LA HABANA, Estados Unidos.- En su edición del pasado 19 de julio el periódico Granma publicó el artículo “Cubanidad y cubanía”, en el cual el ex ministro de Cultura, Abel Prieto, ese baluarte de la cultura oficialista, intenta definir ambos conceptos.
Según el ahora director de la Oficina Nacional del Programa Martiano, la cubanidad les corresponde a todos aquellos nacidos en la isla, pero la cubanía solo a los que quieran ser cubanos y no se avergüencen de ello. En consecuencia, el castrismo no atribuye la cubanía a quienes tilda de anexionistas.
De inmediato el articulista se refiere a lo que considera una cubanidad “castrada” y ajena a la cubanía: “Cabrera Infante, cubanísimo en su narrativa, en su pirotecnia lingüística, y francamente anexionista de alma y pensamiento. Su colección de artículos Mea Cuba (1992) resulta escandalosamente proyanqui”.
No es la primera vez que personeros de la cultura oficialista, tras reconocer la grandeza literaria de la novela Tres tristes tigres -primer gran éxito literario de Cabrera Infante-, la emprenden contra los artículos aparecidos en Mea Cuba. Así sucedió, por ejemplo, cuando el autor recibió el Premio Cervantes en 1997. Un odio que llevó a los directivos de la Editorial Letras Cubanas, en 1980, a excluir a Cabrera Infante del Diccionario de la Literatura Cubana.
Resulta cómodo arremeter contra una obra literaria en un artículo periodístico cuyos destinatarios, en su gran mayoría, no hayan podido acceder a esa obra debido a la censura de todo aquello que critique al castrismo. En mi caso fui favorecido por la generosidad de un amigo residente en New York, quien milagrosamente logró burlar los controles aduaneros al respecto.
Pero, ¿qué contienen los artículos de Mea Cuba que tanta saña generan en los gobernantes y los directivos de la cultura oficialista? Por solo citar algunos ejemplos, se ratifica el nacimiento de Alejo Carpentier en Lausana, Suiza, en momentos en que los jerarcas de la cultura castrista insistían en que el nacimiento había tenido lugar en la habanera calle Maloja; se muestra la labor de Alfredo Guevara como “odioso comisario cultural” y uno de los responsables del cierre del semanario Lunes de Revolución, que dirigía Cabrera Infante; quedan en evidencia el temor y la incertidumbre que asaltaban a los escritores y artistas que asistieron a la Biblioteca Nacional cuando Fidel Castro pronunció las Palabras a los Intelectuales; afloran las presiones ejercidas por Nicolás Guillén para que no se premiara el poemario Fuera del juego, de Heberto Padilla; y asistimos a las vicisitudes afrontadas por Reinaldo Arenas debido a la persecución de los agentes de la Seguridad del Estado.
El señor Abel Prieto no dice que Cabrera Infante, no obstante su temprana salida definitiva de la Isla en 1965, siguió en su exilio londinense pensando en su Cuba nativa. Además de la ya mencionada novela Tres tristes tigres, que trata sobre la vida nocturna habanera a fines de los años cincuenta, también pertenece a su autoría la no menos enjundiosa La Habana para un infante difunto, un fresco inigualable de la cotidianidad capitalina durante los años cuarenta y cincuenta: sus calles, sus solares, sus cines de barrio, así como las costumbres de su gente.
No podemos estar de acuerdo con la supuesta “cubanidad castrada” de Cabrera Infante. Lo que sucede es que, acostumbrados a ese control totalitario que ejercen sobre la sociedad cubana, los mandamases de la cultura oficialista también se consideran dueños de la cubanía.
Recibe la información de Cubanet en tu teléfono a través de Telegram o WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 498 0236 y suscríbete a nuestro Boletín dando click aquí.