LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Hace pocos días, varios miembros del Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR), asistimos a la reunión del recién instituido capítulo cubano de la Articulación Afrodescendiente de América Latina y el Caribe (ARAAC), en el que se expusieron algunas perspectivas acerca de la problemática racial en la Cuba actual y futura, en un nuevo intento por encausar, desde el entorno del poder, la lucha contra este trauma social tan dañino para nuestra convivencia.
La reunión fue presidida por lo que podríamos llamar “la mesa de los leales maltratados”: la escritora y periodista Gisela Arandia, a quien hace unos años le disolvieron de un plumazo su proyecto Color Cubano para sustituirlo por la llamada Comisión Aponte, una de las plataformas más ineptas e inoperantes del panorama cultural.
Junto a ella, el destacado crítico y ensayista Roberto Zurbano, víctima, hace pocas semanas, de una especie de inquisición virtual por haber dicho unas cuantas verdades en un artículo publicado en The New York Times, que además le valió la destitución de su cargo como director del Fondo editorial de la Casa de las Américas.
Los acompañaban también el guionista y realizador Tato Quiñones y el investigador, bibliógrafo y profesor Tomas Fernández Robaina, persistentemente menospreciados por el poder en sus largas trayectorias intelectuales.
En el cónclave, por enésima vez, unas pocas decenas de intelectuales e interesados reiteraron quejas, testimonios y valoraciones sobre la persistencia de los patrones y estructuras racistas de la sociedad
Los directivos del capítulo cubano de ARAAC tocaron varios temas capitales para abordar el conflicto racial en Cuba. Se habló de falta de voluntad política y de errores de percepción en los umbrales de la revolución. Se habló de cultura dominante y débil articulación hacia el interior de la población afrodescendiente. Los directivos abordaron temas de tanto alcance como la impunidad del racismo en nuestra sociedad, o los retrocesos sociales y el crecimiento de las desigualdades.
Es bueno recordar a los líderes y miembros de ARAAC-Cuba que la presión externa e interna sobre la problemática racial crece. De modo que si no quieren asumir el riesgo de un nuevo fracaso, deben abordar de frente y consecuentemente el tema, sin pasar por alto un fenómeno que en los últimos tiempos motiva la sensibilidad y preocupación de muchos interesados incluso allende nuestras fronteras.
Lo primero que deben hacer estos consagrados luchadores por la igualdad es separar sus preferencias político-ideológicas de las valoraciones y consideraciones sociales, humanas y morales que se vinculan con la problemática racial. Independientemente de su alineación ideológica, si estos activistas no reconocen la responsabilidad histórica de las autoridades cubanas en la profundización de las desigualdades que pretenden combatir, muy poco podrán avanzar en sus declarados propósitos.
Si el ARAAC-Cuba no quiere pasar a la historia como un nuevo instrumento de engaño y manipulación, debe constituirse en un auténtico mecanismo de presión, que exija a las autoridades, ante todo, respeto a sus ciudadanos y a sus compromisos. Debe conectar y sensibilizarse con la tragedia de los miles de niños afrodescendientes que pueblan los barrios marginales que circundan nuestras ciudades, privados de personalidad jurídica, canasta básica y atención secundaria de salud.
Debe demostrar su capacidad para cuestionar abierta y explícitamente a las instituciones y entidades oficiales que propician el racismo y la discriminación, entre los que destacan la Policía Nacional Revolucionaria, las FAR (en medio siglo, en Cuba hay más generales de origen chino que afrodescendientes), La Oficina del Historiador de la Ciudad, el ICRT, El Ballet Nacional de Cuba, El Teatro Lírico Nacional, el Ministerio de Turismo, o el Instituto Cubano de Aeronáutica Civil (una joven afrodescendiente, descalificada en Cuba, fue elegida la mejor azafata del mundo trabajando en Air France, por solo citar un ejemplo).
También debe asumir que solo el empoderamiento cívico, jurídico y económico de los afrodescendientes cubanos podrá contribuir a cambiar las referencias mentales y estructurales que refuerzan las desventajas y desigualdades. Y debe entender que no resulta consecuente intentar avanzar en sus propósitos pretendiendo ignorar al movimiento pro integración racial independiente, que, en muy difíciles condiciones, ha alcanzado importantes logros y muy apreciable reconocimiento internacional.