LA HABANA, Cuba. -Cuando falta poco para el inicio del X Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), el periódico oficialista Juventud Rebelde publicó el pasado domingo 12 de julio una entrevista con el segundo hombre en la nomenklatura raulista, José Ramón Machado Ventura, el dirigente partidista que ha estado “más cerca” de esa organización juvenil.
Y Machadito habló de muchas cosas: de los errores cometidos por el Partido Comunista en el trabajo con la UJC; la negativa a crear un ministerio que implemente la política hacia los jóvenes; la necesidad de poner internet “a la manera de la Revolución”; de los jóvenes que no desean pertenecer a la UJC; y también alertó acerca del espejismo que puede causar el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, porque “ellos buscan llevarnos a la Cuba del capitalismo, y que a eso no podemos volver”.
No obstante la trascendencia de esos temas, hubo otro que centró nuestra atención. Fue cuando le preguntaron al Segundo Secretario del Partido Comunista sobre las características que debe poseer un joven para dirigir la UJC. Además de lo explícito de su argumento, la respuesta podría sugerirnos una lectura entre líneas del acontecer cubano. Ese modo de expresión tan peculiar que encuentran algunos en sociedades tan cerradas como la que padecemos.
Después de señalar que el liderazgo se consigue con disciplina, compromiso y sentido del deber, el entrevistado afirmó que “el líder no es esa persona que habla una y otra vez; puede ser que un líder no hable tanto, pero lo que dice es concreto y después lo cumple”.
Todo hace suponer que esos dardos, por ejemplo, se enfilen contra personajes al estilo de Hasan Pérez Casabona, aquel dirigente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) que atormentaba al auditorio con parrafadas en las que apenas respiraba, y que desapareció de la escena con el advenimiento al poder de Raúl Castro.
De igual forma, Machadito censuró la manera en que fueron seleccionados algunos dirigentes. Tras aclarar que hubo buenas selecciones que se malograron al desviarse los cuadros escogidos, apuntó que “hubo dirigentes con los cuales no se hizo una buena selección, y tenían un exceso de protagonismo y no solidez en sus principios”. Resulta inevitable que esas palabras nos hagan rememorar, entre otros, a Carlos Lage, Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque.
Pero volvamos a los razonamientos de Machado acerca de los inconvenientes de soportar a los habladores: “Si encontramos a un líder que exponga las cosas bien, que sabe concretar, es mejor, porque mientras uno da 40 vueltas hablando, él lo dice en medio minuto y también lo hace”.
Cualquier semejanza, ¿es pura coincidencia? Porque no hay nada que se parezca más a la anterior afirmación que la metamorfosis operada en el discurso presidencialista cubano. De aquellos sermones interminables de Fidel Castro, que repetía lo mismo no 40, sino hasta 80 veces, hemos pasado a las intervenciones más breves y directas del General-Presidente.
Y, claro, es lógico imaginar que Machadito prefiera estar del lado de su actual jefe.