LA HABANA, Cuba, 15 de marzo de 2013, Aleaga Pesant/ 173.203.82.38.- Fue un intelectual brillante. En contradicciones crueles y predecibles se monta la vida. Caminaba por un parque en Brasil, cuando una moto lo atropelló, a sus 78 años. Según la prensa oficial cubana, el arquitecto, crítico e historiador italo-argentino Roberto Segre murió en un accidente de tránsito sin explicar nada más de alguien que con su acento argentino hizo suspirar de amor a las alumnas de Arte y Arquitectura, cuarenta años más jóvenes. Pero sobre todas las cosas, actualizarnos del mundo arquitectónico, con sus diapositivas “en colores”, de plazas, parques y edificios, que hoy sabemos nunca visitaremos
María Matienzo fue quien me anunció su muerte, en una fiesta donde periodistas de Havanatimes, Cubanet, blogueros y artistas se reunieron en el edificio 12 y Malecón. El mejor profesor de Historia de la Arquitectura que pude tener alguna vez, murió.
Segre nunca escribía en la pizarra. Desde que llegaba al aula desplegaba unas inmensassábanas de papel sobre ella. Allí era donde hacia planos, subrayaba palabras, ideas, tiraba líneas y componía sin lugar a dudas pequeñas obras de arte visual, sin pretenderlo. Siempre lamenté no tomar algunas de aquellas sábanas o en el mejor de los casos pedírsela, pues recuerdo que se las llevaba, al terminar la clase.
Profesor de la CUJAE y de la Faculta de Historia del Arte, Doctor en Ciencias del Arte, Segre publicó libros trascendentes en la historia de la arquitectura cubana. Diez años de Arquitectura en Cuba Revolucionaria (1970), América Latina en su Arquitectura (1975), y Arquitectura y Urbanismo de la Revolución Cubana (1989), son referenciales. El sentido apologético y acrítico de sus textos no le quita un milímetro de interés.
Segre, uno de esos “románticos” europeos que vino a Cuba en 1963 buscando el paraíso revolucionario, fue más pragmático que sus amigos arquitectos Vitorio Garatti y Roberto Gottardi y decidió estar “a caballo”, entre Buenos Aires, La Habana y Milán. Conociendo la compleja realidad cubana en los años sesenta y setenta, es probable que para obtener el beneficio de entrar y salir libremente de Cuba, pagara peaje.
En el campo intelectual, polemizó constantemente con los más prominentes profesores-arquitectos cubanos, en especial con Mario Coyula, José Antonio Choi, los dos Quintana, el del exilio y el que se quedó, además de con Garatti, Gottardi y Ricardo Porro, estos tres últimos los padres del Instituto Superior de Arte de Cubanacán.
Mientras, como dije antes, me arrepiento de no haber tomado una de las sábanas de papel a finales de la década del ochenta.
Vea aquí documental donde entrevistan a Roberto Segre, sobre la obra inconclusa del Instituto Superior de Arte de La Habana.