Panamericanos 2023: El podio está en la tienda

A medida que la cosecha medallista baja en cada cita multideportiva, mayor es la cantidad de maletas y cajones que acceden al aeropuerto de La Habana
Panamericanos, Cuba, deportes, crisis
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LA HABANA, Cuba.- Los aviones que traen de vuelta a las delegaciones deportivas cubanas parecen sucursales aéreas de Macy’s. Pantallas LED, refrigeradores, aires acondicionados, pantalones, lavadoras, zapatillas, bocinas, consolas de videojuegos… eso y más se acomoda en sus barrigas, atestadas por unos atletas que hace rato piensan menos en los podios que en el botín pacotillero que se llevan a sus casas.

No hay (no puede haber) de otra. Ese hombre que viajó a los Panamericanos a batirse en las pistas de esgrima, lo hizo con la misión sagrada de comprar unos Adidas para su hija adolescente. La morenita velocista tenía a su madre sin televisor. Y el fisioterapeuta encontró la laptop que buscaba para el regalo de cumpleaños de su nieto.

Pasa que la carencia manda. Hay demasiadas necesidades por cubrir, así que cuando nuestros muchachos pisan territorio extranjero truecan el Modo Deportista por el Modo Cliente y en sus cabezas se abre espacio el hambre de la compra compulsiva. Es como si, llegando a otro país, escucharan un “ensusmarcaslistosfuera” que los pone a correr de tienda en tienda.

Todo el que ha estado cerca de una delegación cubana sabe que no exagero. Es más: digo que la fiebre consumista no se circunscribe a los atletas, sino que ataca por igual a funcionarios del INDER, preparadores, médicos, periodistas acreditados (también cabe decir amaestrados), e inclusive a los propios “segurosos” de la comitiva. Es como un festival, y todo el mundo compra.

Ahora bien, nada de censurable hay en esos afanes (total, es su dinero), como no sea la cuota de desconcentración que provocan en el competidor. Y eso sí es lastimoso: mientras el norteamericano, el brasileño, el canadiense… viven enfocados en su día a día en el torneo, el cubano se la pasa preguntando dónde venden freidoras a buen precio, pullovers en rebaja y hasta ambientadores en spray.

Entre eso y lo demás (la emigración, las limitaciones para entrenar, el reordenamiento, el mal yantar) el nivel deportivo de Cuba ha caído hasta el subsuelo. Y este es un elemento que Chile acaba de corroborar.

Voy a citar apenas tres factores que hablan a puro grito del declive.

  1. Desde Winnipeg 1967 no se lograban menos de 70 medallas en total.
  2. De los cinco primeros en el medallero por países, solo Cuba decreció en número de títulos con respecto a los Panamericanos anteriores.
  3. Más de dos tercios de los 30 oros conseguidos (21 para ser exactos) derivaron de tres especialidades: atletismo, judo y lucha.

Para una Isla que durante décadas vivió orgullosa de escoltar a la potencia estadounidense en la clasificación general del continente, este quinto peldaño sabe a mierda, como a mierda supieron el cuarto lugar de 2015 y el sexto de 2019. Definitivamente hay crisis, por más que los eternos optimistas traten de echar un velo de justificaciones descaradas.

Uno veía las transmisiones y tenía la sensación de estar soñando con aquello que escuchaba. Fulanita acabó en el vigésimo puesto de su prueba, pero “mejoró en una centésima su marca personal”. Salvada. Mengano perdió contra un desconocido en toda regla, pero “hay que tener en cuenta que el muchacho llegó a Chile afectado por problemas musculares”. Salvado. Zutana lleva dos ciclos olímpicos haciendo papelones dondequiera, mas “hay que reconocerle que se entrega como una quinceañera”. Salvada.

Puro y elemental lamebotismo que solo mira lo que prefiere ver. Cierto es que pasaron cosas lindas —sublimes— como los triunfos de Jorge Moisés Campos en ping pong, Yunisleidy García en los cien metros o el judoca Andy Granda ante un Goliat Hecho en Brasil, pero igual es verdad que el galletazo de Mijaín López sonó más que los golpes de un patético equipo de boxeo, y que el béisbol no merece seguirse tragando el presupuesto deportivo nacional, y que el cuento de la medalla de la dignidad no engaña a nadie porque la gente la ve abstracta como un cuadro de Kandinski y engañosa como un peón envenenado.

Eso acá nadie lo dijo en tantísimas horas de cobertura periodística, ni nadie va a decirlo en los resúmenes de la competición. Si acaso habrá un esbozo de cocotacito, algún meñique (que no índice) medio acusador, y después llegará el consabido “sacaremos experiencia de estos Juegos” previa denuncia de las afectaciones sufridas por el sombrero del Tío Sam, el Muro de Pink Floyd y el pastel que me hizo mi mamá.

A todas estas, lo curioso es que a medida que la cosecha medallista baja en cada cita multideportiva, mayor es la cantidad de maletas y cajones que acceden al aeropuerto de La Habana. Tal parece que los atletas cubanos —¡ellos sí!— han encontrado la manera de hacer más con menos.

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