LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet) – El Proyecto Varela, una idea promovida desde finales de los años ochenta del siglo XX, por la Comisión Cubana de Derechos Humanos, se convirtió en esperanza nacional a principios de 2002, cuando más de 10 mil firmas recogidas entre las fuerzas prodemocráticas a lo largo y ancho del país, pusieron al gobierno militar a jugar su propio juego constitucional.
En los años 2001 y 2002, la esperanza se convirtió en ángel que recorría la sociedad. Tanta emoción e institucionalidad disgustó al infierno, que envió a sus demonios convertidos en Primavera Negra. Setenta y cinco opositores pacíficos, periodistas y bibliotecarios independientes, fueron condenados hasta 25 años de cárcel en las indescriptibles mazmorras del régimen. Ocho años robados impunemente a 75 familias.
Ocho años después aquellos hombres salieron de las mazmorras de concreto, de los pases de lista, de los cierres con candado, de las literas de tres pisos, de las paredes de cal. La inmensa mayoría fue desterrada. Otros circulan libremente por las calles, duermen en sus humildes camas, abrazan a las esposas y madres y llevan a los hijos a la escuela.
Dos de esos hombres, Miguel Valdés y Orlando Zapata, se adelantaron en el camino. Valdés murió en 2007, bajo licencia extrapenal, producto de una enfermedad cardiaca, sin que se le permitiera viajar al extranjero a atenderse, algo que posiblemente le hubiera salvado la vida. Zapata, en 2010, asesinado tras una heroica huelga de hambre. Fueron libres antes que la Patria y se sentaron en el Olimpo de los héroes y mártires.
Siete madres murieron sin ver libres a sus hijos. Un alto precio pagaron los héroes, hoy libres, sus blancas damas, en especial Laura Pollán y Berta Soler, las fuerzas cívicas prodemocráticas y el periodismo independiente. Un monumento especial merece Zapata Tamayo, el último estoico.
Ahora libres los últimos dos prisioneros políticos de la Primavera Negra, la nación cubana retoma el aliento para seguir la marcha hacia la democracia. Es una ruta difícil, llena de retos y nuevos demonios. Las elecciones generales del próximo año, pueden ser la nueva oportunidad de demostrarnos que merecemos un futuro mejor.
La nueva primavera, la de la liberación de los presos políticos, es victoria del pragmatismo sobre la indolencia y la senectud. De lo nuevo sobre lo viejo. De la esperanza sobre la desilusión. Del futuro, sobre el “gobierno de difuntos y flores”. Algo se mueve dentro del partido comunista. Debemos estar alertas. Cuba ganó una batalla contra sus demonios.