en territorio habanero ha infligido una derrota a Weyler. Sube la fiebre y el general Miró, que vela a su lado, lo ve agitarse en la hamaca y le escucha frases incoherentes. En el amanecer cuenta a Miró su sueño. Le dice que vio a su padre, a su madre y a todos sus hermanos muertos. Estaban a su lado y lo llamaban por su nombre. Le decían: Antonio, basta ya de lucha, basta ya de gloria. Habló enseguida sobre Mariana, que iba ya para tres años de muerta, recordó a su hermano José y no ocultó su preocupación por la situación de su esposa, enferma y sin recursos en Costa Rica. Más tarde conversó con su médico. Diría el doctor (Máximo) Zertucha: Me dijo que tenía el presentimiento de que lo iban a matar. Es ya el amanecer del 6 de diciembre de 1896 y apenas le quedan 24 horas de vida.”
Antonio Álvarez Pitaluga, profesor auxiliar del Departamento de Historia de Cuba de la Universidad de La Habana, explica que la muerte de Maceo “fue un hecho dudoso, del cual existen 47 versiones entre cubanos y españoles”.
En la mañana del lunes 7 de diciembre de 1896, fuerzas españolas —incluida la guerrilla de Peral— al mando del comandante Francisco Cirujeda siguen el rastro dejado por Maceo e invaden el campamento del Titán de Bronce en las cercanías de Bauta.
Según apuntes historiográficos, las fuerzas cubanas son sorprendidas, pero logran reorganizarse y pasan a la ofensiva con Maceo al frente. Es allí cuando llega la tragedia. Tras asegurar a Miró, jefe de su Estado mayor, que las acciones marchaban bien, arrecia el fuego enemigo y Maceo es alcanzado por un proyectil que le penetra por el lado derecho de la cara, cerca del mentón, y sale, con ruptura de la arteria carótida, por el lado izquierdo del cuello. Maceo muere casi al instante, y las balas enemigas también matan a su caballo. El cuerpo del lugarteniente general quedó en el campo de batalla hasta que fue rescatado posteriormente por una columna encabezada por Juan Delgado.
La muerte de Maceo generó un impacto devastador y desmoralizante en las tropas cubanas. El propio Dr. Zertucha nunca se recuperó del hecho y así lo certifica: “La muerte del general produjo en mí un estado de aplanamiento y confusión que trastornó por completo mi cerebro (…)”.
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