Ecos de la reciente Cumbre de la CELAC

HARRISONBURG, Estados Unidos.- La recién finalizada VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en Buenos Aires el pasado 24 de enero, no parece haber ido más allá de la retórica y las promesas que no acaban de cuajar en resultados concretos.
Fundada el 23 de febrero de 2010 la CELAC fue una consecuencia directa del fortalecimiento de la izquierda latinoamericana, alentada por el empuje del Foro de Sao Paulo.
A pesar de considerarse una institución con objetivos políticos, sociales, económicos y culturales su principal interés está dirigido a socavar la institucionalidad continental representada por la Organización de Estados Americanos (OEA) y tratar de arrastrar a todos los países del continente hacia la formación de un frente antimperialista, de ahí su marcada tendencia ideológica.
A pesar de las siete cumbres realizadas hasta la fecha, todavía no se avizoran pasos concretos que tiendan hacia la integración real, aunque sí persisten los discursos altisonantes, sobre todo los que proceden de países vinculados a una práctica antidemocrática y que, coincidentemente, muy poco tienen que ofrecer al resto del continente en cuanto a progreso económico.
A la cabeza de ese grupo de países se encuentra la República de Cuba, sumida en la peor crisis que jamás ha padecido desde su fundación. En ese sentido muchos se preguntaron qué podría ofrecer a ese cónclave Miguel Díaz-Canel Bermúdez más allá de sus anodinos y estereotipados mensajes ideológicos.
Gustavo Petro, presidente de Colombia, a pesar de formar parte del eje izquierdista, afirmó que en la CELAC ha habido mucha retórica y pocos resultados concretos, pero quien sin dudas volvió a poner el dedo en la llaga fue el presidente de Uruguay, Luis Alberto Lacalle Pou, quien con su intervención volvió a significar el valor que tiene la decencia política.
En su exposición, el mandatario afirmó que la inserción de la región latinoamericana en el mundo es esencial, pero que eso requiere pasar a la acción “para fortalecer este instrumento y que sea confiable”, reafirmando que si estos foros no pasan de los discursos a las acciones multilaterales y nacionales no se avanzará.
Habló de la posibilidad de integración y de que cada país debe buscar la prosperidad de sus pueblos, pero que quizás ha llegado el momento para que desde la CELAC nos miremos más hacia adentro y se impulse una zona de libre comercio entre nuestros países, “porque a veces generamos organismos, generamos institucionalidad, queremos avanzar cuando en realidad tenemos ahí las posibilidades de comerciar libremente”.
Y enfatizó: “Practiquemos con la acción lo que decimos con nuestros discursos, porque para que este tipo de foros subsista en el tiempo tiene que generar esperanza y la esperanza se genera sobre el camino andado, sobre la palabra puesta en práctica en la acción”.
Sin duda, el momento más agudo de su intervención ocurrió cuando afirmó: “Y para que estos foros subsistan no pueden tener el carácter de club de amigos ideológicos, es más, en la variedad, en el cambio y la alternancia estará la fortaleza de este foro (…) Mal hacemos en ponerle un tinte ideológico a la CELAC. Y por eso cuidado con la tentación ideológica en los foros internacionales, porque lo que sucede es que cuando cambia la ideología de un lado para otro, los foros se desvanecen y ahí nace otro foro y otro foro y así sucesivamente y es cuando el derecho internacional empieza a perder la confianza en los pueblos. Por eso hay que pasar a la acción, dar pequeños pasos, pero en una dirección y no grandes discursos que nos congelen bajo títulos de solidaridad y otros conceptos que son muy lindos pero que a veces no se ponen en práctica”.
Y concluyó: “En la declaración que vamos a suscribir, en los puntos 3 y 4, se halla el respeto a la democracia y a los derechos humanos y del cuidado a las instituciones, bueno, claramente hay países acá que no respetan ni la democracia, ni las instituciones ni los derechos humanos, no tengamos una visión hemipléjica de la defensa de la democracia, los derechos humanos y las instituciones según el perfil ideológico”.
En cuanto a la presencia de la delegación cubana, presidida por Miguel Díaz-Canel Bermúdez, esta desató fuerte repudio en la prensa y las redes sociales, similar a la ocurrida ante la posible presencia de Nicolás Maduro, quien en definitiva optó por no asistir.
Desconociendo que el venezolano no iba a asistir, el expresidente argentino Mauricio Macri aseguró el domingo 22 de enero que la mayoría de los argentinos sentía vergüenza por la asistencia a la cumbre de los dictadores Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel. Y añadió: “La inmensa mayoría de los argentinos sentimos vergüenza de que nuestro país se asocie con otros donde hay persecución, tortura, narcoterrorismo, presos políticos y elecciones fraudulentas que se burlan de la democracia”.
Tal posición fue compartida por un grupo de legisladores de la coalición oficialista “Juntos por el Cambio”—opositora al peronismo— quienes solicitaron que esos mandatarios fueran declarados personas no gratas, e incluso, que si Maduro llegaba a Argentina fuera detenido.
Se desconoce si durante la estancia de varios días de Díaz-Canel en Argentina fue tratado el estado de la deuda que la dictadura tiene con ese país, la cual en el año 2017 se estimaba en 2 251,7 millones de dólares, pero que ahora alcanza la cifra de 15 000 millones.
Pero quizás la más exacta descripción sentimental sobre la visita del dictador cubano al país austral la dio un exiliado cubano en Twitter: “¿Qué van a mostrar, quién tiene más presos políticos? ¿Quién ha logrado más emigrantes? ¿Quién tiene la inflación más alta? ¿Quién ha reprimido más a su pueblo? Siento vergüenza ajena que hables en nombre de los cubanos”, aseguró Francisco Paz interpelando a Díaz Canel.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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