LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 – Tras la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS, el nivel de vida de los cubanos se despeñó hasta el fondo. El “periodo especial” se impuso bajo condiciones de subsistencia y el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) no escapó a la debacle.
En su sede del edificio Sierra Maestra, las paredes estaban despintadas, la fetidez en los baños se prolongaba por falta de detergentes. Los oficiales, a causa de la deficiente alimentación, salían a comer en los establecimientos cuentapropistas. Escaseaban las piezas para mantener la técnica de combate. Los militares sufrían las mismas penurias que los ciudadanos, y se corría el peligro de una rebelión.
Los problemas llegaron al despacho de Raúl Castro. El General comprendió que el elefante blanco bajo su mando debía convertirse en una institución productiva que prescindiera del presupuesto estatal, y precisaba el concurso de un estratega. Los requerimientos apuntaban al entonces General de División Julio Casas Regueiro quien, de inmediato, trazó la táctica a seguir.
Se crearon las infraestructuras necesarias, fundaron cadenas de tiendas, asumieron administraciones de hoteles, reinvirtieron en otras esferas productivas y la invasión del MINFAR al terreno económico se coronó con éxito. Al disponer de financiamiento, se restablecieron las prebendas otorgadas a los oficiales, se reiniciaron las construcciones de viviendas, las ventas de electrodomésticos a precios subsidiados, se incrementaron los salarios, se invirtió en transporte, restituyeron los estímulos y, por consiguiente, la casta militar regresó a su antiguo estatus.
Julio Casas Regueiro no integró la nómina del generalato súper estrella del MINFAR. Sin embargo, encabezó la batalla más peligrosa a la que se enfrentó el brazo armado del régimen, una institución discapacitada para la guerra moderna, pero adiestrada en los cánones de la beligerancia irregular. Su iniciativa como oficial enérgico, exigente y honesto, y su espíritu de trabajo y no de protagonismo, hacen que su desaparición produzca un vacío en el gabinete del octogenario Presidente.
Casas Regueiro era para Raúl la garantía de que los despilfarros y los escándalos por corrupción no abrieran brechas en las filas del MINFAR y socavaran la moral de las tropas.
Aunque algunos aseveran que las honras fúnebres dispensadas al General de Cuerpo de Ejército fueron exageradas, no hay dudas de que este hombre fue uno de los principales puntales del régimen.