LA HABANA, Cuba, septiembre, 173.203.82.38 -Posiblemente las gestiones de Bill Richardson tuvieron demasiados heraldos para anunciar su llegada a La Habana. Los vaticinios de que saldría con Alan Gross auguraban el fracaso de la empresa. Él había viajado anteriormente y, aunque parecía tener una perenne luna de miel con las autoridades cubanas, no logró domar a la fierecilla. Incluso había sido un mal presagio el regreso del anciano George McGovern sin entrevistarse con los Castro poco más de un mes antes.
El encarcelamiento de Alan Gross en diciembre de 2009 y su condena a 15 años de cárcel ha continuado la tradicional política cubana de impedir pasos para el relajamiento de la confrontación, que el gobierno ha utilizado durante decenios para justificar su pésimo sistema y represión. Con ello procuró lesionar las medidas de la Administración Obama para facilitar los viajes y el envío de remesas a Cuba, y dañó los debates en la Cámara de Representantes y el Senado para eliminar las restricciones a los norteamericanos para visitar la isla, con el objetivo de no perder su útil coartada y por horror a los contactos pueblo a pueblo. En esta ocasión, la presencia de Bill Richardson en La Habana el 7 de septiembre para abordar, a título personal, la liberación del contratista por motivos humanitarios no tuvo un timing o momento adecuado.
No obstante, según el político norteamericano hubo estrecha coordinación con la Sección de Intereses de Cuba en Washington DC, mientras la cancillería cubana lo desmintió. El negociador parece haber caído en una trampa o cometió un gravísimo error que le ha cerrado las puertas. Llegado un miércoles, únicamente logró entrevistarse con el canciller Bruno Rodríguez el viernes, por lo que anunció a la prensa que esperaría su retorno de un viaje el lunes. Mientras se entrevistó con el Cardenal Jaime Ortega y otras personalidades ajenas al alto círculo oficial. Finalmente tuvo que regresar el miércoles sintiéndose humillado, según evidencian sus declaraciones a la prensa extranjera acreditada en La Habana.
Durante la semana que permaneció “plantado” en la capital, el gobierno cubano efectuaba una campaña nacional e internacional para que a René González Sehwrert, uno de los 5 espías convictos, que en octubre recibirá la libertad condicional, se le permita cumplir los tres años restantes en Cuba; así como en la propaganda televisiva y la represión contra la oposición pacífica interna, y sobre todo en torno al llamado bloqueo norteamericano, que supuestamente ha ocasionado pérdidas cercanas al millón de millones de dólares; aunque Estados Unidos es el quinto socio comercial de bienes y exportador fundamental de alimentos a Cuba. Esto simultáneamente con los ataques en los medios a los Estados Unidos y la Unión Europea por la actuación de la OTAN en Libia, y el apoyo a Siria.
Lamentablemente, Richardson no aprovechó su estancia para conversar con miembros de la oposición pacífica y otros integrantes de la sociedad civil cubana, como tampoco lo ha hecho en sus estancias anteriores. Posiblemente en su interés de no disgustar a las autoridades ha declinado esos encuentros, al igual que han procedido otros distinguidos norteamericanos, quienes incluso en el pasado mostraban su solidaridad. Sin embargo, los dignatarios cubanos continúan actuando según su conveniencia y sin consideración alguna.
En momentos de gran crisis e incertidumbre en Cuba, ojalá que el incidente con Richardson no sea utilizado a ambos lados del Estrecho de la Florida para obstaculizar el encuentro de los cubanos y los norteamericanos. Sobre todo no puede ser pretexto para mantener a Alan Gross en la cárcel.