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Octubre 2, 2000


La situación de la clase obrera cubana y sus perspectivas

Lic. Oscar Espinosa Chepe, Economista Independiente

LA HABANA, octubre - El movimiento revolucionario triunfante en enero de 1959 se autodefinió como legítimo representante de los sectores más humildes del pueblo cubano. En primer lugar, de los obreros y los campesinos.

Con la Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959 y su llamado a "la adecuada redistribución de tierras entre gran número de pequeños propietarios y agricultores", grandes esperanzas surgieron entre los hombres del campo, frustradas más tarde por una política de concentración de la superficie agrícola en manos del Estado y la proletarización masiva de los campesinos.

Por su parte, los obreros han sido transformados en simples piezas del engranaje estatal sin representación real, puesto que los sindicatos oficiales no son más que dúctiles mecanismos en manos del poder totalitario.

Antes de la desaparición del bloque soviético, con los salarios recibidos y la política social vigente, en particular en la salud pública, la educación y la asistencia social, aunque con dificultades, el trabajador cubano mediante su trabajo podía mantener un discreto nivel de vida para él y su familia. Al cesar las subvenciones a principios de los años 90 y comenzar el llamado Período Especial, la situación empeoró radicalmente para la inmensa mayoría de la población, en especial para los trabajadores y los pensionados.

En primer término, la capacidad de compra del salario disminuyó en forma alarmante. Si en 1989 el salario promedio mensual era de 188 pesos, al cierre de 1999 sólo alcanzaba 223 pesos, habiendo crecido algo ese año debido a algunos incrementos en los sueldos de la policía, la salud pública, la educación y otros.

Así, el crecimiento del salario promedio mensual entre 1989 y 1999 fue de un 18,6 por ciento para una raquítica tasa promedio anual del 1,7 por ciento, mientras los precios de la canasta básica de productos y servicios se han multiplicado. Por supuesto, se sobreentiende que amplios sectores de la clase obrera devengan salarios inferiores a los 223 pesos mensuales, incluidos varios cientos de miles que no sobrepasan los 150 pesos.

En estas nuevas condiciones, los artículos suministrados en el marco del racionamiento a precios accesibles se redujeron drásticamente. Algunos desaparecieron de éste, como la ropa, el calzado, material de limpieza para el hogar, etc. Otros, como el aceite comestible y el jabón de tocador y para lavar, se entregan esporádicamente en pequeñas porciones, insuficientes para cubrir las necesidades.

Aquellos artículos racionados que continúan distribuyéndose regularmente, no alcanzan para satisfacer el requerimiento alimentario de una persona (ver Anexo 1). Estudios realizados por expertos indican que en la ciudad de La Habana, donde el racionamiento es más "generoso" que en el resto del país, las necesidades alimentarias de una persona son cubiertas por los suministros normados y la alimentación pública de la siguiente forma:

Calorías Kcal 68,0%
Proteína Animal Gramos 38,0%
Proteína Vegetal Gramos 74,0%
Grasas Gramos 45,0%

Aunque se aceptaran como correctos estos porcentajes, considerados demasiado altos por otros especialistas, de todas formas la población está obligada a comprar alimentos adicionales en el mercado libre para poder subsistir y consumir un mínimo de nutrientes. Para tener una idea de los niveles de precios de estos artículos fuera del racionamiento, ver Anexo 2.

En cuanto a los precios de otros rubros, puede mencionarse que la cajetilla de cigarrillos de tabaco negro vale 7 pesos y la de tabaco rubio 7,60 pesos. Por medio del racionamiento se venden mensualmente 3 cajetillas de los primeros a 2 pesos cada una y 1 cajetilla de los segundos a 2,50 pesos. Antes del Período Especial se distribuían los cigarrillos, por ese sistema, a razón de 20 y 25 centavos respectivamente.

El transporte colectivo de pasajeros es un servicio que se ha encarecido notablemente. Antes de 1989, un viaje en ómnibus en la ciudad de La Habana costaba 10 centavos, mientras hoy en condiciones muy penosas su valor como mínimo es de 40 centavos.

La electricidad también resulta más cara, pues a pesar de que los primeros 100 Kilowatts (KW) consumidos permanecen con el precio antiguo de 9 centavos por KW, de 101 a 300 KW se incrementó a 20 centavos y al pasar ese rango su costo es de 30 centavos por KW.

La ropa y el calzado deben adquirirse en el mercado libre al desaparecer desde hace años, como se apuntó anteriormente, los suministros racionados a precios razonables. Ahora, por un par de zapatos de escasa calidad hay que pagar por lo menos 200 pesos, o sea prácticamente el salario mensual medio actual. En cuanto a la ropa, sus precios son astronómicos en comparación con los ingresos de los trabajadores.

A todo lo anterior se añade una creciente dolarización de la economía que origina que muchos artículos y servicios únicamente puedan obtenerse a través de la moneda norteamericana, cuando la inmensa mayoría de los trabajadores perciben sus sueldos exclusivamente en pesos. La tasa de cambio desde hace años oscila alrededor de 21 pesos por un dólar.

