LA HABANA, Cuba, noviembre (173.203.82.38) – Conseguir una receta médica que autorice la compra de espejuelos para leer, contradice la propaganda de los medios de difusión respecto al sistema de salud cubano.
Recientemente perdí mis lentes, e inútilmente acudí a tres de las más importantes ópticas de la capital. Comprobé de inmediato que no iba a ser sencillo adquirir otros espejuelos graduados. Todo lo contrario, sumamente complicado, como complicada es la vida de cada cubano, víctima del enredo burocrático, presente en todas las entidades estatales.
En los establecimientos oftálmicos de J y 23, 12 y 23 y Línea y 6, en el Vedado, no se pueden obtener espejuelos graduados + 2,50 sin la autorización del médico. Pensé ver a un oftalmólogo amigo, retirado, pero que tal vez podría resolverme el problema, o recomendarme algún colega en activo. Ninguna opción funcionó. Las recetas llevan tres cuños con los que el oftalmólogo retirado no cuenta, y la optometrista del hospital Fajardo, que él me recomendó, no pudo atenderme por la cantidad de personas que allí había.
Finalmente, fui a parar al consultorio médico de la calle 25 y B, también en el Vedado, donde la doctora de la familia me dio una remisión para la policlínica Moncada, en la calle 23, donde me comunicaron que las mediciones de los ojos se hacían en la policlínica de La Rampa, en 17 y J, o en 18 y 15. En el primer caso me podrían hacer la solicitud por teléfono; en el segundo debía presentarme en el lugar personalmente. Escogí La Rampa y me dieron un turno para el lunes 21 de noviembre.
Ocho días después, me presente en el departamento de trastornos refractarios de este centro de salud, donde fui atendido por una optometrista. Las sorpresas estaban reservadas para el final de la mañana. La primera fue que en el momento de medirme la vista, descubrí que ya no uso un +2,50; la otra fue que después de obtener la receta de mi nueva graduación para presentarla en la óptica tendré que esperar sesenta días para recoger las gafas, que debo pagar por adelantado.
Así andan las cosas por la isla; afortunadamente nos queda el noticiero de televisión, ese lugar donde siempre podemos refugiarnos porque allí todo marcha a pedir de boca. No hace falta más que poner la televisión para ver en cualquier edición lo bien que anda todo en Cuba, y los logros del ejército de 65 mil médicos cubanos, desperdigados por la geografía de América Latina y el mundo que, entre otras proezas, le han devuelto la vista a muchos ciegos de esos afortunados “países amigos”, para poner bien alto los logros de nuestro excelente sistema de salud pública.