LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -En la mañana del 9 de abril pasado poco más de dos centenares de habaneros, muchos de ellos llevados por directrices organizativas, nos reunimos en la céntrica esquina de las avenidas Carlos III y Belascoain para conmemorar el bicentenario de la ejecución de los principales implicados en el primer gran movimiento anticolonial y antiesclavista de nuestra historia, que sin embargo sigue siendo un hecho casi totalmente desconocido para la mayoría de los cubanos.
Hace cuatro años cuando las autoridades crearon una comisión para dirigir e impulsar las acciones de conmemoración de la llamada conspiración de Aponte, los directivos de la misma aseguraron que se erigiría un monumento al prócer negado y desconocido, en esta populosa esquina habanera donde fue exhibida su cabeza en una jaula después de la ejecución de él y varios de sus colaboradores.
Esa mañana muchos acudimos supuestamente a la develación del monumento, que sin embargo brillaba por su ausencia, al igual que las autoridades políticas y administrativas de la ciudad o el señor Eusebio Leal, el poderoso historiador de la ciudad quien en los últimos años ha consagrado homenajes escultóricos a figuras foráneas tan disimiles como Mustafá Kemal Atatturk, Francisco de Miranda, Agustín Lara, Antonio Gades, Hasekura Surenage Rokaemon ―según dice el primer japonés que visitó México y Cuba a mediados del siglo XVIII― amen de reinstalar la estatua del presidente José Miguel Gómez (1909-1913), principal promotor de la matanza de miles de encartados e inocentes con motivo de la protesta armada del Partido Independiente de Color (mayo-junio 1912) y develar una placa en recordación del capitán José Martí Zayas Bazán, uno de los principales ejecutores del fratricidio. El señor Leal nunca se ha dignado a erigir un monumento a un afrodescendiente cubano.
Grandes merecedores como Juan Gualberto Gómez, Aracelio Iglesias, Jesús Menéndez, Evaristo Estenoz y también José Antonio Aponte deben continuar su larga espera.
En el acto Manuel de Jesús, Presidente de la Unión de Historiadores de Cuba en La Habana dio cuenta del alcance, la solidez estructural y organizativa, las conexiones internacionales de esta conspiración que reunió a varios cientos de negros y mestizos libres, blancos y esclavos en varias provincias de la Isla y se proponía la abolición de la esclavitud, la independencia de España y la participación igualitaria de todos los componentes de la nueva nación.
El orador hizo referencia a la heroica y desconocida participación del Capitán Aponte, prominente miembro del batallón de Pardos y morenos y abuelo del prócer de 1812, en la defensa de la ciudad frente a la invasión inglesa de 1762.
Tanto de Jesús como Heriberto Feraudy Espino, presidente de la comisión Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) destacaron las cualidades de Aponte como líder religioso y político, su intelecto cultivado de manera autodidacta y su reconocido talento artístico.
Los oradores de aquella mañana reconocieron de cuanta omisión y desconocimiento han sido víctima Aponte y su gesta, a la que calificaron como el primer movimiento popular revolucionario de nuestra historia. Por estos días hemos escuchado incluso acusar a la historiografía burguesa de haber ocultado un proceso histórico de tal envergadura, como si no hubiera pasado más de medio siglo de un gobierno que se dice revolucionario, pero que nunca ha reconocido y valorado a Aponte como precursor de las luchas emancipadoras contemporáneas.
Llama poderosamente la atención lo difícil que ha sido para las autoridades cubanas dar el reconocimiento y homenaje que merecen los muchos esclavos sublevados a través de la etapa colonial, así como a Aponte y sus compañeros, quienes generaron un movimiento anti colonial y anti esclavista de gran envergadura para su época, sin los tintes racistas y anexionistas que marcaron posteriores epopeyas.
De igual manera el alto liderazgo se resiste a reconocer el heroísmo de los miembros de la hermandad secreta Abakúa que el 27 de noviembre de 1871 se inmolaron frente a las tropas españolas para intentar rescatar a los ocho estudiantes de medicina condenados por la soberbia integrista. Ahora cuando desde la sociedad se refuerza y afianza el reconocimiento de los héroes abakuas del 27 de noviembre, quienes tiñeron con su sangre las calles de la ciudad en un acto que no fue ni racista, ni fratricida, ni terrorista, los gobernantes cubanos el pasado año presentaron a las victimas llorosas, siempre calificadas de inocentes, como ejemplo de la juventud cubana.
También son desde la oficialidad menospreciados y calumniados hoy los líderes y miembros del Partido Independiente de Color, a quienes no se reconoce su trayectoria independentista, ni la excepcional propuesta política, en realidad muy adelantada para su tiempo, que expusieron para toda la nación.
Al mismísimo Antonio Maceo, un gigante de aureola universal aun en vida, más allá de sus inigualables hazañas militares no se le reconoce su pensamiento político, su condición de luchador anti racista, el gran empresario que fue o su ejecutoria político militar en otros países.
Tal parece que nuestros gobernantes no quisieran héroes de piel oscura. Finalmente los oradores de la jornada reconocen las omisiones y lagunas pero no se atreven a pasar a las autoridades la responsabilidad que les corresponde por ser los regentes máximos de la educación, así como de los espacios culturales y mediáticos donde brillan por su ausencia la visión de esa contribución capital de los africanos y sus descendientes a la construcción económica, social, política y cultural de la nación que estará incompleta hasta que la más plena inclusión democrática acoja por igual a todos sus hijos en el rico crisol de su diversidad y hasta que el sacrificio y la entrega de hombres como Aponte ocupen el lugar que les corresponde en el imaginario y la referencias de una Cuba libre de intolerancia y exclusiones.