LA HABANA, Cuba -Todo lo que no marcha bien en Cuba se atribuye a “dificultades”. Los fracasos se atribuyen a factores externos y al mal trabajo de los niveles inferiores, la alta dirigencia siempre elude responsabilidades.
Recientemente, al analizar las inversiones –en la Asamblea Nacional– , se habló de dificultades en la preparación de los proyectos, inestabilidad de la fuerza laboral, déficit de fuerza calificada y falta de recursos. Adel Yzquierdo Rodríguez, ministro de Economía y Planificación, repitió lo mismo en el Consejo de Ministros. Un año antes, este ministro repetidor, había dicho en la Asamblea, que se estaban tomando acciones para avitar atrasos en las inversiones.
Ya en diciembre de 2012, los incumplimientos del plan de inversiones comprometían los ingresos y ahorros previstos en la proyección del quinquenio.
Marino Murillo, vicepresidente del Consejo de Ministros, enfatizó que había falta de disciplina en la preparación del proceso inversionista en todos los sectores de la economía, sin excepción. Y Raúl Castro señaló que se habían excluido 68 inversiones por falta de preparación técnica, y sentenció que no se permitiría el derroche de los recursos por la improvisación y la superficialidad que habían caracterizado el proceso inversionista.
Desde inicios de la década de los 60, mientras las inversiones se incrementaban en 25 por ciento, no se reflejaban en el crecimiento económico En 1964, Miguel Figueras, vice ministro, alertaba sobre la no adecuada organización del proceso inversionista. No se instalaban los nuevos equipos en cuanto se recibían y las maquinarias se amontonaban en los muelles y se oxidaban esperando su puesta en funcionamiento.
En 1980, el “Equipo de Investigaciones sobre Economía Cubana” argumentaba que el crecimiento de las inversiones provocó el descenso en la incorporación de fondos básicos efectivos a la economía. Y en 1985, el propio Fidel Castro señaló que en los 5 años anteriores la utilización del fondo de acumulación fue deficiente, lo cual se reflejó en la ejecución de las inversiones.
Según constató Carmelo Mesa-Lago, entre 1995 y 2002, la inversión extranjera acumulada creció ligeramente de 2 100 a 2 500 millones de dólares, y significó que la inversión directa disminuyera, de 448, a 39 millones de dólares entre 2000 y 2001. También indicó que en 2002 la Unión Europea envió un documento a las autoridades cubanas quejándose por la falta de transparencia en la legislación existente al respecto.
Las deficiencias en la preparación técnica de las inversiones no se deben a la falta de instrumentación. Los arquitectos, ingenieros y economistas que se desenvuelven en esa actividad conocen que toda inversión debe tener su estudio de factibilidad y ser evaluada. Pero tradicionalmente esos requisitos fueron obviados por Fidel Castro, como cuando decidió ampliar el aeropuerto de Santiago de Cuba en un barranco, lo cual obligó a malgastar muchos millones de metros cúbicos de relleno.
El fracaso del proceso inversionista hay que buscarlo en la máxima dirección del país. Ya Raúl Castro anunció que en el Séptimo Congreso del PCC, –dentro de 2 años– tendrá que decir, igual que en el Sexto, que se le cae la cara de vergüenza por los incumplimientos y, muy especialmente, en las inversiones.