LAS TUNAS, Cuba.- El desprecio por la propiedad ajena del régimen comunista cubano acaba de reiterarse ante mis ojos esta semana. Hace más de cuatro años lanzamos un S.O.S.: están vendiendo al campesino cubano en las tiendas del Estado herramientas plagiadas como si fueran de marca.
Pero el régimen guardó silencio y el plagio sigue ahí. Acabo de comprar una de esas herramientas por algo así como la sexta parte del valor con que salió a la venta.
En un artículo publicado por CubaNet en febrero de 2012, “El misterioso caso de los azadones negros”, alertamos sobre la presunta usurpación por parte de la industria siderúrgica cubana de una marca y patente que son propiedad de una corporación española.
En aquella alerta dijimos que, a través de una fuente en España, nos habíamos puesto en contacto por correo electrónico con el director de Marketing y Ventas, Rafael Oliver, quien el 31 de agosto de 2012 respondió por e-mail desde Guipúzcoa, País Vasco, diciendo: “Corporación Patricio Echevarría no dispone de plantas de producción en territorio cubano, ni las ha tenido en el pasado”.
“Actualmente tenemos una planta productiva en México, en el estado de Veracruz, desde donde se gestiona el área del Caribe y América Central”.
“Ni desde la corporación ni desde nuestras filiales se han realizado implantaciones en los comercios de la Isla, ni tampoco tenemos autorizado el uso de nuestra marca para que tercero las fabrique en Cuba”.
Luego… ¿de dónde salieron los toscos azadones negros con el logo de Bellota y el rótulo Made in Spain que los comercios estatales cubanos están vendiendo a los campesinos?, preguntamos en 2012 y reiteramos la pregunta ahora.
En el mercado Ideal de Las Tunas compré, la semana pasada, un azadón que aunque dice que es Bellota y fabricado en España, a simple vista se ve que es un plagio y no una herramienta importada.
Cual otro engaño al hombre de campo, amén de carecer del sello de garantía propio de toda marca registrada, el azadón que venden al campesino cubano cual herramienta legítima carece de acabado, es rugoso, sin pavón en la zona de corte. “Quién dice que son Bellota?”, preguntó un agricultor, que posee un azadón Bellota genuino, adquirido en una Tienda Recaudadora de Divisas (TRD) al precio de 10,55 CUC (esto representa 263,75 pesos CUP, más de la cuarta parte del salario promedio en Cuba o la pensión de un jubilado cubano).
En enero de 2011 los azadones con la firma de Bellota salieron al mercado nacional cubano al precio de 115 pesos CUP, luego fueron rebajados a 70 pesos, más tarde a 35 y ahora acabo de comprar uno en 17,50.
“Cualquiera medianamente entendido en comercio sabe que cuando una mercancía no tiene salida es porque su calidad no se corresponde con el precio”, comentó al respecto quien fuera propietario de una ferretería.
Parece ser este el caso de los misteriosos azadones negros, que aunque llevan la muy prestigiosa firma de Bellota, y aunque las TRD sólo rebajan centavos a los productos que comercializa, hoy el mercado Ideal debe vender tales herramientas, de gran demanda en el campo cubano, sólo en la sexta parte de su precio original.
Un viejo adagio entre picapleitos dice que el que juzga, procede. Y al régimen de La Habana parece caerle el sayo: reclama ante tribunales internacionales por presunta usurpación de marcas y patentes cuando todo indica que en este caso de Bellota, sus acerías estampan marcas ajenas en producciones propias.
El artículo 227 del Código Penal cubano prevé sanciones de seis meses hasta dos años de privación de libertad o multas de hasta 50 mil pesos a quien venda un producto industrial con indicaciones de calidad o designación de marca que no corresponda al producto, o para quien utilice ilegalmente marca, modelo industrial o patente de algún producto.
En Cuba no existen acerías privadas. Toda la industria metalúrgica cubana corre a cuenta de la Administración Central del Estado, cuyo jefe máximo es el general Raúl Modesto Castro Ruz.
Resulta difícil creer que una marca con el prestigio de Bellota sitúe en Cuba o en cualquier otro lugar del mundo un producto que demerite su nombre. Y si es así, a nombre de todos los engañados, desde la corporación española a quien plagiaron una marca, un modelo y el origen Made in Spain, hasta el último agricultor a quien vendieron una herramienta con designación de marca que no es tal, el Estado cubano debe una respuesta. Esperamos por ella, General.