LA HABANA, Cuba.- Pájaro Loco se llamó en español al delirante pájaro carpintero creado por Walter Lantz. Todos recordamos al bribón pajarraco que atormentaba a otros personajes y soltaba la risa más chiflada y fascinante del cine animado. Y picoteaba los techos, los árboles, las cabezas, martirizante. Entre 1976 y 1989, una misteriosa señal proveniente de la Unión Soviética repiqueteó, enloquecedora también, en la onda corta por todo el mundo. Se le llamó el Pájaro Carpintero Ruso. Pudieron haberlo llamado el Pájaro Loco Ruso.
El año pasado, cuando se cumplían 30 años del desastre de la central nuclear de Chernóbil, fue premiado en el Festival de Cine de Sundance el documental El pájaro carpintero ruso, que sugiere que aquella tragedia fue solo uno de los peores genocidios de la historia humana, una conspiración de altos funcionarios rusos para encubrir el fracaso de Duga 3, complejo sistema de antenas, un costoso e inútil dispositivo militar cerca de Chernóbil.
Dirigido por el norteamericano Chad Gracia, con larga experiencia teatral, el documental está centrado en el intenso Fédor Alexandrovich, artista ucraniano también del mundo de las tablas, autor de la terrible hipótesis y sobreviviente del desastre ―que le dejó estroncio radioactivo en los huesos y la visión deteriorada―, a quien la cámara, a veces filmando en secreto, sigue durante las entrevistas a periodistas, historiadores, políticos, exfuncionarios y expertos.
Rodada durante la revuelta del Euromaidán, El pájaro carpintero ruso muestra el punto en que el artista detiene su pesquisa porque empieza a recibir presiones y amenazas contra él y los suyos. Su padre cree que Fédor terminará tan mal como otros miembros de la familia. El filme acierta mostrando que, en fin, el protagonista es el pasado de horrores y masacres cometidas por la Rusia soviética contra los ucranianos.
La conclusión de Alexandrovich parte de firmes datos. Duga 3, el Ojo de Moscú, se construyó como sistema de radar antimisiles y llegó a ser considerado una especie de arma de control mental, costando unos 7 mil millones de rublos, el doble que la central de Chernobil, Corazón de la URSS. Y no funcionó para lo que fue diseñado, aseguran varios entrevistados. El gobierno soviético, en esos años, castigaba con la pena de muerte la malversación de fondos estatales.
Y precisamente en 1986 se efectuaría una supervisión del monstruoso dispositivo. Era obvio que la comisión declararía que el Ojo de Moscú estaba ciego y los responsables del fracaso estarían en un serio aprieto. Entonces sucedió la catástrofe nuclear. ¿Se puede relacionar Duga 3 con Chernóbil? El obsesionado investigador halla un nombre: Vasily Shamshin, uno de los creadores del gran Ojo en los 70 y Ministro de Comunicaciones cuando el desastre, fallecido en 2009.
Lo que ocurrió en el terrible día de abril de 1986 es aún un enigma, pero está claro que se llevó a cabo un experimento suicida. El turno diurno de la planta se negó a realizarlo. Un alto ejecutivo del gobierno presionó al turno de la noche, que procedió con él. Alexandrovich está seguro de que esa orden provino de Shamshin, que sería el más perjudicado por la próxima inspección en Duga 3. Más que pruebas, el filme muestra suficiente espacio para la duda razonable.
Hoy, no queda nada más allá de la versión oficial: los documentos desaparecieron, fueron destruidos o se encuentran clasificados por las autoridades rusas. Anatoly Dyatlov, ingeniero de la central condenado a 10 años de cárcel, dice en el filme: “Si un accidente así ocurre, debemos aprender la lección para que no pase de nuevo. Pero a los especialistas se les prohíbe el acceso a los documentos que pudieran haber surgido de aquellas investigaciones”.
Hay un dato muy curioso en El pájaro carpintero ruso. Resulta que Shamshin era vicepresidente de la Sociedad de Amistad Soviético-Cubana, que, como expone Alexandrovich, era en esencia trasladar la guerra a América. Ya en 1962, la URSS abrió su puesto más grande de Inteligencia de Señales (SIGINT) en las afueras de Lourdes, a unos 50 kilómetros de La Habana, con más de 1000 ingenieros, técnicos y militares soviéticos. Presionado por Estados Unidos, Vladímir Putin ordenó cerrarlo en 2001 sin contar con un disgustado Fidel Castro.
Pero se ha hablado que, tras la última visita del presidente ruso a Cuba, existe un acuerdo para reinstalar la base de Lourdes o abrir una similar. La importancia de una avanzada así para Rusia, tan cerca del territorio estadounidense, parece tan indiscutible para muchos como la que tuvo para la Unión Soviética.
Según el filme, en 1978 el ministro Shamshin aseguró que “el heroico apoyo de la URSS” sirvió para que la revolución cubana impulsara fuertemente “la liberación de América Latina”. Podemos preguntarnos si volverán a sonar palabras como esas en nuestros días. Varios funcionarios rusos han respaldado la renovación de la presencia militar de su país en Cuba.
Según Fédor Alexandrovich, “los fantasmas del pasado están tratando de volver a la vida. Quiero cazar esos fantasmas y silenciarlos para siempre, porque quieren volver aquí o arrastrarnos a su mundo, el mundo de los muertos”. Y afirma que Rusia ya no es lo que era, sino “la Unión Soviética de nuevo”. El enfebrecido artista cree que “Ucrania es solo el primer paso para el renacimiento de la Unión Soviética. ¡El siguiente paso es la III Guerra Mundial!”
El documental de Chad Gracia es sin duda mucho más inquietante de lo que uno quisiera, y concluye con una breve advertencia: “Después de 23 años de silencio, la señal del Pájaro Carpintero Ruso regresó recientemente a las ondas aéreas. Ha sido rastreada en el corazón de Rusia”.