LA HABANA. Cuba. -Hay que ser muy mal pensado para acusar a los grupos opositores en Cuba de hijos bobos de Obama, alegando que su única aspiración consiste en que el presidente estadounidense se encargue de una labor que solamente a ellos corresponde. Pero también hay que ser fatuo para creer que la oposición interna estaría incapacitada para procurar, por su propia cuenta, verdaderos cambios democráticos, y que su labor en tal dirección no podrá ser efectiva si Obama no exige al régimen aquellos cambios que sólo a los cubanos les toca conquistar.
¿Por qué razón, a la hora de establecer relaciones diplomáticas y de negocios con otro país, el gobierno estadounidense tendría que poner como condición que sean empoderados los ciudadanos de ese país, en cuando a sus derechos civiles y políticos? ¿No se supone que son tales ciudadanos quienes están obligados a luchar por sus intereses domésticos, mientras que los gobernantes de Estados Unidos deben centrarse en los intereses de sus propios gobernados?
¿Acaso en su larga historia como potencia, los estadounidenses no han mantenido relaciones con casi todos los dictadores y los autoritarismos que en el mundo hubo? ¿Y cómo se las arreglaron los opositores internos de esos sistemas para generar una articulación social amplia, e incluso para hacer valer sus aspiraciones democráticas, sin que Estados Unidos pusiera como condición su reconocimiento legal y aun sin que tuviese la deferencia de sentarse a dialogar formalmente con ellos? Los ejemplos son muchos y muy conocidos.
El fin de la incivilizada burla al Estado de Derecho y al caos de corrupción política, administrativa y social que padecemos hoy en Cuba, no tiene, ni siquiera debe ser objeto de condición por parte de ningún gobierno extranjero, a la hora en que decida establecer relaciones con la dictadura. Si a Obama le da gusto apoyar a los opositores cubanos, es muy bueno, y si les ayuda moral y materialmente –como lo ha hecho-, tantísimo mejor. Lo que no está bien es que esperemos lo que él no puede o no desea o no le conviene otorgarles.
Dejo en claro que no me estoy pronunciando a favor de que el gobierno de Estados Unidos establezca plenas relaciones con la dictadura de los Castro y sus secuaces. Tampoco estoy en contra, sino todo lo contrario, como dice el dicho. Coincido con otros en que si al fin se restablecen, aunque sea medianamente, tales relaciones van a beneficiar en grande los proyectos de nuestra oposición interna. Igualmente nos permitirá sacar al menos la cabeza del pantano histórico en que estemos hundidos. Todo dependería de que los opositores identifiquen la brecha y sean eficientes para aprovecharla, dejando atrás definitivamente las nefastas equivocaciones y la obtusa manera de enfocar la historia que Fidel Castro nos inoculó en la sangre desde la más tierna edad.
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