MIAMI, Florida, febrero, 173.203.82.38 -El miércoles 7 de febrero Alfredo Pérez Rubalcaba regresó a la Cámara del Congreso para hacer su primera intervención como líder de la oposición. Apenas cuatro días después de haber sido elegido secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en el 38 Congreso Federal de esa organización. Una elección en la que Pérez Rubalcaba logró vencer a su correligionaria Carme Chacón en reñidas votaciones donde la ex ministra de Defensa en el gobierno de Rodríguez Zapatero perdió apenas por 22 boletas.
Las elecciones que cerraron el congreso partidista fueron precedidas de una actividad política intensa en las campañas de los aspirantes al cargo. Mientras Chacón presentaba un proyecto renovador bajo el rótulo de Más PSOE por hacer, Rubalcaba exponía como avales su mayor experiencia política y un enfoque de trabajo dirigido a superar las adversas realidades que vive la organización. Al final la apuesta rubalcabista de cambio y unidad ganó en las urnas, aunque por la mínima.
Al conocerse los resultados de las votaciones que le dieron el triunfo, Rubalcaba manifestó que su política al frente del secretariado tendría un carácter integrador, no hacia un sector específico por su condición generacional o regional, sino hacia todos los españoles y por España. Una labor que inició desde el banco opositor en la misma semana.
Fundado en 1879 por un grupo de intelectuales y trabajadores- tipógrafos en su mayoría- bajo el liderazgo de Pablo Iglesias, el PSOE es el partido más antiguo de España y segundo socialista y obrero del mundo detrás del socialdemócrata de Alemania. Ilegalizado junto a todas las organizaciones políticas que no se correspondían con las del Movimiento Nacional bajo la égida falangista, no volvería a funcionar abiertamente hasta el final del franquismo. Junto a los populares fundados por Fraga pasó a ser partido de fuerza, logrando encabezar el gobierno bajo dos administraciones elegidas por el voto libre. Un mandato equivalente a poco más de la mitad del tiempo democrático vivido por España.
Con un número de afiliados de aproximadamente 460 mil militantes el PSOE ha contado con el respaldo de millones de simpatizantes que le confieren su voto ciudadano confiados en la gestión del partido y sus programas sociales, sin que ello implique adquirir una militancia activa o vinculante.
Casi coincidiendo en las fechas con el evento del PSOE se produjo la Conferencia del Partido Comunista de Cuba. El contraste entre ambos suceso es de notar. A diferencia de los socialistas españoles que debatieron abiertamente sus fallos y proyectos, los comunistas cubanos se reunieron a puerta cerrada para discutir las aspiraciones y opiniones de la sociedad que dirigen sin oposición o alternativa. Mientras en Sevilla se pulsaba en las urnas por el relevo de edad y de género, en La Habana se aceptaba al mismo equipo que habla de la necesidad de un cambio pospuesto por falta de sustitutos capaces de tomar el relevo. Al menos así lo afirma un sistema que en medio siglo ha regido sobre tres generaciones de cubanos.
En tanto que el Congreso de los socialistas españoles se prepara de cara al futuro con el peso de la peor derrota política sufrida en su historia, los comunistas cubanos mantienen el atrincheramiento con la mirada puesta en el pasado y un discurso negativo hacia un futuro sin libertades y derechos políticos, opciones que pretenden seguir detentando bajo la justificación del miedo al otro y a lo otro. Neoliberalismo, explotación, capitalismo, imperialismo contrarrevolución, enemigos del pueblo…son los virus que podrían minar la unidad y la soberanía de los cubanos según el criterio castrista. De acuerdo a este la inmunidad contra esos males radica en el control eterno e indiscutido del Partido Comunista.
No ha sido necesario el manto protector unipartidista a los españoles. En definitiva no viven peor que los cubanos quienes soportan desempleo, bajos salarios, injusticias laborales, privaciones económicas, humillaciones sociales, desigualdades y represiones, sin poder expresarse y mucho menos poder cambiar la situación, teniendo que escuchar a los causantes del problema hablar de las dificultades que ellos mismos crearon y recrearon en su sempiterno usufructo de gobierno. Tal vez por ello decenas de miles en la Isla de la Libertad apuestan por lo que parece ser la única solución que es irse a vivir a los emporios capitalistas apelando a cualquier medio, incluso a sus raíces ancestrales.
Las diferencias son marcadas entre un socialismo que apuesta por las urnas y el derecho a expresarse y otro que bajo las banderas radicales del marxismo se enquista en el poder mediante un sistema de partido único muy similar al que mantuviera el franquismo. El mismo que en su tiempo prohibió y persiguió a todas las corrientes de pensamiento contrarias o diferentes, entre ellas el PSOE.
Unas veces en el gobierno y otras en la oposición, como ocurre ahora, los socialistas españoles apuestan al bien común. Lo hacen con aciertos y desaciertos, errores y avances, pero bajo el imperativo que impone el juego democrático. La otra perspectiva la ofrece el castrismo con su sistema totalitario partidista, caracterizado por las poses inmovilistas y el esquematismo en las ideas que hacen de los errores y retrocesos un mal crónico en perjuicio de la sociedad. El PSOE, tanto en su proyección de organización como en la propuesta política partidista a los ciudadanos españoles, evidencia que el lastre que hunde a Cuba no es precisamente el del socialismo.