LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Los ruidos innecesarios y molestos son parte de la indisciplina social en que vivimos. Los ruidosos pueden ser los vecinos de los altos, de los bajos, de al lado o de enfrente. Para celebrar, no puede faltar una botella de ron, y la música a todo lo que dé el aparato. Lo más preocupante es que cuando se les llama la atención, replican con frases como: “Hoy es sábado, mañana no se trabaja”, o “La acera es de todos, y la calle también”. Incluso hay hasta quien cree tener derecho a molestar, y dice: “Estoy en mi casa y puedo hacer lo que quiera”.
El pasado lunes, dos vecinos se disponían a ver su programa de televisión favorito: Inés, la novela brasileña. Rodolfo, en los altos, encendió la tele para ver la pelota en compañía de unos amigos. Cuando comenzó el juego, entre gritos, discusiones y brincos, a Inés le pareció que su techo se venía abajo. Pensando aplacar el alboroto de su vecino, que no le permitía disfrutar de la novela, se decidió a subir las escaleras y, si bien Rodolfo la recibió amablemente (contento porque su equipo acababa de anotar dos carreras), al final ella tuvo que ponerse algodones en los oídos y conformarse con ver la novela, sin escucharla.
Al otro día, cuando Inés comentó lo sucedido, Adrián, el sobrino, le contó la desagradable experiencia que tuvo cuando invitó a una amiga a la playita de 16. Además de bañarse, querían quitarse el cansancio de la semana y conversar apaciblemente. Todo iba bien hasta que llegó un grupo de muchachones con grabadora al hombro y botellas de ron. Antes de cinco minutos, el reggaetón se escuchaba en toda la playa y sus alrededores. Adrián y su amiga hicieron lo único que podían: irse y dejarle la playa a los escandalosos.
Los que no se han montado en la carroza de la escandalera, se preguntan qué ha pasado con la educación de los cubanos. Suponen que la explicación, en parte, puede estar en las convocatorias del gobierno, a través de las escuelas y centros laborales, durante muchos años, a participar en actos de repudio y marchas del pueblo combatiente; escándalos y chusmerías contra los que no estén de acuerdo con el gobierno, consideradas oficialmente loables tareas revolucionarias.
Las nuevas generaciones han crecido acostumbradas, e instadas, a no respetar los derechos de los otros, a gritar consignas e insultos y a agredir física y verbalmente a todo aquel que piense diferente. Y así, durante cincuenta años, se ha ido perdiendo el respeto y ha ido creciendo la indisciplina social, ahora vemos los resultados.