LA HABANA, Cuba. – Además de culpar al “bloqueo” por las crecientes dificultades en la generación eléctrica y el abastecimiento de agua, el régimen de Miguel Díaz-Canel aprieta las clavijas de cara a lo que viene, y se da un saltico hasta Moscú para ver qué más puede sacarle a la generosidad interesada de Vladímir Putin, cada día más dueño de la soberanía cubana. El zar de la Federación Rusa acaba de iniciar su quinto mandato mientras sus empresarios, sin decidirse aún a inyectarle millones al neocastrismo, afianzan sus posiciones en la economía de la Isla mediante el envío de turistas y la apertura de entidades financieras para proteger sus intereses.
El Gobierno cubano sigue buscando soluciones desesperadas ante la pérdida, irremediable según parece, de los tradicionales países emisores de visitantes. Ahora ha dispuesto el libre visado para los ciudadanos de China, con la esperanza de que la “locomotora de la economía” pueda moverse hasta alguna cifra aceptable, que apacigüe la desconfianza de los inversionistas.
13 manifestantes de Nuevitas, jóvenes la mayoría, han sido condenados a sanciones que en conjunto suman 138 años de cárcel. Es una advertencia para quienes pudieran dejarse atormentar demasiado por los apagones, las altas temperaturas y los mosquitos, el cóctel veraniego que exacerba la ira popular. De momento, los cortes eléctricos en las provincias vuelven a alcanzar las 12 horas o más. Todos los municipios de La Habana reportan afectaciones en el abasto de agua potable. La gente no tiene dinero, los cajeros automáticos están fuera de servicio y los empleados de los bancos trabajan sin prisa y con pausas para ir al baño, tomar agua o merendar.
El corralito y la inflación se felicitan por el éxito de su labor mancomunada. El euro le ha dado la vuelta al óvalo y el dólar se acerca a los 400 pesos sin aminorar la velocidad. Quizás para fin de año ambos completen una segunda vuelta e implanten registros verdaderamente aterradores. Todo es posible ya.
El pueblo cubano no sabe si protestar en silencio, sonar cazuelas o dejarse morir. Pero mientras se decide participa en la marcha del Primero de Mayo y le echa en cara al “enemigo” que el pan de harina de yuca y el refresco de sirope son la base de todo, más que suficientes para romper el récord de la mayor rueda de casino jamás vista.
De lo sublime a lo ridículo, diríamos, si algo sublime hubiese en todo ello; pero en realidad vamos del ridículo a la infamia sin perder el aplomo, y luego nos quejamos de que la comunidad internacional se ande con paños tibios hacia el régimen. Nadie juega este juego mejor que nosotros y, de paso, invitamos al resto a seguir jugando. Las banderas del Primero de Mayo y el casino en La Piragua son la invitación más efectiva a mantener el tira-y-encoge de toda la vida.
A estas alturas no vale la justificación de que faltar al desfile hubiese provocado despidos y descuentos. Diariamente llueven las quejas porque el salario no cubre ni siquiera las necesidades básicas, y el Estado cubano está demasiado urgido de personal como para prescindir de quienes hubieran decidido no acudir a la marcha. Los que fueron obedecían las razones de siempre: cobardía, complicidad, desvergüenza. Y si bien no alcanzaron ―ni de cerca― los cuatro millones que aseguró Díaz-Canel, sí fueron más de los que cabría esperar en un país donde los trabajadores son cada día más desposeídos.
Siendo nosotros tan incoherentes, no nos queda otro remedio que aceptar las incongruencias de la Unión Europea, que insiste en mantener el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación con el régimen mientras su Parlamento denuncia violaciones a los derechos humanos en Cuba. Lo mismo puede aplicarse a la Casa Blanca, que se ha mostrado “consternada” por las sentencias contra los manifestantes de Nuevitas, pero calladamente ha movido los resortes necesarios para que la dictadura cubana siga respirando. Es un juego de apariencias que solo beneficia a los que mandan, pues saben que ningún factor externo puede influir de manera decisiva en lo que no modifican las fuerzas populares desde dentro.
Un informe reciente de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) ha revelado que la industria alimentaria cubana cayó un 66,7% entre 2018 y 2023, período que coincide con el primer mandato de Miguel Díaz-Canel. En idéntico lapso se ha incrementado la inversión hotelera, mientras ese mismo gobernante no ha dejado de culpar al embargo ni de gastar el presupuesto del Estado en viajes inútiles.
No es difícil imaginar a Díaz-Canel ofreciendo a Cuba en bandeja al dictador ruso, que de momento se perfila como el mejor postor. Esa ha sido su misión desde que Raúl Castro lo nombró “presidente”. Él y su gabinete de cuatreros son los encargados de rematar lo que queda y asumir las consecuencias, si acaso este pueblo tuviera el valor de hacerles pagar tantas traiciones. Por eso viene poniendo el parche, mostrando el peor rostro del poder judicial subordinado al Partido Comunista y responsabilizando a Estados Unidos de las protestas por venir.
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