LA HABANA, Cuba. – El precio del dólar en el mercado informal ha llegado a dónde muchos creyeron que jamás llegaría, mientras que a las muertes del “medio”, la “peseta” y la “morocota” —que hoy se las encuentra tiradas en la calle como tiempos atrás pasaba con el “quilo”— se han ido sumando los cadáveres de los billetes de a 5, 10 y 20 pesos cubanos, a los que pronto les seguirá el de 50, puesto que el de a 1.000 hace rato sustituyó al de a 100 que, sin dudas, hace apenas 10 años rendía mucho más, en tanto podía canjearse por 4 CUC en las casas de cambio (y sin hacer cola) y hasta por cinco dólares en la calle, cuando el billete verde solo unos pocos cubanos que viajaban lo querían.
Pero hoy un billete de a 1.000 —ese mismo que cuando entró en circulación en febrero de 2015 nadie quería en sus carteras porque se hacía difícil soltarlo en algún comercio— ni siquiera rinde para adquirir tres dólares cuando estos se cotizan a 350 pesos por unidad, amenazando con llegar pronto a los 500 por 1 aun cuando el régimen anuncie que tomará medidas urgentes para detener su alza, o al menos para acercar la tasa oficial a la informal, con lo cual terminará por lanzar el canje en la calle al infinito y más allá.
Ningún “buen pronóstico” ni amenaza han frenado al dólar y ya hasta han desaparecido aquellas publicaciones bajo perfiles falsos en las redes sociales, la mayoría atribuidas a las llamadas “ciberclarias”, que solían anunciar un “bajón” agarrándose de cualquier rumor, medida o noticia “alentadoras” que apenas servían para ralentizar el desbarrancamiento del peso cubano, como sucedió en mayo de 2022 cuando el gobierno de Joe Biden anunció una serie de medidas que flexibilizarían el embargo y entonces, en medio del pánico de los revendedores, el dólar bajó casi a los 90 pesos por unidad.
Ese fue el gran momento de “gloria” para quienes, ajenos al poder, pensaron alguna vez frenar la inflación solo a golpe de campañas en Facebook (y no con verdaderas reformas económicas y, sobre todo, políticas) pero el entusiasmo apenas les duró un par de semanas. Quizás el tiempo suficiente para que unos pocos bribones recolectaran todo ese dólar que, por miedo a la devaluación, la gente sacó de debajo de los colchones. ¡Son unos bichos estos tipos de la “continuidad”!
Tengamos en cuenta que ya en el verano de ese mismo año (2022) el canje informal del dólar volvió a superar ampliamente los 100 pesos cubanos, y entonces para los primeros días de agosto el propio gobierno comunista anunció que daría 120 pesos por el billete verde en Cadeca, tomando como referencia el valor de la calle, aun cuando el “difunto” Alejandro Gil dijo en plena Mesa Redonda que habían fijado ese precio luego de un “profundo análisis”, aunque ahora, después de su explote, y conociendo en lo que andaba el “buen ministro”, ya sabemos en cuáles profundidades se sumergía.
Si no hubo malas intenciones, entonces fueron demasiadas las coincidencias, tantas como para sospechar que tenían toda la razón quienes aseguraban que la mano del Gobierno cubano —o al menos de personas amparadas bajo su protección— podía verse en las publicaciones de algunos revendedores de divisas, un mercado a donde obligatoriamente debe acudir todo dueño de algún “emprendimiento”, aun cuando su capital inicial haya llegado de “afuera”. A fin de cuentas las ventas deben hacerse en pesos cubanos y entonces para reconvertir las ganancias a “verdes” y nuevamente reabastecerse de mercancías no hay otro modo de hacerlo que acudiendo al mercado informal de divisas.
No es imposible, pero sí muy difícil llegar a conocer quiénes son los verdaderos dueños de esos “emprendimientos” que más dólares demandan para su existencia y sobre todo para su éxito, lo cual nos daría una visión sobre quiénes son en realidad quienes más participan y hasta se benefician ampliamente del actual mercado informal de divisas.
Sabemos que, en Cuba, en los documentos “oficiales” puede leerse una cosa cuando en la realidad sucede otra cuya verdad es mucho más cercana a los rumores que a la versión y el dato oficiales, y el caso de corrupción de Alejandro Gil, el mismísimo ministro de Economía, aunque han querido vendérnoslo como una excepción, sospechamos con gran volumen de pruebas que en realidad es la regla de un sistema, que bajo el viejo pretexto de “evadir el bloqueo” da amparo a esas y otras “corrupciones” de vieja data, como las relacionadas con operaciones en paraísos fiscales y con el sinnúmero de empresas off-shore que sabemos asociadas a empresas estatales y ministerios por sus directivos-prestanombres.
Sin dudas algo similar está ocurriendo con el auge de las llamadas mipymes. Alguna de ellas, aunque aparecen registradas como entidades independientes, no son más que el resultado del fraccionamiento múltiple de otras empresas, estatales o privadas, que han visto en ese proceso de “ramificación” un modo de camuflaje para crecer ilimitadamente sin llamar la atención, no del régimen cubano —que conoce bien la estrategia y hasta escribió las leyes y creó las condiciones para que esto sucediera— sino del escrutinio público.
Al efecto hay miles de empresitas registradas hasta la fecha pero cuando terminemos de asociarlas a sus verdaderos dueños, más allá de lo que dicen los papeles, posiblemente encontraremos no solo que el número se reduce sino además que lo hace al ritmo de la caída del peso cubano, en tanto dominan el mercado informal de divisas.
Lo peor del caso es que hoy sabemos más por las indiscreciones y vanidades de sus verdaderos dueños, así como por el desparpajo y prepotencia de otros, que el éxito, la fama, la prosperidad, la impunidad, la permisibilidad y la inmunidad frente a policías, fiscales e inspectores de los principales “negocios privados” que conocemos son más el resultado de nacer y vivir a la sombra del poder, bajo su protección, que de los sacrificios personales, y de esto pueden dar testimonios los miles de negocios que han sucumbido por la ingenuidad de sus dueños, que creyeron en lo que sale en el Noticiero de la Televisión Cubana, pero además los hijitos e hijitas de mamá y papá, los “nietecitos malcriados” que se han revelado como “nuevos actores” de la economía.
El dólar está “mandao”, mientras el peso cubano se cae a pedazos, como un cuerpo que se pudre, los jefazos se lamentan públicamente por la situación pero a todos nos da la impresión de como que no quieren hacer nada para revertirla, quizás porque en realidad están “perdidos”, pero si mañana o pasado, o dentro de un mes, se aparecieran con una “actualización” de la tasa de cambio oficial que nuevamente emule con la informal, entonces sabremos que en realidad se sienten en su mejor momento, en buena sintonía con los revendedores de divisas.
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