LAS TUNAS, Cuba. — Refiriéndose a la criminalidad en Cuba, que la prensa oficial ha tratado de minimizar informando de los delitos con opacidad, pero que son los mismos hechos los que por su gravedad ahora preocupan al régimen, en el discurso de conclusión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, la semana pasada, el gobernante Miguel Díaz-Canel dijo: “Aquí hemos discutido el tema ampliamente y hemos expresado el más enérgico rechazo a las manifestaciones de indisciplina social y delito. Ahora queda lo más importante: actuar con rigor, articulando todas las fuerzas revolucionarias con la dirección del Partido, (comunista) el sistema institucional, las organizaciones de masas y de la sociedad civil y nuestras instituciones armadas junto al pueblo”.
Cuando Díaz-Canel, luego de las profusas deliberaciones de los diputados, dijo: “ahora queda lo más importante”, refiriéndose a la actuación estatal y cívica contra el delito, ese “ahora” vino a demostrar lo que la prensa independiente viene reportando hace mucho tiempo, la apatía gubernamental a la hora de enfrentar el crimen en su etapa previa y posterior, y, básicamente, en su profilaxis, por la situación sociopolítica y socioeconómica que han vivido los cubanos desde 1959 hasta hoy día, con supremacía del Estado sobre la familia y la sociedad civil.
El pasado 9 de julio publicamos en este sitio el artículo Cuba, la violencia y las ventanas rotas. La teoría criminológica de la ventana rota expresa que la criminalidad aumenta en situaciones de permisibilidad, entiéndase de tolerancia, en aquellas poblaciones donde el descuido, la suciedad, el maltrato a la propiedad privada y pública y el desorden, se convierten en hechos cotidianos, y esas faltas “menores” repercuten, incluso, en la comisión de los delitos más graves, —lo que se ha demostrado de forma práctica en diferentes entornos y circunstancias— algo que vemos en la cotidianidad cubana, donde lejos de ser observadas esas faltas como lo que son, transgresiones de la ley y las buenas costumbres, ya suelen ser vistas y toleradas como sucesos normales por las personas y por las instituciones y autoridades que, por oficio, tienen la obligación de denunciar o enfrentar esas conductas.
Decíamos entonces en aquel artículo y discúlpenme por citar in extenso que, “eufemísticamente, la prensa oficial llama ´indisciplinas sociales´ a las decenas de actos vandálicos que cada día se producen a lo largo y ancho de todo el archipiélago cubano, ´indisciplinas´ que, por su peligrosidad, daños a la propiedad, connotaciones sociales, perversidad de las personas que las cometen, y por su nocividad a las buenas costumbres, la vida, la integridad física, psíquica y las relaciones humanas que se derivan de esos sucesos criminosos, constituyen delitos conceptuados y penados por el Código Penal”.
Afirmábamos que, no obstante esos hechos estar tipificados como delitos, o contravenciones, la acción contra ellos por parte de los órganos del Estado es escasa o no existe, pese a ser públicos y notorios, y, a excepción de las protestas o acciones cívicas con connotaciones políticas, que sí son reprimidas al instante, podemos ver como las personas pueden hacer lo que mejor les parezca en contra de la propiedad pública o privada sin la debida respuesta policial, administrativa o judicial, hasta que la acumulación de esos hechos comienzan a producir discursos políticos para dar una supuesta “respuesta”, a las alarmas ciudadanas.
En Cuba, el robo, el hurto, la estafa, la malversación, el daño a la propiedad y toda suerte de delitos cuyos móviles son el lucro, y para cuya calificación los penalistas solemos recurrir al llamado verbo nuclear, tienen un antecedente en esas circunstancias vistas como “faltas leves”, pero que, por su hálito de indolencia, de permisión abúlica, como los vertimientos de toda surte de basura, chatarra o escombros en vías públicas, inclusive con peligros para las personas, por accidentes, automovilísticos, ferroviarios, de incendios o contaminación de aguas, forman parte del “ambiente” que da origen al panorama criminal.
“Ahora”, según el discurso de Díaz-Canel, el régimen actuará con “rigor” articulando todas sus fuerzas para enfrentar las indisciplinas sociales y el delito. Al respecto habría que decirse que, sí, deben esclarecerse los delitos y sancionarse a los delincuentes, pero más que sobre la persona delincuente, deben buscarse las causas y condiciones propiciatorias del delito, porque es la forma más efectiva de combatir el crimen, porque fácil es juntar palabras para pronunciar discursos “combativos”; difícil es hacer personas honestas a quienes desde niños crecieron inciviles.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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