LA HABANA, Cuba, abril (173.203.82.38) – Parece que el régimen se ha visto presionado por la opinión popular, opuesta mayormente a la desaparición de la libreta de racionamiento. De manera que otra vez los medios oficiales de (des) información están dando lata con eso de que el sistema socialista cubano –así le llaman- no dejará desprotegido al pueblo.
Es peripatético que ellos insistan en presentar la libreta de racionamiento como un mecanismo para proteger al pueblo, cuando en realidad no es sino expresión escandalosa de su ineficacia administrativa, la cual ha sometido a la gente durante decenios, a un régimen de subalimentación propio de tiempos de guerra o de gran catástrofe natural, que en este caso no es otra que la catástrofe de su desgobierno y de su inmovilismo ante los imperativos del progreso.
Igualmente es dramático que la población, o al menos su sector más desvalido, se vea ante la necesidad de reclamar que no eliminen ese mediocre remedio de urgencia, impulsada por la certeza de que su alternativa es la libreta de racionamiento (es decir, menos de lo mínimo indispensable) o, de lo contrario, nada.
Al mismo tiempo, resulta paradójico que durante décadas, cuando la Unión Soviética costeaba todos nuestros gastos básicos, a los caciques no se les ocurriera fortalecer el mercado interno hasta un nivel que les permitiese eliminar la libreta de racionamiento. En cambio, amenazan con hacerlo hoy, precisamente en medio de circunstancias de crisis económica aguda, crónica e insoluble.
Que después de 50 años bajo el mismo gobierno, millones de ciudadanos se vean precisados a sobrevivir dependiendo de drásticas normativas alimentarias. Que ese gobierno no sea capaz de erradicar la causa de tan cavernícolas normativas. Y que, además, declare que no lo hace no porque no sea capaz, sino para proteger a los ciudadanos, es algo que desborda todos los colmos.
Según una metáfora muy usada por los pensadores de la Edad Media, en aquella época la sociedad estaba organizada en tres niveles: el pastor, los perros del pastor y las ovejas. Estas les aseguraban una vida próspera al pastor, quien, a su vez, alimentaba con huesos de ovejas a los perros para que se ocuparan de proteger el rebaño. Parecía así que la razón de ser del pastor y sus perros era garantizar la existencia de las ovejas. Pero en realidad era al revés.
Conste que las coincidencias no son casuales. Ni hay que rebuscarlas. Están a ojos vista.
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