LA HABANA, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Iraida trabaja como museóloga de experiencia, aunque no sé exactamente su especialidad. Incluso ha salido en la televisión en algún momento hablando sobre el tema. Tiene un hijo adolescente, Osmani, y otro de siete años, Omar, que gusta mucho de los dibujos animados y de dibujar él mismo, igual que tantos niños de su edad.
La última vez que la vi, Iraida me contó, entre estupefacta y divertida, una anécdota sobre su hijo menor que a mí me pareció muy graciosa, pero que a ella le provocaba una pizca de preocupación.
Omar asiste a una escuela primaria cerca de su casa, ni mejor ni peor que las demás, y tiene una maestra que igualmente tampoco es mejor ni peor que las demás, lo que no significa que Iraida esté contenta con ella, pero es la que tiene su hijo. Algunas veces habían tenido pequeñas discrepancias sobre la conducta de Omar, y mi amiga reconoce que en ocasiones no le falta razón porque es cierto que a veces él se distrae o conversa en clases con sus compañeros.
Pero también es verdad que la maestra tiene sus defectos y, según mi amiga, carece de algunas condiciones elementales para un pedagogo, sobre todo si imparte clases en el nivel primario, que requiere ciertas características muy particulares, como es sabido.
La anécdota en sí misma es muy sencilla, y sin embargo también muy elocuente. La maestra ordenó un día, como tarea para la casa, que los alumnos hicieran un dibujo de “los Cinco Héroes” para la mañana siguiente. Como se trataba de dibujar, Omar se esmeró y al otro día se apareció en el aula muy orgulloso de su trabajo. La maestra fue pasando ante cada alumno y dando su valoración de cada dibujo. Pero creyó que estaba alucinando cuando se detuvo ante el pupitre de Omar.
Todos conocemos que el caso de los llamados “Cinco Héroes” aparece de manera obsesiva en la televisión, en la radio, en canciones, en vallas, en letreros, en mítines de trabajadores, en reuniones de parlamentarios, en mítines pìoneriles y en cuanta ocasión es posible, hasta el aburrimiento —que debe ser opacado con el entusiasmo, la gritería o las lágrimas—, mezclado con las consignas y embutido en los discursos hasta el cansancio.
Los niños, como es costumbre, son usados como los portavoces más puros de esta campaña del gobierno. En este caso particular, los escolares debían reflejar su visión sobre los cinco agentes de la Seguridad del Estado Cubana, sin que importara el parecido físico o la interpretación imaginativa, siempre que no pasara de vincularlos con banderas, flores, estrellas y verdes caimanes, sin llegar, por ejemplo, oh herejía, a vestirlos de verde olivo, porque se trata, claro está, de superhéroes sin ejército que, como en las historietas fantásticas, acuden a salvar a su pueblo, e incluso a buena parte de la humanidad, de las amenazas del Mal.
Por lo que cuenta Iraida, su hijo Omar no pretendió en ningún momento, ni remotamente, burlarse de esos sagrados “Cinco Héroes” —a los que no hace tanto Fidel Castro llamaba “jóvenes intelectuales”, “jóvenes artistas” y otros desatinos para corregir la notoria errata de “espías”— y mucho menos intentó dar una imagen fantástica de ellos de acuerdo con sus gustos.
Nada de eso. Simplemente, como si ninguna manipulación propagandística, ningún lavado de cerebro, ninguna saturante imposición de lo que debía sentir y expresar, hubiesen tenido efectos sobre su mente de niño, Omar dibujó, como le habían pedido, a sus Cinco Héroes.
Pero la maestra no podía creer las caras, notablemente bien dibujadas, que veía sobre el papel, y le dijo al niño que su madre tenía que venir al día siguiente. Por supuesto, Iraida acudió a verla puntualmente y, ante la escandalizada actitud de la maestra por lo que su hijo había hecho, ella no pudo más que decirle que, si le pidió a los alumnos que dibujaran a sus Cinco Héroes, aquellos eran los Cinco Héroes de su hijo Omar, quien, desgraciadamente, y sin duda alguna, no había comprendido que debía dibujar a “los Cinco Héroes Cubanos”.
Esto no podía satisfacer a la maestra y, claro está, como existen dogmas ideológicos en la educación y los resultados académicos no bastan para decidir la evaluación del alumno, Iraida no pudo evitar cierta preocupación viendo el rostro perturbado de la maestra que miraba, sin poder creerlo, los rostros impecablemente delineados, de Spiderman, Mickey Mouse, El Zorro, Pokemon y Batman.