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El camarada Duch: monstruos comunistas en la Cambodia de Pol Pot

Camarada Duch, Cambio, Pol Pot

LA HABANA, Cuba. — Todos los que hemos vivido bajo dictaduras comunistas sabemos los monstruosos extremos a los que pueden llegar algunos individuos cegados por el fanatismo ideológico y el odio de clases.

Del caso de uno de esos individuos, el llamado “Camarada Duch”, trata The lost executioner, a story of the Khmer Rouge, del británico Nic Dunlop, publicado por Bloomsbury Publishing en el año 2005.

En dicho libro, Dunlop dota su escritura con la precisión que le aporta su pericia como fotógrafo para narrar cómo a fines de la década de 1990, en sus recorridos por Cambodia, aún desgarrada por la guerra civil, consiguió localizar y hacer que confesara sus crímenes al Camarada Duch, uno de los más connotados criminales del tenebroso régimen del Khmer Rouge (1975-1979).

Duch (su verdadero nombre es Kaing Guek Eav) fue quien dirigió inmisericordemente el centro de detención de Tuol Sleng, más conocido como S-21, donde  en menos de cuatro años, fueron torturadas y asesinadas más de 14 000 personas.

Desde 1980 Tuol Sleng es el Museo del Genocidio. Allí, en las paredes de las salas están las fotos de millares de víctimas que fueron interrogadas y torturadas antes de ser asesinadas. Dichas fotos se conservaron gracias a la meticulosidad maniática de los verdugos en llevar los registros de las personas que eran conducidas allí por la policía política, acusadas de ser enemigas del Partido Comunista de Kampuchea Democrática o de espiar para la CIA o Vietnam del Norte.

Tras visitar ese museo, el horrorizado Dunlop se obsesionó por encontrar al Camarada Duch, que parecía haberse esfumado luego de la invasión norvietnamita y la caída del régimen de Pol Pot en enero de 1979.

Con la foto de Duch en un bolsillo, Dunlop se dio a la tarea de rastrearlo por toda Cambodia, no tanto para que se hiciera justicia, sino para saber las motivaciones que tuvo un hombre que había sido un afable profesor de matemática  para tanta saña criminal en sus funciones como ejecutor de las órdenes de sus jefes.

Explica Dunlop en el prólogo: “Se hizo claro para mí que si queríamos alguna vez entender el holocausto camboyano y conseguir alguna medida de justicia, hallar a Duch y otros como él era vital. Duch era el más importante testigo de aquellos oscuros años y podía arrojar luz sobre un altamente secreto periodo de la historia de su país. Y yo quería saber qué fue lo que convirtió a un aparentemente ordinario hombre de una de las más pobres regiones de Cambodia en uno de los peores asesinos del siglo XX”.

Cuando finalmente Dunlop logró localizar a Duch en 1999 en Ta Sanh, una aldea aún controlada por los remanentes del Khmer Rouge, se hacía llamar Hang Pin, se había convertido al cristianismo y trabajaba para una agencia internacional de ayuda humanitaria.

Duch está en prisión desde 1999, cumpliendo cadena perpetua por crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, tortura y genocidio.

En la llamada Kampuchea Democrática, los Khmers Rouges, que decían preferir matar a diez inocentes antes que permitir que escapara un enemigo, exterminaron a alrededor de dos millones de personas, más del 30% de la población del país.

Pocos de los que perpetraron aquellos horrores fueron juzgados. Los camboyanos prefirieron olvidar. Les fue más conveniente. Muchos, con su silencio y acatamiento, fueron cómplices de los crímenes del régimen de Pol Pot. Y la mayoría tiene miedo, ya que muchos de los verdugos de ayer hoy son militares, funcionarios del gobierno, jefes de aldea, etc.

En el mundo también prefirieron olvidar y pasar pronto la página del genocidio camboyano.

Durante muchos años, en Occidente creyeron que las masacres del Khmer Rouge eran exageraciones del régimen de Hanoi para justificar su invasión a Cambodia. Eran pendencias entre comunistas, y como eran los tiempos de la Guerra Fría, había que sacar provecho de ellas. Así, Estados Unidos, Gran Bretaña y Tailandia, en un raro contubernio estratégico con la China comunista, contribuyeron, luego de la invasión norvietnamita, a revivir a los Khmers Rouges, que, aliados con el príncipe Norodom  Shihanouk y ex-militares del ejército del general Lon Nol, combatirían al régimen satélite impuesto por los norvietnamitas en Pnohn Penh, en una guerra de guerrillas que duró casi 20 años.

The lost executioner, a story of the Khmer Rouge es un libro duro, desgarrador, imprescindible para entender las últimas cinco décadas de la historia de Cambodia.

ARTÍCULO DE OPINIÓN
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