LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Que muchos artistas o grupos musicales con cierto renombre logrado ya, actúen en pachangas políticas, al estilo de los conciertos que se montan en la Tribuna Antimperialista, puede resultar inexplicable y hasta repulsivo, porque no es que así únicamente puedan acceder a espacios más amplios y logren mayor promoción para su obra. En el caso de Buena Fe, ya sabemos que, por desgracia para el talento que tienen, forman parte ya del mecanismo de propaganda. En casos como los de Descemer Bueno o Kelvis Ochoa, el intercambio de favores con el gobierno es más crudo, a todas luces.
Por supuesto que siempre se puede esgrimir el pretexto de que no importa cuál sea el escenario si siempre actúan “para su pueblo”. Sí, actúan para su pueblo, pero saben perfectamente que están actuando sobre todo para los que orquestan ese circo “para el pueblo”, o sea, para los dueños del circo. Y para que fuera del país la gente vea con cuánta espontaneidad se divierten los cubanos.
Robertico Carcassés e Interactivo —a pesar de la enorme popularidad que han conseguido en los últimos años y de la indiscutible calidad de su música, potenciada a veces con artistas invitados como William Vivanco— nunca se caracterizaron por dejarse manejar fácilmente y por frecuentar los agasajos politiqueros. De manera que las declaraciones de Carcassés no deben haber sido el fruto de una inspiración repentina, sino un acto perfectamente premeditado para desmarcarse del circo. Y por supuesto que a título personal, pues, conociendo como debe conocer a sus colegas, sería muy extraño y demasiado ingenuo que Carcassés hubiera esperado una ola de solidaridad o siquiera un firme apoyo de muchos de ellos.
Al contrario, seguramente algunos, en vez de pasarle el brazo sobre el hombro y decirle: “Apretaste, brother”, lo habrán mirado con los ojos muy abiertos, anunciándole: “Ahora sí te metiste en candela. ¿Y total? ¿Para qué?”. Porque esa es la explicación suprema de los que han asimilado el amaestramiento circense: “¿Y qué resuelves con eso, mi hermano?” Para no hablar de los que no vieron en eso más que un oportunismo con bajos propósitos o hasta un simple efecto de un “arrebato” más fuerte que lo normal.
Por supuesto que no es fácil juzgar porque nadie sabe lo que hay en verdad en la mente del otro, pero es razonable creer que, en Cuba, un artista como Roberto Carcassés puede conseguir determinadas cosas, como comprarse un carro, sin pedir la elección directa de su presidente. Ejemplos sobran por los cuatro costados. ¿No es más fácil hacer lo que hacen tantos? Ni siquiera resulta tan arduo: Ven a tocar cuando te llamemos. Y toca lo tuyo: ni siquiera te pedimos que hagas loas de ocasión.
Descemer Bueno, que tiene una posición indiscutible en el mercado de la música latina, no quiere buscarse problemas con las autoridades: quiere venir a Cuba cuando le dé la gana, quiere gozar la vida. Así que a quedar bien con el dueño de la finca. Nada de ponerse a hablar de más. Kcho empezó como una estrella disidente de alcance internacional en los 90 y terminó como Cacho de sí mismo, pero goza su vida y, además de no hablar de más, se presta a operativos de la policía política contra El Sexto, por ejemplo, artista del graffiti que ha preferido buscarse problemas con las autoridades, no porque no quiera gozar su vida, sino por hacer simple y llanamente lo que cree que debe hacer, con las implicaciones que tenga ello.
Claro está que nadie puede pedirles a Kelvis Ochoa o a Descemer Bueno que sean como Boris Larramendi, ni a Kcho que sea como José Ángel Vincench. Y estos son solo ejemplos al azar, no paradigmáticos. Lo que quiero decir es que cada cual escoge el tipo de artista que es, o el tipo de persona que quiere ser, al final. Aunque, claro está, si de personas como estas dependiera, este gobierno (o sea, este estado de cosas) duraría mil años.
Lo triste no es que, en el fondo, Silvio Rodríguez haya impedido el enterramiento para el público cubano de Carcassés con el argumento subliminal de “no crear más mártires” y que haya contenido a las bestias de la policía cultural, sino que no las contuvo. Que son incontenibles porque el propósito está logrado: hay miedo en el cuerpo y, sobre todo, confusión en los ánimos.
El resto es silencio
Alguien puede sentir la tentación de comparar de cierta manera las declaraciones de Robertico Carcassés con las de Roberto Zurbano hace unos meses. Quizás ocurran cosas semejantes a esas en el futuro y sería natural, pero no creo que —como piensa Eliécer Ávila— haya muchos artistas e intelectuales “queriendo asumir en alguna medida la responsabilidad que les toca, acorde a su lugar en la sociedad”. Que Pablo Milanés o Pedro Pablo Oliva dijeran cosas críticas contra el régimen no significó que otros intelectuales de prestigio se sumaran decididamente a esos puntos de vista. ¿Desde cuándo estalló Pedro Luis Ferrer?
Todo eso, además, queda solo en el mundo de la cultura, porque a la gente de la calle no le interesa nada de eso ni siquiera cuando se entera de que ocurrió, si es que puede enterarse. Supone que con declaraciones no se hace nada. De hecho, prefiere no pensar en asuntos políticos. Por otra parte, a pesar de esos actos aislados que suponen cierta cuota de valor, el resto sigue siendo silencio. Y miedo, un miedo sordo y ciego, paralizante y benefactor. Pero es el extravío el que más beneficia al régimen, la ausencia de una identidad cultural activa, la falta de toda idea de futuro construible, la carencia de una creatividad genuinamente libre.
Aparte de todo lo que esté pasando en el arte mundial, lo cierto es que en Cuba el mercado ha venido a llenar ese enorme vacío.