LA HABANA, Cuba — Cuando Cuba vuelva a ser un país normal, cuando en los corazones de todos sus seres humanos sólo reinen las ideas pacíficas, a golpes de mandarria desaparecerán los monumentos dedicados a quienes practicaron el terrorismo y la violencia política, para deshonra de todas las generaciones pasadas, presentes y futuras
Uno de los hombres más arrebatados y virulentos que aparece en el escenario cubano de los años treinta del siglo pasado, es el venezolano Carlos Aponte Hernández -1900-1934-.
Paco Ignacio Taibo II dice de él que ¨No quería pasar sin meterse en problemas¨. El poeta José Z. Tallet, cuando se lo llevaron a su casa, dijo: ¨Me has traído un loco¨ y el periodista oficialista cubano Ciro Bianchi Ross, reconoce que ¨…alcanzó el grado de teniente coronel con su pequeño ejército loco¨.
Coincido con Taibo II: ¨Escribir sobre Aponte es como navegar en un río revuelto¨. O algo peor: descubrir a uno de los hombres más violentos de la historia latinoamericana. Su amigo Pablo de la Torriente Brau dice que ¨Cuando Aponte llegaba a un país, si no había ocasión para pelear, se iba a otro, porque era un turbión, un hombre de avalanchas, un hombre de la revolución, un ser tumultuoso y terrible.¨
Siendo un niño, Aponte afrontó problemas con las autoridades políticas de su pueblo y de adolescente, al participar en la creación de guerrillas antigubernamentales, fue deportado a Cuba. En 1925, en la puerta del Hotel Sevilla de La Habana, dio en la cara una tanda de cinturonazos a un diplomático y dos años después, en un cabaret habanero, al tropezarse con un delegado norteamericano a la VI Conferencia Panamericana, lo sacó a sillazos del local.
Meses después se incorpora a las guerrillas de Sandino, en Nicaragua. Tanto se destaca, que al poco tiempo el mismo Sandino premió su crueldad con el grado de capitán. Señala Pablo de la Torriente Brau que ¨Aponte fue muy cruel con los hombres del Norte –léase soldados norteamerianos-. A su muerte, nadie hubiera podido recordar la lista de los nombres de los hombres que mató en Nicaragua¨.
Posteriormente ingresa al Partido Comunista venezolano, pero se retira del mismo al poco tiempo. En Guatemala, establece una guerra de guerrillas y fracasa. En Curazao, proyecta apoderarse del fuerte de Ámsterdam y también fracasa. En Colombia, proyecta asaltar un punto fronterizo y es apresado, llevado a juicio y condenado a dos años de prisión.
En 1931 se dirige a México, donde no lo quieren las autoridades de ese país. Se decide por Estados Unidos. Allí, no tiene buenas relaciones con su familia, sobre todo con su madre. Luego se dirige a Ciudad Trujillo, donde lo encierran siete meses en prisión.
Por último, regresa a Cuba en 1933. Cuenta Taibo II que en La Habana, la primera locura que hace Aponte es robarse el auto de Carlos Manuel de Céspedes, hijo del Padre de la Patria cubana y que a punta de pistola lo llenaba de gasolina, que le rompe la cabeza de un culatazo al administrador norteamericano de un Ten Cents de La Habana y que se bate a duelo con un general venezolano, de visita en la ciudad. El general recibió dos balazos y Aponte se disparó un tiro en un pie para que lo llevaran al hospital y no a la cárcel. Pero a la cárcel del Castillo del Príncipe fue, de donde lo rescata un grupo de anarquistas.
No nos sorprende para nada que este hombre haya tenido amigos como el médico cubano Gustavo Aldereguía, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y el propio Pablo de la Torriente Brau. Tampoco que haya caído muerto junto al revolucionario más terrorista de la historia de Cuba, Antonio Guiteras, cuando se dirigían a México en busca de armas para invadir Cuba y luchar contra el gobierno de Mendieta.
Mucho menos que Fidel Castro le quiera imponer al pueblo cubano esta figura despreciable.
En ningún país civilizado del mundo, a no ser Cuba -bajo un gobierno agresivo y de fuertes raíces terroristas-, este hombre recibiría monumentos, elogios y actos como homenaje póstumo, ni se le llamaría ejemplo para los jóvenes, como lo hace con frecuencia la prensa nacional, por orden del Estado.
Fuentes consultadas: Tony Guiteras, un hombre guapo, de Paco Ignacio Taibo II, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2009.
Articulo relacionado: Guiteras y Aponte, dos ejemplos, 9 de mayo de 2012, Juventud Rebelde.