LA HABANA, Cuba. – Quema de muñecos, cubos de agua a la calle, vueltas a la manzana con maletas en mano y, sin temor a generalizar, toda la “gente de a pie” pidiendo que la pesadilla “continuista” termine de una vez, y que si la Letra del Año habla de muerte en sus primeras líneas, al menos que esta sea la de un régimen que en su agonía nos empuja a agonizar con él.
Y más allá de los mismos rituales mágicos que solo a unos pocos les funcionaron en el año que se fue, nada que indique, que presagie, ese cambio que hemos tenido tan cerca pero se nos escapa siempre entre las manos. El cambio definitivo que no hemos sabido agarrar porque nadie está dispuesto a perder más de lo que ya se ha perdido.
De modo que así entramos a otro año, y ya van más de 60, aferrados a esa tabla de salvación que nos inventamos pero que, como todo salvavidas, apenas nos mantiene a flote, dependientes de su fragilidad, navegando al azar, sin dirección y reduciendo nuestras pocas esperanzas a la posibilidad de tocar tierra firme alguna vez, en cualquier lugar.
Pasó diciembre y algunas de las cosas que temíamos no sucedieron, así como muchas de las que deseábamos continúan sin llegar. Ni el dólar subió lo que amenazaba con subir, ni las multitudes dejaron de hacer colas por comida para lanzarse a las calles a pedir libertad.
El régimen, experto en alejar su trasero del fuego pero incapaz de apagar el incendio que le rodea, gastó en pollo, cerdo y cerveza importados esos pocos centavos recolectados en su gira por Asia y el Caribe, de modo que ahora la pregunta que se impone es cuánto en realidad nos costará, en los meses por venir, ese simulacro de “abundancia” que no sació el hambre nacional pero que, apelando a nuestro letal conformismo, postergó, quizás para otro verano como el de 2021, esos pronosticados estallidos sociales de diciembre que a algunos les quitaban el sueño.
Compraron tanto pollo para calmar los ánimos de los hambrientos que se habla de toneladas de carne perdidas en los almacenes del puerto y en las distribuidoras porque no hay cómo trasladarlas o almacenarlas en los destinos finales, con lo cual nuestro año comienza con una muy mala señal de cómo serán los días por venir, sobre todo cuando muchos que no son ellos deban pagar la incompetencia y el derroche.
Pero, más allá del alimento que se pudre en silencio, al parecer les funcionó la estrategia de barrigas menos vacías, cabezas mareadas por el alcohol y calles desoladas por el miedo a los asaltos callejeros (tan “políticamente convenientes” en estas fechas), mientras que el freno a la emigración que suponen las repatriaciones pactadas con México y Estados Unidos, así como los hundimientos de embarcaciones, lograron hacer con el precio del dólar lo que no pudo el ministro de Economía con sus experimentos.
Sin embargo, a pesar de las conspiraciones y complicidades entre “amigos” y “enemigos”, el éxodo masivo, en dirección a dónde sea, no termina y posiblemente se extienda durante este 2023 como clara señal de la creciente impopularidad del régimen, así como la desconfianza en aquellos antiguos aliados que ya no son de fiar porque, cada vez que se acerca la posibilidad del fin, hacen cuánto deban hacer para alejarla aún más. Y es que, moraleja de lo sucedido, esta batalla final debemos librarla los cubanos y cubanas, sin esperar la ayuda de nadie que no seamos nosotros mismos, ya vivamos aquí o allá lejos.
Se ha ido el 2022 pero eso solo significa lo que es, tan solo que hemos dado otra vuelta alrededor del sol. Los problemas no han quedado atrás y las preguntas que no han sido respondidas irán a acumularse con las que están por hacerse en 2023, reafirmando que nuestra vida es un mar de dudas, con muy pocas certezas, con miles de hombres y mujeres que se marchan definitivamente del país natal, al punto de que en breve el nombre de Cuba en los mapas deberemos escribirlo entre signos de interrogación.
¿Volverán los apagones? ¿Cerrarán Nicaragua? ¿Continuará el dólar marcando el ritmo de nuestras vidas condenadas a la moneda nacional? ¿Por qué hay más variedades de cerveza en los comercios que medicamentos en las farmacias y hospitales? ¿Cuántos derrumbes enlutarán a nuestras familias y cuántos hoteles nuevos abrirán para el turista que no llega? ¿Sucederán otras catástrofes como las del hotel Saratoga y la Base de Supertanqueros de Matanzas? ¿Nos dirán finalmente qué ocurrió en verdad con tantas “casualidades”, “muertes” y “accidentes” que nos dejara el 2022?
Ha llegado el 2023, y a juzgar por la apatía de sus primeras horas, por el hombre que busca sobras y latas vacías en el basurero, por la señora que ha puesto el despertador para las 3:00 de la mañana con la ilusión de ser la primera en la cola del pollo (o de lo que sea), por el niño que ignora la tradición del Día de Reyes, por el joven acostumbrado a pasar por alto la cena de Nochevieja y por el anciano, ayer ilusionado por las promesas sin cumplir, y que hoy ya no encuentra razones para celebrar otro 1ro. de enero, para Cuba esta otra vuelta alrededor del sol será como las otras: andar y andar para llegar, mareados como siempre, al mismo punto una y otra vez.
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