LA HABANA, Cuba. – Durante la más reciente reunión del Consejo de Ministros, el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez repitió esa especie de consigna que no se cansa de enarbolar en todas partes, exhortando al pueblo a incrementar las exportaciones.
“Todo el mundo tiene que buscar qué puede exportar y, por supuesto, cobrarlo”, fue la frase empleada por el mandatario (“En pos del desarrollo del país”, periódico Granma, 1ro de marzo de 2018).
Por supuesto, nada tiene de extraño el hecho de que la Isla aspire a aumentar sus exportaciones. Lo cuestionable del asunto consiste en que, tal y como se desprende de las palabras de Díaz-Canel, se trata más bien de una campaña emergente que de una estrategia cabalmente coordinada.
Al parecer, el llamado del gobernante se centra más en los bienes que en los servicios profesionales, porque de estos últimos ya no hay mucho de dónde sacar. Tienen su base en el turismo y en los servicios médicos que la Isla presta, fundamentalmente, en Venezuela. El año anterior recibieron un fuerte golpe con la salida de los médicos cubanos de Brasil, por lo que, si cae el régimen de Nicolás Maduro, no sorprendería el colapso.
La experiencia histórica indica que si Cuba aspira a tener éxito en las exportaciones de bienes, debe especializarse en una gama no muy amplia de productos -que podría incluir a los productos biofarmacéuticos, el azúcar, el tabaco y el níquel- que, por su calidad, encuentren compradores en el mercado internacional. Esa fórmula, a no dudarlo, sería más racional y efectiva que esforzarse en exportar cualquier cosa.
Durante la etapa republicana, cuando Cuba dependía fundamentalmente de sus exportaciones de azúcar y tabaco, casi siempre su balanza comercial de bienes presentó superávit (vendía más que lo que compraba). Incluso en la época de la inserción de la Isla en el CAME (1972-1986), con la seguridad de contar con el mercado del “socialismo real”, el déficit en la balanza comercial cubana promedió los 354 millones de pesos. Una cifra relativamente baja si la comparamos con los 5 mil millones de déficit que, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), Cuba ha mantenido posteriormente, tras perder los mercados preferenciales para sus bienes exportables.
En el mencionado cónclave del Consejo de Ministros, el titular del Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, informó acerca de un grupo de bienes y servicios que serán promovidos para su exportación con vistas a aumentar los ingresos del país por esa vía. Entre los primeros sobresalen el níquel, el azúcar, el tabaco, la miel, el carbón, el ron y los productos biofarmacéuticos y del mar. Sin embargo, el ministro reconoció que muchos de ellos son poco competitivos y de baja integración tecnológica. No es difícil imaginar que, con semejante lastre, será muy difícil insertarlos en el mercado internacional.
Lo anterior sin olvidar las tribulaciones que afronta el país para adquirir las materias primas, tanto en cantidad como a tiempo oportuno, que le permitan producir y después exportar “todo lo que pueda exportarse”, tal y como desea Díaz-Canel.
A propósito, la carencia de materias primas golpea también la producción de renglones de primera necesidad. A principios de año le correspondió al pan y, por estos días, asistimos a las “matazones” en las tiendas para comprar el escaso aceite comestible.