MIAMI, Florida, 30 de julio de 2013, www.cubanet.org.- Esta mañana, en Casa Bacardí, de la Universidad de Miami, el líder político para la transición en Cuba, Antonio G. Rodiles, volvió con su idea de que la famosa chispa –efecto contagio- no se producirá en Cuba, que el único camino es el de la articulación de toda la sociedad. “Pensar en la transición a mediano plazo es pensar en Cuba con seriedad, contando, por supuesto, con el exilio”, dijo en una conferencia ante la prensa acreditada en esta ciudad, organizada por el Instituto Cubano y Cubano-Americanos (ICCAS).
A su lado, dos abogados de diferentes generaciones y enclaves de trabajo. La jurista Amelia M. Rodríguez Cala, todo un ejemplo de valor: desde un bufete colectivo de La Habana defiende a opositores al gobierno, con muchas dificultades burocráticas y de censura institucional, pero lo hace. Veizant Boloy, jurista también que representa a la población civil en casos disímiles, desde la Organización No Gubernamental, de ayuda gratuita, Cubalex.
Es inédito a día de hoy que puedan salir de Cuba y explicar ante un auditorio exiliado cómo son las leyes castristas por dentro, los entretelones de los juicios que, dijo Amelia, ya están pactados de antemano.
A través de ellos, Rodiles pretende demostrar que la cuestión jurídica es fundamental para encauzar la transición, toda vez que, argumentó, en Cuba existe analfabetismo general en la materia. No hay derechos reales pero existe una ley que, aunque adecuada a la dictadura, tiene fisuras.
El trabajo con los abogados está basado en la Demanda Por Otra Cuba que viene llevando el grupo social independiente que dirige Rodiles, Estado de Sats.
-Me mantengo pesimista -dijo Veizant-. Desde el punto de vista legal, las estructuras están cerradas, desde épocas coloniales. Las personas no tienen derechos a juicios justos. Luego, la constitución de 1976 es la ley. La pena de muerte se mantiene y no parece que la vayan a quitar porque a ellos les gusta matar.
Aunque se mantiene pesimista, el abogado, joven y diligente, trabaja con entusiasmo. En estas mismas páginas están reportes suyos que, en su doble función de periodista, aprovecha para redondear sus casos. También imparte talleres sobre Derechos Humanos para crear en la población una cultura jurídica. O sea, lo mismo que decía Rodiles, la alfabetización.
Amelia es un caso sui géneris. Todavía trabaja, digamos, para el Estado. Es la oportunidad que tiene, a sus años, de poder ayudar a una sociedad cada día más afectada con las llamadas extracciones, palabra que utiliza el gobierno en lugar de desahucios o desalojos. Pero las cosas se le dificultan mucho, tiene la mosca detrás de la oreja. Amelia explicó que los abogados en Cuba no tienen participación en los hechos en concreto, que el gobierno les dificulta entrevistarse en tiempo con sus clientes, incluso llegan a verlo 72 horas antes del juicio y con un expediente por leer similar a una montaña. Eso no es serio y ella lo sabe, pero intenta colarse por el hueco de una aguja. Ahora defiende el caso de una Dama de Blanco –cuyo nombre no trascendió- que lleva once meses tras las rejas por culpa de una extracción que, por cierto, aseguró, la población rechaza como método abusivo.
Desde los años 80 en que Amelia era profesora de la Facultad de Derecho, hasta hoy, no había impartido una conferencia o una charla como la de esta mañana. Confesó que su propia hija cumplió sanción por una figura jurídica que el Estado, como concepto, llama ser Antisocial. “Todavía no puedo definir el concepto de antisocial”, reflexionó la jurista, que, entre otros opositores al régimen, también defendió a Rodiles cuando éste fue llevado a comisaría el 7 de noviembre de 2012, donde estuvo preso y lesionado durante 19 días, sin causa que lo justifique.
Según Amelia, todavía, de alguna manera, se aplica en la isla la ley de enjuiciamiento criminal española (con una estructura de pasos parecida). “Ahora, para enjuiciar, la ley se basa en un sistema mixto (en referencia a métodos antiguos), a cargo del instructor, y toda la instrucción está de parte del fiscal”.
El abogado no puede ver a su cliente
Con vehemencia, voz rajadas por momentos, y sobre todo sabiendo muy bien de lo que habla, esta mujer es de los pocos juristas que al parecer han perdido el miedo. “Siempre tengo problemas en el trabajo…Yo digo cosas en los tribunales que un día tal vez sean útiles…”, confesó.
Amelia M. Rodríguez Cala recibió la solicitud de defensa de 25 encausados durante la tristemente célebre Primavera Negra del 2003, en la que un grupo de 75 opositores terminó en la cárcel con penas desmedidas por el solo hecho de disentir públicamente.
Ahora, su experiencia se une a la de jóvenes activistas como Veizant y Rodiles que, sin lugar a dudas, merecen todo el respeto de la Historia.