La precariedad del salario y la dualidad monetaria imperante han provocado que el trabajo como actividad fundamental para el sostenimiento de los trabajadores y sus familias haya perdido gran parte de su valor, con consecuencias nefastas para la economía en su conjunto, sobre todo en sectores esenciales como el azucarero, la educación, la salud pública y la mayoría de las ramas agropecuarias. Allí, los obreros no tienen acceso al billete verde y, por ese motivo, los estímulos son exiguos, provocando un alto grado de inestabilidad laboral, ausentismo y poco interés por la elevación de la eficiencia.

Adicionalmente, las condiciones de trabajo han empeorado. En ocasiones ha faltado la ropa, el calzado y hasta instrumentos laborales, creándose un ambiente nada propicio al crecimiento de la productividad. Según estudios efectuados por especialistas del Departamento de Psicología del Instituto Nacional para la Salud del Trabajador (INSAT), muestreos realizados entre 1988-1989 arrojaron un decrecimiento en el funcionamiento adecuado de los centros de trabajo, reportándose que el 26,8 por ciento de los trabajadores evaluados mostraban insatisfacción con su entorno laboral, mientras en 1998-1999 ya un 40 por ciento no lograba ajustarse a sus condiciones de trabajo y experimentaba malestar o tensión.

Es cierto que todavía la población recibe beneficios adicionales al salario devengado a través de la salud pública, la educación y la seguridad social. Sin embargo, el alcance de estos aportes ha disminuido significativamente.

En la salud pública existe un agudo déficit de medicinas y, en muchos casos, la ciudadanía tiene que resolver esta escasez mediante la solicitud a parientes y amigos en el exterior o comprar los medicamentos en el país por dólares, lo cual es una ardua tarea dadas las prohibiciones de venta a los cubanos en las farmacias habilitadas para los extranjeros.

Además, la situación asistencial en las clínicas y hospitales se ha deteriorado considerablemente, y los pacientes cuando ingresan en esos centros tienen que llevar consigo sábanas, fundas, toallas, etc., así como alimentos debido a las carencias en esos lugares.

En la educación, persiste un pronunciado declive que va desde el descenso en la calidad de la enseñanza y el incremento de las dificultades para acceder al tipo de estudios deseado, hasta la falta y el encarecimiento del material docente indispensable y la ausencia de maestros y profesores que desertan por la baja retribución y las múltiples cargas laborales adicionales.

Con respecto a la seguridad social, los problemas son más serios. En Cuba ya no puede hablarse de pleno empleo. El propio gobierno reconoce que el desempleo supera el 6,0 por ciento de la población económicamente activa, aunque muchos expertos lo estiman superior. Además, existe un importante nivel de subempleo que no aparece en las estadísticas oficiales.

Por su parte, las prestaciones por accidentes laborales o enfermedad resultan ínfimas, teniendo en consideración que representan un porcentaje de un salario que no alcanza para vivir.

La situación de las pensiones es más deplorable. Si hasta fines de los años 80 servían para vivir con muchas limitaciones, con la actual crisis son totalmente insuficientes. Según los datos suministrados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el promedio de las pensiones en 1997 era del 97,40 pesos mensuales, con la tasa promedio de crecimiento anual de 2,2 por ciento entre 1990-1997, por lo que puede estimarse que en la actualidad su monto debe estar alrededor de los 100 pesos, o sea, menos de cinco dólares.

El problema de las pensiones resulta de difícil solución en el contexto de la crisis económicosocial vigente por varios motivos. Uno de ellos es el acelerado envejecimiento de la población cubana. En 1980, los ciudadanos de 60 años o más alcanzaban el 10,6 por ciento. Actualmente constituyen el 14,0 por ciento. El Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE) vaticina que hacia el año 2015, el 18,0 por ciento de la población sobrepasará los 60 años, y entre 2040-2050 por cada ciudadano de 65 años o más sólo habrán dos comprendidos entre 15 y 64 años.

Al crecer el segmento poblacional perteneciente a la tercera edad, en proporción aumentan los pensionados y con ellos los gastos por seguridad social. A fines de 1999 había más de 1,4 millones de jubilados, con un egreso programado para la seguridad social de 1740,0 millones de pesos, de los cuales el 84,0 por ciento tenía por objetivo el financiamiento de las pensiones por edad.

Si se observa la tendencia de los desembolsos por concepto de seguridad social en los últimos diez años, y su relación con los egresos totales del presupuesto, se aprecia un continuado crecimiento. En 1989, su peso específico era del 7,8 por ciento pero actualmente ronda el 13,0 por ciento, lo cual crea serias tensiones financieras.

Adicionalmente hay algo más grave. Las contribuciones a la seguridad social son cada vez más insuficientes para financiar sus egresos, presentándose un continuo incremento del déficit entre estas dos partidas, debiéndose recurrir a otras fuentes del presupuesto para enfrentarlo.

