LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -De nuevo el pez león es noticia en la prensa oficial, la cual comenzó a alertar a la población sobre el peligro de sus venenosas espinas, que les han creado problemas a más de un bañista y pescador en el litoral habanero.
Continúa siendo un enigma cómo esta especie, oriunda del océano Índico, llegó a nuestras costas y se adaptó al habitat del Caribe. El año pasado fue referencia por primera vez en los periódicos y en el noticiero de la televisión nacional, cuando se mostraron ejemplares en peceras para que la población pudiese reconocerlos.
Se explicó que no atacaba, sino que solo se defiende cuando lo pisotean, estirando sus espinas como púas. Su veneno causa fiebres y náuseas, que hay que combatir con medicinas.
Los científicos, en el año 2011, descubrieron que el pez león se alimentaba de todo ser vivo de la fauna marina. Pero un depredador mayor, el “hombre con hambre”, que además no cree en su veneno, ni en sus pinchos, arremetió contra él, en el pasado año, y casi lo extermina.
Los ejemplares grandes fueron enganchados con palangres, y los medianos, sacados a cordel desde las embarcaciones rústicas, construidas con corchos, que salen al mar todos los días para dar sustento a muchas familias. La carne del pez león se comenzó a vender, camuflada entre los filetes de pargos y rabirrubias. Su sabor se consideró exquisito. Y además, corrió el rumor de que era muy proteico. Ni siquiera los alevines salieron ilesos. Fueron capturados por los muchachos, con jamos, para ser utilizados con fines decorativos.
Los peces leones que sobrevivieron a la depredación de 2011, tuvieron que replegarse durante el invierno en los cabezos del canto del veril, en un esfuerzo para recuperarse de la embestida y salvar la especie.
Un misterio para los estudiosos del Acuario Nacional lo constituye su perfecta adaptación a estas aguas cálidas, porque, con la llegada de la primavera, otra vez han aparecido entre las piedras de la orilla, en número creciente, con sus colores amarillos característicos y sus listas negras, causándoles pavor a los bañistas.
En la prensa oficial han vuelto a alertar sobre su peligro, pero, en Jaimanitas, un pueblo costero de La Habana, ya los pescadores comenzaron a encerar sus avíos y a preparar sus mallas para la inminente corrida del pez león, que, por lo que parece, entrará a engrosar la tradición pesquera del pueblo, junto al pargo sanjuanero y la corrida de la aguja.
La peculiar manera de limpiar el pez león con eficacia, para aprovecharlo mejor, es otra ingeniosidad digna de patentarse de los pescadores de Jaimanitas, quienes utilizan guantes con tejidos de acero para manipularlos, y, con una pinza de corte, cercenan las espinas. Luego, extraen dos filetes de ambos lados del pez, y botan el espinazo, que contiene un arsenal adicional de púas.
Un vecino de Jaimanitas, llamado Ñico, al que le gusta el pescado más que a nadie en el mundo, y siempre espera en la orilla a que atraquen los corchos para comprar de la primera limpia, dice que el verdadero dolor que causa el pez león no está en el veneno de sus espinas, sino en los 50 pesos (2 dólares) en los que ya se cotiza la libra.