De medallista panamericana a migrante varada: la historia de Lisandra Torres

Hace aproximadamente cuatro años que Lisandra Torres Castillo salió de Cuba y comenzó un periplo lleno de dificultades que la ha llevado hasta Tapachula, ciudad fronteriza del sur de México
Lisandra Torres Castillo
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AREQUIPA, Perú. — Hace aproximadamente cuatro años que Lisandra Torres Castillo salió de Cuba y comenzó un periplo lleno de dificultades que la ha llevado hasta Tapachula, ciudad fronteriza del sur de México. Hace todavía más tiempo que se convirtió en medallista en los Juegos Panamericanos de Toronto en 2015.

Y es que a pesar de ser una atleta de alto rendimiento en el canotaje de velocidad, Lisandra llevaba una vida muy humilde en la Isla. Vivía en la pobreza.

En una entrevista con CubaNet en 2019, la joven denunció que llevaba tiempo pidiendo a las autoridades del Gobierno y del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) que se le facilitara una vivienda digna.

Lisandra convivía con su abuela, su hermano y su bebé en una casa de apenas una habitación, sin instalación de agua y otros problemas infraestructurales.

“Cuando se me hizo la entrevista que se viralizó, nunca fui visitada por las autoridades del país. Nunca recibí ningún tipo de ayuda por parte de alguna organización. Con respecto al INDER, lo único que me supieron decir fue que había que tener valores y principios”, cuenta Torres Castillo en recientes declaraciones ofrecidas a este diario.

Si bien el régimen de la Isla no le dio atención, muchas personas que vieron el reportaje se interesaron por su caso y le brindaron apoyo económico. Con una de esas personas, un venezolano, Lisandra mantuvo contacto y eventualmente nació una relación sentimental.

Con la ayuda de su pareja, la atleta salió de Cuba el 14 de diciembre del 2019. Habana-Panamá, Panamá-Barbados, Barbados-San Vicente y las Granadinas, fueron las primeras paradas de su travesía.

Una vez reunida con su novio, ambos viajaron hacia Venezuela, país donde nació la segunda hija de Lisandra.

“Al mes de nacer la beba, el papá se va y nos deja. Se va hacia Ecuador. Nos deja solas en Venezuela, debiendo dos meses de renta y sin comida”.

Tras la pandemia, varias de las personas que una vez ayudaron a la joven volvieron a contactarla y a ofrecerle soporte económico. De manera que el pasado mes de abril, madre e hija salieron hacia Colombia con el objetivo de llegar a Estados Unidos.

Como parte de la ruta migratoria de Centroamérica, Lisandra atravesó la peligrosa selva del Darién junto a un grupo de otros migrantes.

“Me dejaron sola cuando ya no tenía comida ni dinero, pero gracias a Dios pudimos salir. No nos robaron ni nos hicieron nada malo”, recuerda la deportista.

De vuelta a Panamá se alojó en el campamento de la ONU. Así, luego de varios taxis, autobuses, extorsiones policiales, ampollas, fango, atravesaron Costa Rica y Nicaragua. Salvoconductos, caídas, pies hinchados, logran llegar a Honduras. Lágrimas, balsas, dificultades y algo de ayuda supuso el paso por Honduras y el arribo a México.

“Y hasta el sol de hoy aquí estamos en Tapachula, esperando el tema económico para seguir avanzando hacia Ciudad de México que es donde hay que estar para pedir la cita del CBP One”.

Una vez más, la atleta cubana se muestra optimista ante la posible solidaridad que pueda ayudarla a arribar a territorio estadounidense.

Cuando alcance su meta, quisiera ayudar a su hija en Cuba, a quién no ve hace cuatro años y sufre de una malformación congénita en un riñón, además de asma crónica.

Son muchos los logros y retos que ha vencido en su carrera deportiva la medallista panamericana. El actual desafío de Lisandra, como para cientos de miles de migrantes cubanos, es casi otra medalla.

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