Glorias deportivas olvidadas en Cuba

Un deporte en el que nuestro país alcanzó grandes éxitos en el pasado demuestra qué hondo es nuestro desastre actual
Cuba, morenas del Caribe, voleibol, deportes, Eugenio George
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LA HABANA, Cuba.- En los últimos días continuaron las expresiones de inconformidad con cómo marchan las cosas dentro del mundillo deportivo cubano, realizadas por destacadísimas voleibolistas de años atrás, que tantas glorias regalaron a nuestra bandera. La actual andanada fue iniciada el domingo 29 de octubre por Regla Torres, la primera de todas que alcanzó méritos suficientes para ser exaltada al Salón de la Fama de la especialidad. Este 8 de noviembre se solidarizó con ella su colega Idalmis Gato.

Estamos hablando de las famosas “Morenas del Caribe”, sobrenombre que —lo confieso— no me gusta. Es verdad que da la casualidad que son afrodescendientes la generalidad de sus integrantes, pero siempre me he preguntado qué pasaría si, pongamos por caso, a algún compatriota se le ocurriera bautizar a un conjunto integrado por, digamos, nadadoras o ajedrecistas cubanas (todas ellas eurodescendientes) como las “Blancas de las Antillas”. ¿Se aceptaría la ocurrencia u oiríamos amargas acusaciones de “¡racista!” dirigidas a su ideador!

Pero lo anterior es un mero detalle, una simple digresión que no afecta el tema central del presente trabajo periodístico. Lo que creo que vale la pena poner de relieve aquí es el sino de esas atletas admirables, que tan en alto pusieron el nombre de nuestra pequeña islita en el paso de uno a otro milenio, y a las que tan poco caso les han hecho los burócratas; los mismos que, al exhibir sus obscenas barrigonas, nos hacen dudar de los vínculos que ellos mismos aseguran tener con el deporte.

“Lloro en silencio por tanto descaro”, son las estremecedoras palabras expresadas por doña Regla; las mismas que este propio diario incluyó con acierto en el titular de la información sobre la explosión anímica experimentada por ella. Y en verdad que no era para menos, pues los dirigentes del INDER, organismo cubano de la especialidad, prescindieron de la formidable exatleta (y hoy entrenadora) para los recién concluidos Juegos Panamericanos, en Santiago de Chile.

El texto del post ofrece más detalles: “Por mucho tiempo he visto cómo agoniza el voley femenino desde adentro. Equivocaciones, malas decisiones, capricho, orgullo, mediocridades, incapacidad, falta de compromiso, la falta de disciplina que conlleva malos resultados, la infladera, la mentira, los satélites, los especialistas que llegaron a acabar con la escuela cubana de voleibol”.

Y acto seguido, la destacada compatriota emplea un lenguaje más heterodoxo: “Me tienen cabrona hace rato”; “y uno ahí mirando toda la mierda correr a cántaros”. Y también: “Viendo día a día cómo personas que no tuvieron nada que ver con nuestra historia, que es muy grande, más grande que nosotras mismas, la arrollan, le pasan por arriba a lo que un día fue, sin misericordia”.

Ahora, Idalmis Gato se solidariza con su antigua compañera de equipo y, al hacerlo, pone el dedo en la llaga: “Muchos años de tantos problemas que se saben y no se dicen ni se hace nada. Lo que nos quede por vivir, que sea luchando, no para destruir a nada ni a nadie, sino para hacer. Pues no hay nada que perder; ya hemos perdido mucho”.

Y hace una comparación ineludible: Las jugadoras de otros países “disfrutan de su historia, de lo que hicieron como equipo, respetadas y dignamente representadas por sus federaciones”. Y en contraste: En Cuba no. En nuestro país “te tapan la nariz para que no respires, aquí te anulan para que no te vean, aquí te borran para que no te encuentren”.

Y es cierto que uno puede entender la indignación de las heroínas del pasado: el “continuismo castrista” ha logrado arrasar con el voleibol femenino cubano, que tan merecida admiración despertara en su época a escala planetaria. En los recientes Juegos Panamericanos, por ejemplo, no es sólo que el equipo de esta Gran Antilla no haya ganado un partido; ¡es que ni siquiera alcanzó el éxito en un triste set!

Razón tenía otro grande de ese deporte, el entrenador Eugenio George, en una frase que cita la misma Regla Torres: “Que cuando dejáramos de ganar, nadie se acordaría de nosotras”. Se trata de una pésima práctica que está muy bien asentada entre los comunistas: es el mismo destino de Boxer, el trabajador equino ejemplar de Rebelión en la Granja, vendido, ya anciano e inservible, a un matadero.

En reacción a la publicación de las declaraciones de Idalmis Gato, dos lectores hacen sendos comentarios que considero dignos de ser citados: quien parece haber escogido un seudónimo literario (“Carlos Loveira”), recuerda las medallas dedicadas en su tiempo al “Comandante en Jefe”; por su parte, J. C. Alemán hace una breve consideración amarga y oportuna.

Quien usa el nombre del destacado novelista santaclareño hace bien en recordar el bochornoso ritual perpetrado por la mayoría de los héroes deportivos del pasado: la de dedicar el éxito alcanzado al fundador de la dinastía. Por suerte, ese recuerdo podemos contrastarlo con la realidad de hoy, cuando los atletas cubanos, al preguntárseles a quien dedican su triunfo, mencionan a cualquiera —padres, entrenadores, vecinos, amigos, “el pueblo de Cuba”—, pero jamás al General de Ejército o al Primer Secretario y Presidente. Entre los que vi interrogados al respecto en Santiago de Chile (¡y fueron muchos!) no escuché ni uno solo que retornara a la práctica viciosa del pasado. ¡Excelente señal de cuánto ha cambiado nuestra Patria!, ¡y para bien!, aunque a veces no nos lo parezca.

Por su parte, “J. C. Alemán” se pregunta: ¿“Acaso estas atletas retiradas que ahora chillan no veían cómo otras glorias deportivas antes que ellas deambulaban en la miseria y el olvido”! ¡Certero comentario! ¡Y razón de más para que reconozcamos cuánta razón tenía el gran Eugenio George cuando las alertaba al respecto!

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