A continuación una pequeña tabla ilustrativa de lo anteriormente descrito:

Unidad: Millones de pesos

Conceptos 1989 1997 1998 1999(a)
Contribución a la Seguridad Social 676,4 1070,5 1025,0 1070,0
Gastos de la Seguridad Social 1093,9 1635,9 1705,1 1740,0
Déficit 417,5 565,4 680,1 670,0

(a) Proyecto de presupuesto confeccionado antes de la promulgación de incrementos salariales en varias actividades como salud, educación, poder judicial y policía.

Fuente: La Economía Cubana. Reformas Estructurales y Desempeño en los Noventa. CEPAL, 2000.

Por otra parte, este problema afecta el potencial del desarrollo de la economía, ya que los gastos de la seguridad social desplazan recursos de la inversión por el nivel de precariedad imperante lo cual crea una menor formación de capital con consecuencias adversas para el futuro del crecimiento, el empleo, los salarios y la propia mejoría de los fondos de pensiones.

La única solución viable para el incremento real de los salarios y las pensiones sería el aumento de la riqueza nacional mediante altos ritmos de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) y de la productividad, en el contexto de un eficiente y racional aprovechamiento del potencial productivo nacional.

Efectuar elevaciones nominales de los salarios y pensiones sin reformas radicales del sistema agravaría la situación, aumentando la ya abultada masa monetaria circulante y, por consiguiente, el engrosamiento de los precios, con lo cual tanto los trabajadores como las personas que arribaron a la edad de retiro quedarían en las mismas condiciones de vida, si no peores.

Lamentablemente, como consecuencia del bloqueo impuesto a las fuerzas productivas, las perspectivas de mejoramiento real de los salarios y pensiones parecen improbables, incluso es previsible que la crisis de la seguridad social continúe ahondándose con su carga de miseria y sufrimiento sobre generaciones que efectuaron sus contribuciones y aportaron los esfuerzos de toda una vida a una sociedad que ahora los retribuye con frustraciones e infortunio.

ANEXO 1

Raciones de la Libreta de Abastecimiento, en Ciudad de La Habana

1- Pan, 80 gramos diarios por persona
2- Arroz, 6 libras al mes por persona
3- Azúcar, 6 libras al mes por persona
4- Frijoles, 10-20 onzas al mes por persona
5- Aceite comestible, media libra al mes por persona
6- Huevos, 12 unidades al mes por persona
7- Café, 100 gramos al mes por persona
8- Carne (con soya), 0,75 libra al mes por persona
9 - Leche para niño (menos de 7 años), 1 litro diario
10- Yogourt de soya, 8 litros por mes
11- Viandas, 10-15 libras al mes por persona
12- Pescado, 2 libras al mes por persona
13- Cigarrillos (tabaco negro), 3 cajetillas al mes por persona
14- Cigarrillos (tabaco rubio), 1 cajetilla al mes por persona
15- Tabacos (sólo para hombres), 4 unidades al mes por persona
16- Jabón de lavar, 1 cada dos meses por persona
17- Jabón de tocador, 1 cada dos meses por persona
18- Detergente, 4 pomos al año por núcleo familiar en 1999
19- Compotas para niños (hasta 3 años), 14 laticas al mes
20- Pasta dental, 1 tubo cada cuatro personas (al mes)

Nota:

- El pan por lo regular no alcanza los 80 gramos, por falta de ingredientes, mala calidad y otros factores.
- El azúcar son 3 libras de refino y tres de azúcar crudo.
- El aceite comestible en 1999 sólo se entregó en 3 meses.
- El café es mezclado con trigo, chícharo, etc., y un café de baja calidad, 40 por ciento, otros 60 por ciento.
- La carne tiene entregas muy inestables.
- La leche se entrega a los niños hasta 7 años.
- El yogourt se suministra sólo a niños comprendidos entre 7 y 13 años.
- Las viandas son fundamentalmente papa, y raramente se cumple la cantidad establecida.
- El pescado en ocasiones las entregas demoran y tienen que pagarse en otros meses.
- Los cigarrillos y tabacos no se entregan a los jóvenes.
- La pasta dental se suministra de manera inestable.
1 Kilogramo = 2,173 libras.

ANEXO 2

Precios de artículos alimenticios ofertados en mercados estatales

Artículos Pesos
1) Lb arroz 3,50
1) Lb frijol negro 6,00
1) Lb frijol colorado 8,00
2) Barra de pan (400 gramos) 10,00
2) Aceite comestible (botella) 40,00
2) Lb carne de cerdo 35,00
2) Lb hueso de cerdo 8,00
2) Lb manteca de cerdo 14,00
2) Lb carne de pollo 23,00
2) Lb queso blanco 35,00
3) Lb carne con hueso para sopa
(de res) 35,00
3) Lb de ternilla (de res) 36,00
3) Lb mantequilla 50,00
3) Huevo (unidad) 2,00
3) Café (dos onzas) 15,00
4) Lb leche en polvo 21,00

1) Precio mínimos a que se venden en el Mercado Estatal Topado.
2) Mercado Paralelo Estatal en moneda nacional
3) productos ofertados en las tiendas en divisas (dólares), cuyos precios han sido llevados a su equivalente en moneda nacional
4) Precio del mercado negro sustancialmente inferior a lo ofertado en las tiendas en divisas del Estado.



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