LA HABANA, Cuba.- Entre tantos nombres que hoy constituyen referentes de la originalidad y diversidad temática que caracterizaron al arte moderno cubano, Amelia Peláez se alza con el mérito de haber sido la única mujer reconocida como parte imprescindible de aquella primera generación de creadores que liberaron al arte cubano del lastre del academicismo.
Nacida en Villa Clara el 5 de enero de 1896, Amelia estudió en la escuela San Alejandro, donde fue alumna aventajada del maestro Leopoldo Romañach. En 1924 realizó su primera exposición personal, y ese mismo año tomó un curso de verano en The Art Students League, de Nueva York.
Tiempo después se instaló en París. Allí asistió a la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes y a la Escuela del Louvre. De la mano del escritor François Félicien Durand —conocido en el mundo bohemio con el seudónimo de Francis de Miomandre—, Amelia realizó una exitosa muestra en la Galería Zak, en 1933, donde se pudo apreciar tanto el rigor compositivo como la variedad de temas que se mantendrían presentes en toda su obra: paisajes, naturalezas muertas y figuras de mujer.
El encuentro con la pintora rusa Alexandra Ekster fue decisivo en su madurez como artista. Bajo su guía exploró a profundidad la pintura de vanguardia y el abstraccionismo que se abría paso en Europa, cuya producción estética mutaba a toda velocidad.
En 1934 regresó a Cuba para instalarse en el barrio de La Víbora. Allí preparó el taller donde trabajaría hasta el final de sus días. Apasionada del cubismo y los ambientes criollos, moviéndose a menudo entre abstracción y figuración, Amelia prestigió a la vanguardia cubana con una estética original y sólida.
Respetada por la crítica y por sus colegas, apostó por ampliar su horizonte creativo sin renunciar a la pintura y el dibujo. Desde su taller experimental de cerámica en Santiago de las Vegas se dedicó a la producción de impresionantes murales con diversas técnicas para instituciones públicas y comitentes privados. El más conocido se encuentra en el hotel Habana Hilton, hoy Habana Libre.
Amelia Peláez fue un modelo de rigor y autenticidad dentro del arte cubano de vanguardia. Participó en las bienales más importantes del mundo y se mantuvo trabajando activamente hasta mediados del año 1967, cuando su salud comenzó a quebrantarse.
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