LA HABANA, Cuba. — No inventan una que valga la pena, y este nuevo plan de “cero efectivo” creará nuevas colas en bancos y comercios, nuevos “inventos” —están los que ya planean su negocio de “vender efectivo” — y empujará muy pronto el precio del dólar en la calle sobre los 300 pesos, en tanto los que lo tienen o lo desean preferirán —o no tendrán más opción— que usar plenamente el billete verde en sus transacciones en el mercado informal, prescindiendo totalmente del peso cubano, tal como sucede ya desde hace meses.
Pero, enfocándonos en el asunto de las mipymes, tan “de moda” por estos días, la nueva “iniciativa” sin dudas tiene como principal objetivo la ofensiva aniquiladora contra aquellos negocios privados que molestan, digamos, a una “competencia apadrinada” desde el poder, y que, junto con esta, apenas cumplieron la función de engrosar una lista que ya va por más de ocho mil micro, pequeñas y medianas empresas, pero donde solo unas 300 se dedican de algún modo muy tímido a la producción de alimentos, y de ellas menos de la mitad asociada a la producción agrícola nacional, y no a la importación de materias primas (como es el caso, por ejemplo, de las panaderías-dulcerías que importan la harina y demás productos), tal como sucede con la mayoría de los negocios de “nueva creación”.
Porque el meollo de la cuestión en realidad está en cómo hacer desaparecer lo más rápido posible aquellas mipymes que molestan, pero, sobre todo, en concentrar en unos pocos “elegidos” ese super negocio de las importaciones que define a una buena parte de los “negocitos” creados a partir del 29 de septiembre de 2021, cuando fueron registrados los primeros 35, a pesar de que el denominador casi común contradecía aquella política de “sustituir importaciones” que, como hemos visto, los mismos promotores se han encargado de arrojar al inodoro.
Y es que las importaciones, así como se llevan una cantidad considerable de dólares al exterior, también dejan su buena parte a las intermediarias y transitarias estatales (o conectadas con estas). Se trata de cantidades ridículas en comparación con la que se “escapa” —o que ni siquiera pasa por la banca cubana — pero que aun así es muy superior a los dólares que generan las decenas de empresitas que hoy exportan o producen algo en Cuba.
Un desbalance aterrador para cualquier economía, pero a la vez muy tentador para sus pocos beneficiados, a pesar de las contradicciones que encierra para un régimen que no está en condiciones de sentarse a escoger de dónde y en qué cantidad quiere que le llegue la divisa que necesita para sostenerse.
Sostenerse en el poder y, al mismo tiempo, sostener el nivel de vida insostenible de esa clase privilegiada que hoy está a la cabeza —muchas veces de manera anónima y desde el exterior, bien a resguardo del comunismo que detestan, pero que defienden— de muchas de esas mipymes importadoras que, para ganar más, necesitan despojarse de la competencia, aunque haya sido precisamente esta pugna entre “privados importadores” la que estaba logrando, por ejemplo, bajar los precios de la caja de pollo y el litro de aceite en la calle, incluso aliviando el problema de las colas multitudinarias en los comercios estatales.
Entonces, la pregunta de alguno, con total razón, indignación y, sobre todo, sospecha de que algo sucio hay en el trasfondo de la nueva medida, es si el régimen se peina o se hace papelillos, en tanto lanza más frenos y obstáculos precisamente cuando los precios, al menos de los productos más demandados, comenzaban a descender, no tanto como para hacerlos accesibles al salario de un trabajador estatal, pero sí hasta un límite muy cercano al costo de importación, con lo cual ya se podía decir que la proliferación de negocios estaba dando resultados positivos en los precios.
Ahora con el corralito financiero esa tendencia irá en retroceso, perjudicando a aquellos emprendedores cuyo casi único acceso a la divisa dependía del mercado informal de estas, para lo cual necesitaban grandes cantidades de efectivo; a la vez que deja la vía libre para aquellos otros “emprendedores apadrinados”, la mayoría a la sombra del poder, que tienen otras vías de acceso a la divisa, como remesas, sí, pero la mayoría también por acuerdos con empresarios extranjeros o en fórmulas de asociación con empresas estatales o mixtas, por ejemplo, los que comercializan sus servicios al sector turístico (carpintería de aluminio y cristal, construcción, instalaciones eléctricas, etcétera) y que reciben los pagos en divisas.
La Asamblea Nacional dejó en evidencia, incluso teniendo al propio presidente de esta como gran abanderado, que se aviene una ofensiva contra “algunas” (no todas) mipymes, y la nueva resolución contra el uso de efectivo ya lanzó el ultimátum de seis meses para comenzar a liquidar a aquellas empresitas que violen lo establecido, conociendo desde la total malicia que, para sobrevivir, casi todas tendrán que saltarse la ley, y ese será el momento para sacarlas del camino.
Hasta el gobierno mexicano le ha hecho “la pala” a los “continuistas” y se prepara, mediante acuerdo con Biden, a recibir la oleada de migrantes cubanos que esta vez estará conformada por quienes cerrarán sus negocios y dirán adiós a los sueños fugaces de hacer fortuna en la Isla importando pollo, aceite y cerveza. Incluso, como en una coreografía bien ensayada entre amigos, hasta los pasajes para Nicaragua han remontado en valor a la espera de lo que vendrá.
A las mipymes “malas” les han achacado la culpa de la inflación, de los altos precios, del “abuso”; les han transferido la culpa ajena y solo les queda a sus dueños arruinarse o huir. Hasta en los grupos en redes sociales están las señales de siempre, es decir, de que la guillotina ha sido instalada en la plaza pública, en tanto la víspera han salido los “perfiles anónimos” de nuestros tantos y variados “momentos de crisis” a crear el ambiente previo de falsa “voluntad popular” para comenzar a ejecutar la “orden de combate”. De modo que así vamos en Cuba, de corralito en corralito, de uno ideológico a otro financiero, tal como toca a los animales de pastoreo.