LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Todo lo que pasa conviene, asegura un viejo dicho, que no por dicho y por viejo tendría que ser necesariamente sabio. Pero suele serlo, en términos de generalidad.
En este caso lo que pasa es la sobresaturada insistencia de los medios oficiales del régimen en reproducir –previa una selección matrera y siempre acompañadas por comentarios manipuladores- las imágenes de marchas y otras manifestaciones de protesta social que hoy se dan silvestres en el mundo.
La intención, como han denunciado ya los medios disidentes, es tratar de convencer a nuestra gente de que allende los mares la caña está a cuatro trozos y que por muy mal que nos vaya aquí en la Isla, peor les va en Europa y en los Estados Unidos, sobre todo a los pobres, a los jóvenes y a los emigrantes.
Si alguien siente ganas de reír ante una maniobra en apariencia tan risible, no estaría de más que recuerde que este tipo de procedimientos le ha reportado al régimen ganancias netas, no durante un día o dos, sino a lo largo de medio siglo.
Puestos a ser simples, los cubanos no somos –no tenemos por qué ser- más ni menos simples que cualquier otro habitante de la tierra. Lo que sí tenemos, como desventaja agregada, es el lastre de la incomunicación, la desinformación y el adoctrinamiento, diseñados e impuestos por un sistema que ha hecho del poder totalitario una verdadera cátedra, única en el hemisferio occidental, por sus resortes represivos casi perfectos y por su habilidad para dar gato por liebre, tanto en el plano interno como hacia el exterior.
Un ejemplo, uno solo entre decenas: Hoy es corriente ver que muchos, incluso entre los más ácidos opositores al régimen, admiten como aportes suyos, sustanciales, la educación y los servicios de salud gratuitos. Y no es que no sea atinado reconocerlos, aunque únicamente desde la perspectiva del fin en sí mismo, sin detallar los medios utilizados para conseguirlo. Pero es que el desacierto radica justo en la descontextualización de esos aportes a la hora de valorarlos.
Dicho en pocas palabras, con frecuencia perdemos de vista que los servicios de salud pública y de educación en Cuba son fundamentos de un sistema neo-esclavista que difícilmente tendría cabida en cualquier país del mundo civilizado. Un neo-esclavismo que dispone en absoluto del fruto del trabajo de la ciudadanía, y que lo administra en absoluto para fines de propaganda política.
De modo que quienes imparten y reciben el servicio no son sino fichas dentro de un juego en el que cuentan sólo como fichas, aun cuando a veces resulten beneficiados.
Claro que el beneficio de las fichas no pasará nunca de ser relativo (abismalmente relativo si se compara con el de quien las mueve), que es como ya se sabe que son aquí las “ventajas” de la educación, dogmática y brutalmente mediatizada; o de la salud, precaria y de pésima calidad para el paciente (cubano), a la vez que con estatus de esclavos para sus profesionales.
Sin embargo, tan bien les han funcionado al régimen como punta de lanza propagandística que todavía hoy –en medio de una crisis económica, política y moral sin precedentes en el plano interno y sin comparación en el plano externo- es común hallar algún que otro paisano (con más de 40 años de edad) que piense sinceramente que somos un ejemplo para otras naciones subdesarrolladas, y que la situación de indigencia que nos ahoga no es debida al desgobierno, la irresponsabilidad y el talante corrupto del régimen, sino a que estamos predestinados a sacrificarnos por un futuro mejor, resistiendo “el bloqueo”.
No menos tarados que ellos mismos y su comparsa de perfeccionadores del socialismo habría que ser para tirar a mondongo las muchas horas de vuelo que acumulan nuestros caciques en tareas de autopromoción y propaganda ideológica. Y está por ver hasta qué punto se les agotó ya por completo esa capacidad.
Pero algo sí es cierto: han perdido el crédito ante su principal destinatario, que es la mayoría conformada por los más pobres del país. Y hasta un punto en que aun aquellos en quienes perviven las simpatías por los preceptos del socialismo descalifican ya al régimen por considerarlo incapaz de aplicarlos con eficacia.
Ocurre entonces un fenómeno curioso y es que aun cuando no se hayan agotado sus recursos para el proselitismo digamos ideológico, posiblemente hoy nuestros caciques cuenten con más simpatizantes en el exterior que en el interior de la Isla. Y de igual modo, aquí adentro cuentan con más adeptos (quizá sería mejor decir compinches o secuaces) entre la pretendida clase media que entre el pueblo humilde, al que paradójicamente ellos dicen representar.
Y es así como ese empeño por sobresaturar la televisión nacional con las imágenes de huelgas y mítines de protestas que se suceden en el mundo podría insertarse en la sensata advertencia del dicho popular: todo lo que pasa conviene.
Pues para los cubanos de a pie (que nunca han seguido los noticiarios más que para enterarse del estado del tiempo y de los pormenores de algún evento deportivo), tanto machaqueo para exhibir cómo reclama sus derechos la gente en el mundo podría terminar sugiriéndoles la manera de reclamar los suyos propios.
Viene siendo como aquello de mostrar la soga en casa del ahorcado. Con la esperanza quizá de que como aquí nada es lo que parece, nuestros ahorcados aún estén lo suficientemente vivos para patalear. Si lo están, pronto darán señales, por muy afuera que tengan la lengua y por más cerrados que mantengan los ojos.
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