LA HABANA, Cuba, 27 de septiembre (Pablo Méndez, 173.203.82.38) -Los timadores campean por La Habana, los cómplices se benefician con sus correrías y los policías les dejan actuar libremente.
Recientemente, una turista argentina seleccionaba víveres en el mercadito de la “Manzana de Gómez”, una mujer de aproximadamente 50 años de edad cargando a un niño en sus brazos, sin rodeos se le aproximó, le rogó para que le ayudara porque no tenía leche ni pañales para el bebé; la buena samaritana aceptó, desembolsó más de veinte dólares para la compra, la timadora dio las gracias, salió de la tienda y se esfumó por la calle Obrapía. Los que la conocen, aseguran que los pañales y la leche, serán revendidos.
Laritza y Claudia, son dos chicas que estudian en una escuela de arte, ellas observaron la escena del mercado, conocen a la mujer por sus reiteradas estafas, les resultó muy desagradable ser testigos del engaño y aunque el timo no afectó sus bolsillos, rechazan esta forma de subsistencia; también observaron como el cajero de la tienda endureció el rostro, pero no brotó una sola palabra para prevenir a la embaucada, porque nadie quiere buscarse problemas y las autoridades se hacen de la vista gorda, “ella es una tramposa, una insensible que utiliza a un menor para su engaño”, expresaron las chicas.
Por la calle Obispo y sus alrededores, dos niños llamados Mary y Cristian deambulan entre los transeúntes, él tiene un brazo amputado a causa de una vacuna infestada; ella exhibe quemaduras en su cuerpo; los chicos le piden a los turistas que les compren cualquier cosa, luego se las entregan a la madre quien se encarga de revenderlas. Todos conocen a la mamá, la famosa “jimagua”, sus vecinos del municipio 10 de Octubre le creen capaz de haber quemado a su hija con agua hirviendo para utilizarla en el oficio de pedigüeño.
“La jimagua es un monstruo”—comenta Oscar, un tendero de la calle Obispo—, quien argumentó sentir impotencia al ver como explota a sus hijos discapacitados; todos están al tanto de sus andanzas, incluso soborna a los policías para que le dejen actuar con libertad. Oscar asegura que la jimagua es solo un caso entre mil—y sentencia finalmente—“éste país es en un tanque séptico”.